Epílogo

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Alessandro

Cinco y medio, exactamente cinco meses y medio desde que regresé a Sydney y no tengo noticias de Amellie. Ni siquiera un mensaje.

Creo que era lo que tenía que esperar luego de todo lo que pasó, pero no puedo negar que tuve la esperanza de que ella volviera a buscarme luego de leer mi carta. Todos mis sentimientos estaban ahí, pero supongo que merezco que no haya venido por haber sido tan cobarde de no decirle de frente todo lo que hay dentro de mí.

Suspiro y salgo de mi departamento hacia los estacionamientos, donde entro en mi nuevo auto, no es lujoso ni grande, pero es mío. Lo he comprado hace una semana y no puedo sentirme más feliz al respecto, odio tener que depender de alguien más.

Pongo el auto en marcha y abro el portón eléctrico del edificio para salir directamente a la avenida Richmond y poder comenzar a conducir para salir de Blacktown.

Estoy a punto de ir a encontrarme con Aidan y unos posibles clientes en un café que queda a unos quince minutos en auto. Estos meses han estado llenos de mucho trabajo y lo agradezco porque me he mantenido ocupado, pero ya comienzo a sentir que me sofoco.

Además, me mantengo ocupado en el día, pero todas las noches mis pensamientos vuelven a ella y a la triste sensación que tengo cada vez que caigo en cuenta de que la chica que tanto amo, está viviendo su vida con alguien más.

Y es mi culpa, porque cuando te enfrascas en que tienes miedos y no haces otra cosa que huir de ellos en vez de enfrentarlos, todo sale mal.

Al llegar al café estaciono el auto y comienzo a caminar para dirigirme a las mesas del interior. Veo a Aidan sentado con una pareja de ancianos, lo que me hace fruncir el ceño.

Me acerco y me presento con una sonrisa, al igual que ellos. Deben tener al menos setenta años, sus nombres son Oliver y Ruth.

—Disculpen la tardanza, el tráfico hoy es de locos, raro para ser miércoles.—digo mientras me siento.

—Oh, no pasa nada, no hay problema.—dice Ruth y le correspondo nuevamente la sonrisa.

—Me estaban comentando que quieren una casa nueva, pero pequeña.—dice Aidan mirándome.

Ellos asienten y yo presto atención. Ambos explican que la casa donde viven es demasiado grande porque siempre vivieron allí, pero ahora están mayores y el mantenimiento es muy difícil para ambos.

Les damos ideas sobre lo que pueden hacer, pero al hablar de números vemos como sus rostros toman una expresión de tristeza, no tienen suficiente dinero.

Aidan y yo nos miramos incómodos, ambos sabemos que debemos ayudarlos, pero esto no depende solo de nosotros, tenemos un personal completo al que debemos pagar por el trabajo que realicen, y simplemente no podemos bajar el precio, ya que les hemos dado el mínimo.

Ambos suspiran y luego de varios minutos en donde tratan de convencernos, se dan por vencidos. Al final entienden que si fuese solo por nosotros, lo haríamos sin problemas, pero no podemos
construir una casa entera nosotros dos solos.

Y mucho menos con todo el trabajo que hay por hacer en otras casas. La empresa ha crecido demasiado luego de que regresamos de Italia, lo cual me hace pensar en que papá está involucrado en esto, pero prefiero no preguntar.

Nos despedimos de la pareja con tonos de disculpa que ellos entienden, por lo que nos dedican una tierna sonrisa antes de que comencemos a salir del lugar.

—Maldita sea, eso ha sido más difícil que decirle no a una mujer.—dice Aidan negando con la cabeza, haciéndome reír.

Y sin pensarlo le comento algo que había querido decir desde hace tiempo.

—Escucha, creo que necesito un descanso.—digo apoyándome en la puerta de mi auto, cruzándome de brazos.

—Sabes que tenemos demasiado trabajo.—niega con la cabeza.

—Pero ya todas las obras están en marcha, no me necesitas a menos de que haya algún cambio y lo sabes.—digo cansado.

Él hace una mueca y niega con la cabeza.

—Necesito irme a la isla, estoy saturado luego de todo lo que pasó.—digo sincero.

Aidan sabe absolutamente todo porque le he reprochado que todo ha sido su culpa, aunque agradezco que me haya obligado porque pude verla al menos una última vez.

—Te entiendo, pero sabes que de verdad te necesito atento a cualquier imprevisto.

—Dejaré mi teléfono encendido, podrás comunicarte cuando quieras.

Lo piensa por un rato antes de asentir abatido, sabe que no dejaré de insistir y que a fin de cuentas aunque no quiera que me vaya, lo haré. Chocamos nuestras manos en despedida y luego de despedirnos, entro a mi auto y arranco.

~~~

Luego de dos días al fin es viernes y por fin puedo dejar a Jax en casa de Jane, para luego subir a mi auto y conducir hasta el aeropuerto. Estoy más que feliz de poder alejarme de todo.

La verdad necesito días a solas en donde pueda meditar y tratar de pensar en algo para sacarme a Amellie de la cabeza. Aunque sé que será imposible.

Al estacionar el auto, me dirijo a donde me corresponde para embarcar, llevo solo un bolso por lo que no necesito chequear maletas.

Espero una media hora hasta que nos indican que podemos comenzar a abordar, así que comienzo a caminar hacia la chica que verifica los boletos y luego de que chequee el mío, camino hacia el pasillo que me lleva al interior del avión.

Y es así como luego de dos horas, estamos aterrizando en mi querida isla. Donde el aire golpea mi rostro y me siento más que feliz de poder estar aquí.

Sin pensarlo, apago mi celular antes de comenzar a caminar por todo el aeropuerto para salir en busca de un taxi.

Cuando digo que necesito un tiempo a solas, es verdaderamente a solas.

Amellie

Suspiro cansada cuando entro en mi departamento luego de un largo día en el hospital, los jueves nunca hay tanto trabajo, pero hoy fue una locura. Cierro los tres seguros que he instalado en la puerta hace unos meses y me dirijo a la cocina.

Luego de todo lo que sucedió, me quedé en un hotel por varias noches, debido a que denuncié a Izan y tenía miedo de que viniera a buscarme.

El gran moretón en mi rostro sirvió como evidencia en mi denuncia y lo detuvieron, pero por supuesto, ante una gran cantidad de dinero salió ileso de la cárcel.

Vino a mi departamento e intentó entrar, pero había cambiado la cerradura y comenzó a patear la puerta para que abriera. Mis vecinos fueron testigos de esto y volví a denunciarlo, consiguiendo una orden de restricción que incumplió unos meses después, haciendo que lo arrestaran nuevamente y ahora se encuentra en la cárcel, cumpliendo una condena de año y medio.

Lo sé, ¿loco, no? Un gran y sensible médico tras las rejas por abuso y violencia doméstica, luego de haber sido un príncipe durante tres largos años.

Cada día que pasa agradezco más el no haberme casado, porque estoy segura de que mi vida sería miserable. Aunque ahora no es tan diferente a eso, al menos nadie me golpea.

Luego de cenar, entro en mi habitación y me dedico a hacer una videollamada con mamá luego de tanto tiempo.

—Hola, mi niña.—dice con una gran sonrisa.

A mamá se le han comenzado a notar un poco los años, pero sigue siendo hermosa y actualmente es mi mejor amiga, ya que confiar en otra persona se me hace casi imposible.

—¿Qué tal todo en París?—pregunto contenta.

—Nada fuera de lo usual, mi amor, ¿qué tal tu día?

—Ajetreado.—confieso frotando mis ojos levemente.

Same Old Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora