Capítulo treinta y nueve

477 71 59
                                    

Amellie

Luego de un rato siento que abren la cajuela del auto y me llevan en brazos hasta lo que parece ser un avión, no logro ver nada pero logro escuchar los motores de éste andando. Mi estómago da un vuelco cuando me obligan a correr rápidamente y las lágrimas no dejan de salir sin control.

Subo las escaleras que me obligan y al estar dentro, me dan un golpe en la parte trasera de mis rodillas que me hace caer dando un chillido. Siento como amarran mis tobillos y mis manos detrás de mi espalda.

Pido que me dejen ir y por supuesto recibo una bofetada, por lo que decido callar. Pero sin querer, grito cuando siento que me pinchan el brazo. Y luego de unos momentos, caigo profundamente dormida.

~~~

Despierto al sentir un fuerte olor y de inmediato la adrenalina recorre mi cuerpo, ¿dónde se supone que estoy?

Me estremezco al sentir algo frío rozar mi brazo. Estoy en una habitación completamente negra, alumbrada por un bombillo que cuelga del techo. Trago saliva y mi corazón se va a salir de mi pecho cuando me encuentro con esos ojos azules que tanto me gustan mirándome con preocupación.

Tiene el rostro lleno de moretones y algo de sangre que recorre su frente, tiene la boca sellada por cinta y cuando trato de hablar me doy cuenta de que también han sellado la mía. Maldigo internamente al ver a Annette inundada en lágrimas.

Un hombre canoso de ojos oscuros se encuentra a mi lado y me sacudo con rabia cuando noto que está pasando un cuchillo por mi brazo mientras me sonríe.

—Así que esta es la hija de Segal.—dice haciéndome estremecer.—Tengo que reconocer que tienes buenos gustos, Alessandro.—le mira y Alessandro gruñe haciéndole reír.

De inmediato el miedo me recorre debido a que corta mi blusa en dos partes pasando el cuchillo de un solo tirón. Mi respiración se acelera aún más si es posible y él pasea el cuchillo por mis costillas y abdomen.

Sollozo cuando entierra un poco la hoja del cuchillo cerca de mi ombligo, haciéndome sangrar. Arde, arde demasiado, pero no tanto como mi pecho ante la angustia de estar aquí sin saber si realmente nos van a rescatar o no.

¿Y si no logré colocarle el localizador? ¿Y si lo logré pero ese hombre no ha tomado el avión con nosotros?

Mis pensamientos son interrumpidos cuando el hombre que reconozco como Tom debido a las fotos que nos mostró Ava, corta mis pantalones y los arrebata de mi cuerpo con brusquedad, dejándome también en ropa interior. Alessandro se remueve con rabia ante el toque de Tom sobre mi cuerpo, y siento que puedo morir en este instante.

Si este hombre quiere hacerme daño, realmente puede hacerlo sin problema, estamos completamente indefensos. Posa sus labios en mi cuello y quiero quitarme pero me sostiene con su mano. Escucho que Alessandro lanza un grito ahogado y Tom sólo sonríe antes de separarse.

—No te preocupes Alessandro, no la tocaré, no me van las rubias. Prefiero a las castañas rebeldes como tu mamá.—dice Tom muy cerca de mi rostro.—Además, se la he prometido a Kozlov.

Las lágrimas caen por mi rostro, una tras otra sin parar y al parecer esto llena a Tom de satisfacción. La puerta se abre y un hombre alto, con cabello negro y ojos grises entra, mirándome con un gesto que simplemente me provoca miedo.

Es el hombre de la foto que vi en los archivos de Ava: Kozlov.

Tom se levanta y él se agacha para quedar a mi altura. Se queda mirándome sin hacer otra cosa que sonreír, y sin verlo venir toma su arma, jala el martillo y la coloca entre mis ojos.

Same Old Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora