Capítulo treinta y seis.

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Toronto, Canadá.

Luego de algunas horas, todos están en camino al barrio donde se encuentra el departamento de Grant. Nadie habla, sólo se escuchan los leves sollozos de Kiana que aparecen de vez en cuando.

Cuando Beth logró contactar a Michael, él les dejó claro que hace demasiado no estaba en el negocio y no conocía a nadie que pudiese ayudarles, pero Mason y Matthew, sus hijos, podían ayudarles sin problemas. Tampoco se encontraban en ese tipo de negocios, pero tenían contactos en todas partes de Canadá.

Michael no pudo hacer nada más que enviar a sus escoltas para protegerlos en el trayecto del aeropuerto al edificio de Grant, lo cual ellos agradecieron sin pensarlo. Acordaron no verse en persona debido a que no podían llamar la atención de nadie y ellos entendieron.

Sin embargo, un extraño sentimiento se encontraba en Grant, porque nunca había tenido que dejar de contar con la ayuda directa de Michael y para él confiar en otras personas no es nada fácil, mucho menos cuando son sus hijos los que están en peligro.

Al bajar del jet de Abraham todos se dirigen rápidamente a los autos, con Jaxon incluido. Él quiso acompañarles y ninguno rechistó al respecto debido a que no podían dejarlo solo en esas condiciones. Con mucha dificultad salió del hospital y ahora con ayuda de los demás y una silla de ruedas, se encuentra mirando ansioso por la ventanilla del auto.

Sabía que esto podía pasar en cuanto Abraham le contó de la posibilidad de que Tom y Teressa estuviesen fuera de la cárcel, pero nunca imaginó que de verdad fuese posible sino hasta que recibió dicha golpiza que lo envió al hospital.

Cuando los autos aparcan fuera del edificio abandonado, Kiana, Abraham y Jaxon fruncen el ceño mientras que Grant y Beth sólo se dedican a salir del auto. Kiana toma la silla de ruedas para Jaxon y él con mala cara acepta la ayuda. Se dirigen a la entrada mientras los siete escoltas cuidan sus espaldas.

El barrio se encuentra completamente desierto y esto hace que a Kiana la recorra un fuerte escalofrío por la espalda. Respira profundo y se acerca al edificio, donde Beth introduce una clave en un panel eléctrico, pero nada sucede. Ella frunce el ceño y mira a Grant.

¿Cambiaste la clave?

Grant suspira y se acerca al panel para poner la clave él mismo.

Michael se encarga de cambiarla una vez cada cierto tiempo, cuando alguien viene a limpiar. No pienses que he estado aquí sin tu consentimiento.—dice mirándola serio, no quiere perder la paciencia porque sabe que estar en este lugar es algo tenso para ambos.

Ella simplemente asiente mientras tiene la mandíbula apretada. Entran al ascensor, pero la silla de ruedas no cabe con todos dentro. Jaxon rueda los ojos.

Lo siento, mi departamento no está diseñado para inválidos.—dice Grant burlón.

Debería, porque si sigues jodiéndome vas a pasar a ser uno.—dice Jaxon con mala cara.

Cuidado con tus amenazas, Fabreschi grande, estamos en mi ciudad.

Basta.—dice Beth seria y se acerca para ayudar a Jaxon pero Grant le detiene.

Déjame hacer una buena obra para un discapacitado.

Eso no impedirá que te vayas directo al infierno.—dice Jaxon con molestia y esto solo hace reír a Grant.

Vale la pena intentar, inválido.

Jaxon rueda los ojos de nuevo y entre Abraham y Grant le ayudan a entrar al ascensor.

Same Old Shadows.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora