Amellie
Al colgar la llamada, la sonrisa no se va de mi rostro por horas. A este punto la verdad ya ni sé qué estoy haciendo, sólo me dejo llevar.
Por supuesto sé que no debería porque está el gran detalle de que estoy comprometida con Izan, pero una parte de mí siempre tendrá una gran debilidad por Alessandro.
Ya no somos unos niños, ambos somos profesionales y tenemos una vida, pero no puedo continuar con la mía sin tener claro que esto se acabó y darle un cierre.
Después de todo lo que hemos dicho la última vez que discutimos en Los Ángeles, he dicho muchas cosas que no eran ciertas, sobre todo al compararlo con Landon, el cual sin yo saberlo estaba con Rose a mis espaldas y yo me enteré hasta hace poco.
Por supuesto ahora están juntos y yo me sentí una imbécil, pero luego decidí no darle importancia. Esa fue otra de las razones por lo que no quisieron hablar conmigo.
Suspiro y me recuesto en mi cama, la verdad ya no sé qué pensar o qué hacer. El sonido de la puerta me saca de mis pensamientos y momentos después Izan entra a la habitación.
Se acerca mientras me sonríe y se posa encima de mí con cuidado para besarme, por lo que le correspondo suavemente.
—¿Cómo te fue hoy?—me pregunta luego de acostarse a mi lado, mirándome.
—Bien, aunque estuvo muy movido.—digo haciendo una mueca.
En el área de emergencias del hospital se ve de todo, pero hoy fue una verdadera locura y estoy exhausta. Agradezco que mi guardia terminara temprano.
—Te ves cansada.—hace un mohín.
—Lo estoy.—confieso.
—¿Ves por qué digo que no deberías trabajar? Si estás cansada siendo joven, imagínate después.—dice mirándome a los ojos y me contengo de insultarle porque debo decirle que Alessandro ha aceptado venir.
—No hablemos de eso, ¿vale?—digo seria.
Él suspira y asiente.
—Te tengo noticias.—agrego comenzando a sentir como una sonrisa se asoma por mi rostro al pensar que lo veré.
—¿Buenas?—sonríe y asiento.
—Quiero comenzar a remodelar la casa.
—¡Cariño eso es excelente!—besa levemente mis labios.
—Lo sé, ya he llamado a Alessandro y ha aceptado formar parte del trabajo.
—Perfecto, ¿cuándo comenzarán?—se nota demasiado entusiasmado y la verdad me extraña.
—Al parecer dentro de un mes, tiene otro trabajo pendiente y le dije que lo puedo esperar.—digo contenta pero él hace una mueca.
—Si quieres podemos buscar otro arquitecto aquí.
—¿Quién te entiende? Has sido tú el que ha querido que los llame.—ruedo los ojos y voy a levantarme pero me detiene con su mano.
—Solo quiero que tengas la casa cuanto antes, no veo por qué esperar.—frunce el ceño.
—Pues ya le he dicho a Alessandro y aceptó, vendrá en el momento que sea, se quedará en mi departamento y...
—¿Qué?—me interrumpe con molestia.
—Es preferible eso a que pagues por un hotel por mínimo tres semanas, ¿no crees?—me cruzo de brazos.
—No puedes pedirme que me sienta cómodo con eso.
—Me quedaré contigo, él estará solo aquí, tal vez con su perro.—explico sonriendo levemente ante lo lindo que se escuchaba con su perro.
—De verdad no sabía que esto sería así.—dice riendo irónico y vuelvo a rodar los ojos.
Suspiro y me acerco a él, sé que si me pongo a la defensiva no conseguiré que Alessandro venga, y de verdad necesito verlo aunque sea una última vez.
—Solo será un corto tiempo, además podemos practicar vivir juntos.—le guiño un ojo y él hace una mueca antes de sonreír un poco.
—Está bien, cariño.—dice por fin y besa suavemente mis labios.
—Me ducharé.—digo antes de levantarme.
—¿Quieres que vaya contigo?—me pregunta con una sonrisa.
—La verdad quiero relajarme sola.—digo en tono de disculpa y él asiente.—Por cierto, debemos pagar el impuesto de avión para su perro.—digo antes de esconderme en el baño.
—¡¿Qué?!—exclama y yo río levemente.
~~~
Por las siguientes semanas no tengo noticias de Alessandro, y me abstengo de enviarle algún mensaje porque no quiero interrumpir su trabajo. Además, no quiero ser intensa.
Estoy actuando como si todo estuviese normal entre nosotros y no hay nada más alejado de la realidad, pero verlo me hace demasiada ilusión, aún cuando no vaya a estar con él.
Sólo quiero tenerle en mi vida de nuevo, al menos por unos días antes de decidir si de verdad quiero dejar de verlo o no. Por supuesto también influye su decisión, y precisamente eso es algo que debemos hablar.
Observo a mi paciente número veinte en lo que va de día. Es una chica de unos quince años, que llora al tomar su pierna con fuerza, estando acostada sobre la camilla.
Tomo la carpeta que me han dado donde están sus datos personales y veo que se llama Sabrina.
Entro en el cubículo y cierro las puertas. Ella llora mientras una mujer, que parece ser su madre, acaricia su cabello.
—Buenas tardes, mi nombre es Amellie. Tú debes ser Sabrina.—digo acercándome a ella, quien asiente sin dejar de llorar.
—Soy su madre, Roxanne, mucho gusto.—dice en tono nervioso mientras extiende su mano, la cual estrecho levemente.
—¿Qué ha pasado, Sabrina?—pregunto lista para apuntar en la hoja lo que sea que me diga.
—Me caí de la bicicleta y me di un fuerte golpe en la pierna, creo que está rota.—dice como puede.
Anoto mientras asiento. Le hago las preguntas y exámenes rutinarios haciendo uso de mi estetoscopio. Sabrina se queda viéndolo.
—Me gusta, es muy lindo.—dice intentando calmarse, yo sonrío.
—Me lo ha regalado una persona muy especial.
—¿Tu novio?—pregunta ahora mirando mi mano, donde llevo el anillo.
Suspiro y asiento. Sigo revisándola y cuando toco su pierna chilla. Noto que hay marcas de sangre en su pantalón y aprieto los labios.
Sigo anotando en la hoja hasta que su voz nuevamente llama mi atención.
—¿Te casarás con él?
La miro fijamente y frunzo un poco el ceño, confundida por su pregunta. No debo intercambiar información personal con mis pacientes, eso lo sé, pero es una niña y necesito su confianza para que se deje tratar.
—Sí, eso espero.—digo intentando sonar amable, ella suspira.
—Ojalá algún día pueda casarme con el hombre de mis sueños.—dice con ilusión haciéndonos reír a mí y a su madre.
—No siempre debe ser el hombre de tus sueños, cariño, puedes encontrar un amor perfecto en alguien distinto a lo que pensabas.—dice su madre acariciándole el cabello mientras Sabrina niega con la cabeza.
—Tú te separaste de papá porque no era el hombre de tus sueños, no quiero que me pase eso. Cuando me case, quiero estar segura de que será con el hombre que amo.
Muerdo mi mejilla incómoda y su madre la mira con reproche. La verdad Sabrina tiene razón, se supone que debes casarte por amor, y yo he aceptado casarme con Izan porque de verdad lo quiero, pero, ¿lo amo?
—Del uno al diez, ¿cuánto te duele?—pregunto intentando eliminar el tema de conversación.
—Siete.—dice suspirando.
Asiento y salgo del cubículo, llamando a Sharon, la enfermera de turno.
—Paciente de catorce años, femenina, con posible fractura de fémur, necesito rayos x y tramadol endovenoso.—digo firmando la hoja de las indicaciones.
Ella asiente tomándola y simplemente asiente antes de irse por el pasillo. Me recuesto al mesón de enfermería, con mis codos apoyados en esta y mis rostro entre mis manos.
¿Qué estoy haciendo?
Mi teléfono suena y suspirando lo tomo, sintiendo que mi corazón se acelera al ver que Alessandro me ha enviado un mensaje.
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Same Old Shadows.
General FictionCuando tienes un pasado oscuro, lleno de dificultades e historias que no te apetece contar, es muy difícil que no tengas sombras presiguiéndote por el resto de tu vida. Cuando intentas cortar los problemas de raíz, muchas veces sólo logras meterte...