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—¿Por qué? 

— Bueno... porque en 2 días comienza la temporada de clases, en vez de guardar tus cosas aquí, mejor las dejas donde están ahora y sólo utilizas lo necesario estos dos días. Así apenas lleguemos a nuestra habitación en el colegio, podrás ordenar tus cosas en tu lado. —¿Mi lado?

—¿Es un internado? —pregunté alarmada. Jamás en mi vida había estudiado en un internado y nadie me había mencionado eso.

—Claro, ¿No te lo dijo Will? —giró su silla hacía mí y se sentó con sus piernas cruzadas sobre ella —Es un internado. Y supongo que compartiremos habitación, ya que tú no conoces a nadie más y yo no quiero compartir con las chicas. A veces son un poco... fastidiosas. —terminó de hablar y sonrió espontáneamente. Me gustaba la idea.

—Genial —sonreí también.

Ese mismo día, por la tarde, apareció una nueva integrante de la familia en casa: Mayra, la esposa de papá y madre de los chicos.

Muy simpática y cariñosa, me acogió muy bien y me hizo sentir cómoda durante la comida de la noche.

Al ver su apariencia, me di cuenta de inmediato del parecido entre sus hijos y ella. Me pregunto cómo habrá sido su ex marido, el padre de los chicos.

Los siguientes dos días en Londres fueron extraordinarios, compartí más con mi nueva familia y de a poco comienzo a conocer a los chicos. Hasta ahora sé que Daniella tiene 16 años, Mike, 18 y Tiffany, 19

Daniella es más que simpática y está rodeada de amigos. Si no está con ellos en fiestas o centros comerciales, está colgada al teléfono o hablando con ellos por internet, pero siempre, de alguna manera se mantiene en contacto con ellos. Me di cuenta de que todos la llaman Toffee, y cuando pregunté un día, durante el almuerzo, Mike dijo que se debe a su obsesión con los dulces Toffee desde que era muy pequeña.

Mike, suele ser muy cariñoso con todo el mundo, muy deportista y siempre disponible para hacer favores o tareas en la casa.

Por último, Tiffany, al parecer es de esas personas a las cuales todo les molesta, no tiene el mejor humor del mundo, pero cuando quiere divertirse puede hacerlo, sea con sus amistades o con su propia familia. Es de esas personas que no se quieren al principio, pero que se aprende a tomarles cariño y llegar a comprenderlas.

Es una familia de cinco personas, claramente más grande que la mía, sin contar a la gran cantidad de empleados que trabajan en esta gran casa, pero no creo que sea difícil adaptarme, pues todos quienes viven aquí han sido muy acogedores conmigo.

Ya me he aprendido los nombres de varios trabajadores; la cocinera, mucama, obviamente el mayordomo, Jeff. Todos son muy amables y serviciales, y siempre parecen estar muy felices de trabajar aquí. No existe esa típica relación empleador-empleado que se ve en general en casas tan grandes como ésta, parece más bien que todos son parte de la familia, porque Will, Mayra y los chicos los tratan como si así fuera.

Lo que más me gusta de todas estas personas que he conocido aquí, es que siempre están de buen humor, bueno, a excepción de Tiff a veces. Pero el ambiente es muy ameno y me encanta.

Ya Mike, y Toffee están preparando sus cosas para entrar el lunes a clases, Tiff irá a la universidad éste año y se ve bastante nerviosa. Yo, por mi parte, descanso un poco los nervios, mi bolso está más que listo desde hace dos días. Sí, le he hecho caso a Daniella.

Todos se ven muy relajados. Claro, con las típicas ansias que todo el mundo siente un día antes de comenzar el año escolar, pero sólo eso. En cambio yo, con los nervios de punta y con pánico a no ser querida en el nuevo colegio. Por suerte, Daniella estará conmigo en todo momento. No sólo compartiremos habitación, también nuestros compañeros serán los mismos, pues estudiaremos en la misma sección.

—¡Toffee, espera! —exclamaba constantemente, pues ella, al parecer, conocía a TODO el colegio. Todo el tiempo aceleraba el paso para saludar a miles de personas, mientras yo de a poco comenzaba a quedarme atrás, entremedio de todos los estudiantes que se cruzaban con sus bolsos por el pasillo principal.

Teníamos que llegar a la habitación 304, y estaba prácticamente al final. Quería adelantarme y caminar directamente hasta allá, pero no tendría mucho sentido.

Toffee tenía la llave.

Finalmente la alcancé y, al parecer, no había más personas que ella conociera a lo largo de ése pasillo. Probablemente durante cada recreo se encontraría con más conocidos y amistades por todos los pasillos que cruzáramos, pero tendría paciencia, lo sabía.

Al fin abrió la puerta y entramos a la habitación. Mis oídos pudieron descansar de todo el bullicio que había afuera, y sentí el silencio y la calidez del aire que habitaba allí. —Al fin —suspiró, dejándose caer sobre una de las camas. Mientras, yo dejé mi grande y pesada maleta en el suelo. Mi espalda comenzaba a doler un poco. Y al igual que ella, me dejé caer sobre la otra cama.

Toffee se levantó de su lugar y se dirigió a la ventana, para mover el palito de las persianas y permitir el paso de la luz hacia adentro. Observé la habitación por todos lados: Era inmensa. Genial, así cada una podrá tener su espacio sin problemas. Las paredes eran blancas, excepto por una: la del fondo, que tenía un color parecido al de la sandía. Era lindo. Y al final había una puerta que daba al baño.

No pude mirar lo suficiente, pues de pronto la puerta se abrió de golpe, provocándome dar un saltito. Miré a Toffee, que al parecer también estaba sorprendida, luego hacia la puerta, y tres chicas un poco exaltadas entraron en la habitación.

—¡Daniella! — gritó una de ellas, muy emocionada. Observé a cada una de pies a cabeza: La primera era rubia, delgada y alta. No tenia una mirada muy simpática, sólo un par de grandes ojos delineados levemente con un tono verde oscuro. La segunda chica era tanto o más alta que la primera, su piel era tostada y su cabello lacio y muy largo. Y, por último, la chica que había dado el alarido: un poco más pequeña que las otras, casi de mi tamaño, tal vez un poco más alta. Su ropa era un poco extraña, pero le quedaba bien. Su cabello oscuro y ondulado, y su piel medio dorada. —¡Chicas! ¿Cómo va todo? — exclamó Toffee al verlas.

—Ahm... ella, ¿Quién es? — preguntó la chica rubia, con una mirada un poco despectiva que me hacía sentir poco bienvenida.

—¡Oh! Lo siento — rió Toffee — ella es Key, es la hija de Will. — me presentó, aun con una agradable sonrisa en la cara.

— ¿Will tiene una hija? — preguntó extrañada, la morena. — ¡Wow! Nunca lo imaginé. — se acerco a mi y estiró su mano abierta. — Soy Brandy. — tomé su mano, contenta y Daniella nombró a las otras dos.

—Key, ella es Megan — indicó a la rubia — y ella es Johanna —continuó, apuntando con su dedo a la chica que faltaba. Ambas me miraron y mostraron una sonrisa forzada. No le di mucha importancia, aun estaba ansiosa por entrar a clases. Las tres chicas se quedaron en la habitación por unos 20 minutos, hasta que finalmente sonó el timbre. Era un ruido tan ensordecedor, que me dieron ganas de salir corriendo de ahí, pues para nuestra mala suerte, el timbre estaba justo afuera de nuestra ventana. Imagínense lo insoportable que era el sonido.

Salimos rápido de la habitación y prácticamente corrimos a la sala de clases. —¿Qué tenemos ahora? —consulté a Toffee, apenas nos acomodábamos en los bancos.

—ah... — sacó rápidamente un papelito, todo arrugado de su bolsillo y lo estiró un poco con sus dedos. —Matemát... —no terminó de decir la palabra, cuando un sonido repentino nos hizo sobresaltar. Dirigí la mirada hacia la puerta y vi a un hombre sobre los 50 años, que gritaba mirando hacia fuera, a través del vidrio ubicado en medio de la puerta blanca, "¡Son 3 minutos de retraso! Sin pases no entran a mi clase"


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora