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Tomé mi bolso y salí. Al pasar por el lado de Toffee, susurró:
— Suerte con el castigo 

A lo que respondí: — Suerte con tu cita. — ambas sonreímos.

Afuera me esperaba un señor alto y "grueso", por así decirle. Le sonreí intimidada, pero el señor simplemente me miró severo. El prefecto del pabellón C, es decir, el nuestro.
Sin decir absolutamente nada comenzó a caminar por el pasillo y lo seguí a paso rápido.
Bajamos por las escaleras hasta llegar al primer piso y salimos del edificio. Por suerte la lluvia ya había cesado.
Cruzamos la pileta central del campus y entramos a un edificio más pequeño que todos los demás. Más bien era como una casa, sólo que cuadrada. Y a diferencia de los otros edificios, éste en vez de tener cuatro pisos, tenía sólo dos.
Sobre la puerta de entrada había un cartel enorme que decía "Administración". Una vez adentro sólo vi seis puertas con distintos carteles en ellas: Dirección, secretaría, pedagogía... no recuerdo el resto.

Todas las paredes eran blancas y del techo colgaba una lámpara un poco enceguecedora. En la pared del fondo había cuatro asientos azules y de plástico; en uno de ellos estaba Niall, quien me miró con ternura apenas entré.
Me hicieron tomar asiento también. El prefecto entró por la puerta llamada "Dirección"
Niall no dejó de observarme hasta que me senté a su lado.
— Al menos es Viernes — se excusó. Como si yo fuese su conciencia.
— Al menos me divertí hoy contigo — me excusé de mejor manera.
Ambos reímos sin muchas ganas y pronto el silencio nos invadió. Un silencio que me hacía sentir presionada. Ambos sabíamos que en cualquier minuto saldría alguien por la puerta que teníamos en frente y nos harían entrar a esa oficina para ser "juzgados".
Pasaron seguramente quince o veinte minutos, entonces una mujer joven, vestida formalmente, su cabello tomado y sus labios rojos, abrió la puerta de dirección y nos hizo pasar.
Aquí muero, pensé.

— no puedo creerlo, Key — decía todo el tiempo, y me miraba con cara de circunstancia mientras caminábamos por el pasillo hacia mi habitación.
— Mike, no creo que sea para tanto. — comenté para que dejara de regañarme cada dos por tres. — Además — agregué — ya me dieron mi castigo, ¿no? Tengo mi merecido y con eso me basta.
— sí, y qué suerte que Will no esté en Londres, porque sino tendrías un castigo aquí y otro en casa. — Al fin llegamos a mi habitación. Creí que nunca llegaría.
Mientras buscaba la llave y abría la puerta Michael seguía regañándome y diciendo cosas como "Si tu padre estuviera aquí", o "Recién un mes de clases, encima eres nueva en el instituto", bla... bla... bla.
— okay, sana y salva en mi habitación. — interrumpí sus quejas, sonriente.
— sí, y espero que no salgas de ahí, ¿Está claro? — continuó molesto. ¡Dios! ¿No tiene un botón de apagar?
— Claro Mike, gracias Mike, adiós Mike. — Cerré la puerta en su cara y no lo oí más. Al fin, pensé.
¡y quiero que te abrigues! — exclamó una vez más al otro lado de la puerta. Rodé mis ojos e intenté ignorar la orden.
La habitación estaba vacía, entonces recordé que Toffee estaba en su cita con Liam.
Apenas eran las 9.30pm, sin embargo sentía como si fuese muchísimo más tarde, estaba muy cansada.
Tontos miembros de dirección, nos mantuvieron durante una hora dentro de esa pequeña oficina juzgando nuestros actos y "tomando las medidas necesarias".
Me asomé por la ventana, al parecer nuevamente iba a llover, ya que el ambiente estaba húmedo y el cielo seguía estampado de nubes negras.
Me puse mi pijama, lavé mis dientes y me preparé para dormir. Recordé que mi pelo estaba mojado. Lo toqué para verificar que se hubiera secado un poco: Sólo estaba húmedo. Qué importa, no me moriré por dormir con mi cabello mojado una noche.
Me senté en mi cama y me tapé las piernas con las sábanas. Tomé un lápiz y mi cuaderno de dibujos, y comencé a revivir el día. Desde que llegué a la habitación por la tarde no tuve tiempo de pensar en todo lo ocurrido hoy.

Busqué alguna hoja que estuviera en blanco y comencé a dibujar la banca en la que me senté hoy junto a Niall. Al lado de ella dibujé el riachuelo y, en la banca a él y a mi sentados, sonriéndonos el uno al otro.
Hoy, a pesar de todo, fue un día hermoso. ¡Me encanta mi nueva vida!
Al terminar mi dibujo apagué mi lamparita de mesa y me dormí en un par de minutos...

Los golpes en la puerta me despertaron a la mañana siguiente.
— Kay, abre la puerta — se oyó desde afuera. No hay como despertar por la mañana con esa sensación de "hoy es sábado". Pues ahora no tengo esa sensación. Seguía oyendo los golpes en la puerta.
Simplemente tapé mis orejas con la almohada.
Key, seguiré aquí hasta que abras la puerta. — ¡Agh! No puede ser. Qué fastidio.
Me levanté con pesar y abrí la maldita puerta.
— ¡¿Qué?! — saludé.
— vengo a encargarme de que cumplas con tu castigo. — habló Mike. — ya son las 10am y a las 11.30 debes estar en administración.
— ya voy, ya voy — me di media vuelta y fui hasta el armario a buscar qué ponerme.
Miré a Toffee, que dormía profundo. Mike entró a la habitación y cerró la puerta detrás de sí.
— apúrate, Key. Entra a la ducha. 
— ¡ya voy, Mike! — exclamé. — no sé que ropa se debe usar en un castigo. — Este chico me está estresando.
— ¡ya, cállense! — Mike y yo nos paralizamos y miramos a Toffee; Estaba toda despeinada, su maquillaje se había corrido, y nos observaba con odio, sentada encima de la cama.
— lo siento — dijimos al unísono. Entonces ella volvió a su almohada y cerró sus ojos.

Sin más, tomé lo más simple de mi armario y entré a la ducha. Una buena y larga ducha caliente. ¿Alguna vez les pasó que están en la ducha sin moverse, pero sin querer salir del chorro de agua? Eso me pasa ahora mismo. Lamentablemente tengo un castigo que cumplir y no puedo darme el lujo de estar aquí por siempre.
Detuve el agua, me vestí, peiné, maquillé y cepillé mis dientes.
Miré la hora: 11am. Perfecto, tengo media hora para desayunar y luego al querido y ansiado castigo.
Me miré en el espejo una vez más y arreglé detalles. Los golpes en la puerta nuevamente. No puedo creerlo. ¿Cómo puede existir una persona TAN preocupada de los castigos de su hermanita menor
Ya harta, me dirigí a la puerta, dispuesta a decirle unas cuantas cosas a mi querido hermano.
— ¡Mike, te dije mil veces que yo...! — al abrir la puerta de par en par me llevé un susto.


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora