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Hay muchas formas en las que se puede despertar; A veces nos despertamos en medio de la noche, un poco desorientados, otras veces nos despertamos más tarde de lo que planeábamos y nos sentimos estresados, otras simplemente estamos de buen humor o, por el contrario, de malas, o tristes, o eufóricos. Hay días en que nos despertamos en una posición incómoda, o en la misma que nos hemos dormido. Podemos despertarnos gracias a alguien, o por culpa de alguien, acompañados, solos, cansados o muy relajados...

Sin embargo hay algo que siempre sucede, no importa en qué situación estemos al abrir los ojos: Recordar cómo nos sentíamos antes de dormir. Y eso puede ser fundamental para definir cómo nos sentiremos durante el resto del día. 

En mi caso, me sentía muy cansada al despertar, además de incómoda, dado que había muchas cosas extrañas conectadas a mi cuerpo y máquinas funcionando a mi al rededor. 

Me sentía muy asustada cuando abrí mis ojos, partiendo porque lo primero que vi fue una mascarilla de oxígeno cubriendo más de la mitad de mi cara, luego sentí la famosa mariposa inyectada en el dorso de mi mano. Y segundo, claro, por todo lo que había sucedido antes de dormirme. 

No sabía el cómo, ni mucho menos el por qué de todo lo que estaba pasando con mi cuerpo, pero tenía la extraña sensación de que el tratamiento ya no estaba funcionando. Muchas veces he oído hablar de personas que tienen sensaciones o incluso sueños que les indican cuando algo anda mal o extremadamente bien. Pues yo estoy muy lejos de ser una de esas personas, pero ésta vez, por primera vez en mi vida lo estaba experimentando y me sentía completamente en lo correcto... y eso me asustaba aún más.

Recorrí toda la habitación con mis ojos: Pared, pared, máquina, ventanal cubierto por una persiana, más máquinas, un par de sillones y luego yo. No había mucha luz gracias a la cortina, pero sabía que estaba de día, ¿Qué hora? Ni idea. 

Volví a hacer un recorrido, pero ésta vez sobre mi misma, a pesar de lo poco que la mascarilla me permitía ver, observé la punta de mis pies, escondidos bajo las sábanas y fui subiendo, hasta llegar a mis brazos. Fue apenas entonces cuando me di cuenta de que alguien sostenía mi mano derecha. 

No podía ver más arriba, por lo que comencé a mover mis dedos de a poco hasta que una cabeza se levantó y me miró; Niall. 

—Hola preciosa. —Dijo con su voz agotada. Sus ojos estaban rojos y llevaba grandes ojeras debajo de ellos, su cabello desordenado, sus mejillas rojas. 

Se levantó de su asiento, poniéndose de pie junto a mí. No dejé de mirarlo desde mi almohada, ni el a mí desde ahí arriba. 

—¿Cómo te sientes? —Preguntó, acariciando mi mejilla con sus nudillos. 

Asentí levemente con la cabeza. A pesar de lo incómoda que me sentía, estaba mejor. Sonrió de medio lado y asintió también.

—Esperame aquí. —No iba a moverme, podía estar tranquilo. 

Se alejó y salió por la puerta, para volver en menos de tres minutos junto a una mujer de blanco. 

—Hola, cariño. —Dijo ella, mientras revisaba las máquinas de mi al rededor. —Esto podría molestarte un poco. —Seguro no era nada a lo que no estuviera ya acostumbrada. Tomó una aguja y la inyectó al final de mi antebrazo, a la altura del codo, pero claro, por el otro lado. Sí, molestaba un poco, pero era totalmente tolerable.

La enfermera desapareció y Niall volvió a sentarse. —Todo va a estar bien. —Musitó, como siempre y besó mi mano. Si tan sólo supiera lo agradecida que me siento. 

Estaba inquieto, todo el tiempo me miraba, luego se miraba las manos, luego la habitación, volvía a mirarme, se rascaba los ojos, suspiraba... hasta que al fin comenzó a hablar.

—¿Sabes? —Bajó la mirada, se mordió el labio inferior y volvió a verme a los ojos. —A veces tengo miedo. No sé muy bien de qué, no sé a qué le temo tanto. —Suspiró, mirando hacia la ventana. Sus dedos no dejaban de jugar con los míos, ni yo de seguirlo con la mirada todo el tiempo. —Yo sé que no voy a perderte, estoy más que convencido de eso. Pero... —se rió, confundido. —Pero todas estas cosas, todo esto de verte metida aquí, en la clínica o sufriendo dolores físicos, verte perder peso tan rápido... Cada vez que me miras con ese miedo infinito o cuando me dices que no aguantas más tod... —Se interrumpió a si mismo y cerró sus ojos con fuerza, juntando el entrecejo. Se apoyó con los codos sobre la cama y apoyó su frente en sus manos juntas. Volvió a mirarme, con sus ojos ya húmedos y más rojos que antes. —Odio verte así. —Frunció sus labios, cerró sus ojos y una lágrima bajó hasta su mentón. —Y por más que trato de ser fuerte, de que tú me veas siempre en calma para no asustarte más de lo que estás, para que tengas en quién apoyarte... —Suspiró de nuevo, tratando de controlar las gotitas que ya se habían apoderado de su rostro. —Por más que lo intento... han pasado tantas cosas... 

Una lágrima se escapó de mi ojo izquierdo y recorrió mi sien hasta hundirse en la camilla. Tomé su mano y la forcé hacia mí. Niall me miró y se puso de pie para acercarse, estaba confundido, tratando de entender qué es lo que yo quería. Seguí tirando de su mano, hasta tenerla al lado de mi cara. Apoyé mi mejilla sobre ella, como si fuese una almohada y cerré mis ojos, acariciándola con mis dedos. Él se quedó quieto, mientras yo me concentraba en sentir mi piel descasar sobre la suya, en su mano acoplarse con mi cara y, si me era posible, incluso recordar su aroma, que la mascarilla no me permitía sentir. 

—¿Por qué a ti? —Susurró. —¿Por qué, habiendo tantas personas en el mundo, tenías que ser tú?

Abrí mis ojos y lo miré directo. La respuesta que Tiffany me había dado a esa misma pregunta se repetía una y otra vez en mi mente, pero no podía decírsela.

Con mis dos manos tomé la mascarilla y traté de quitármela, pero era imposible. O yo no tenía fuerza, o simplemente estaba muy bien diseñada.

—No hagas eso. —Musitó, quitándome las manos de la cara con suma suavidad. —Después podremos hablar, ¿Sí? —Trató de sonreír, pero realmente no era necesario ésta vez. Sorbió por la nariz y se pasó una mano brusca por toda la cara. Suspiró, volviendo la vista hasta la ventana. —Ya vamos a salir de esto, como lo hemos hecho de todos los problemas. —Me regaló una de sus hermosas sonrisas, ésta vez lo decía en serio... y yo le creía más que a cualquier otra peronsa en el planeta.


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora