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Me desperté el Lunes por la mañana con el espantoso sonido de mi teléfono. Comencé a buscarlo a manotazos entre las sábanas, hasta que lo encontré;

«Despierta pequeña Keyra, es hora de ir a clases» 

¿Okay? El mensaje tenía un número de destinatario desconocido, estaba diciéndome que era hora de despertarme para ir clases, ¿Y eran apenas las ocho de la mañana? ¿Qué clase de broma era ésta? 

Por lo demás, era mi primer día hábil libre de quimioterapias y no pretendía levantarme a las ocho de la mañana, definitivamente no.

Cerré el mensaje y volví a meter el aparato bajo mi almohada. Pero no pasaron más de tres minutos cuando volví a recibir otro. ¡¿Qué diablos?! 

«Hablo en serio. Despierta y entra a la ducha. La escuela te espera»

Tienes que estar bromeando. Suspiré y me incorporé sobre la cama. No, no pretendía levantarme para ir a la escuela, sólo ir al baño para volver a dormirme. Una vez sentada comencé a rascar mis ojos con fuerza y en cuanto los abrí, me encontré con un nuevo mensaje, pero esta vez no estaba en mi teléfono.

Un enorme cartel verde me miraba desde la puerta del armario: «¡Buen día!» ¿Estaría soñando? ¿De qué venía todo esto? 

Me levanté de la cama y caminé hasta el baño, encendí la luz y me acerqué al espejo. Otro mensaje, ésta vez rosa: «¡Vaya! Qué chica tan hermosa, ¿me enseñarías tu secreto?»

Me reí frente a mi propio reflejo, quien fuera que hubiese hecho todo eso se estaba ganando mi amistad. —Gracias, qué amable. —Respondí al aire y me metí a la ducha. ¡Me convencieron!

Me tomé mi tiempo para arreglarme; ahora que tenía apenas dos milímetros de cabello tenía que preocuparme más de mi rostro, pues era mucho más notorio. Papá, además, había comprado algunos pañuelos para que pudiese usar en la cabeza y la verdad es que moría por estrenarlos, por lo que también me tomé el tiempo para elegir el que mejor me sentaba. 

Una vez que estuve lista bajé las escaleras y al final de la baranda me esperaba un mensaje celeste: «No te olvides del desayuno» —Por supuesto que no —Respondí sonriente. 

Entré a la cocina y sobre la mesa había un plato con avena y frutas, mi favorito. «Desayuno de Keyra»

Seguía impactada por todo esto, sin embargo, ya había comprobado varias veces que definitivamente no estaba soñando; soy un poco torpe a veces y me golpeo con las cosas con mucha facilidad.

Me comí toda la avena tan rápido como si estuviese participando en una carrera de comidas, ¡moría por llegar a la escuela y saber qué era todo esto! 

Corrí hasta la sala y antes de siquiera comprobar si Jeff se encontraba ahí o no, comencé a hablarle.

—Jeff, Jeff, Jeff —Dije, hasta que me encontré frente a él. Bajó el periódico del día y me miró por sobre él, yo no dejaba de sonreir. 

—Ve al auto. —Dijo, sabiendo a lo que iba, como cada vez que aparecía así en la sala. —¿Te quedas o te espero aquí? —Preguntó una vez que aparcó en la entrada del instituto. 

En realidad no tenía idea de nada, sólo venía por los mensajes, ¿Cómo sabría si quedarme? —Ahh... ¡me quedo! —Dije sin pensarlo demasiado. —Gracias Jeff, ¡Eres el mejor! —Me bajé del auto sin esperar una respuesta y corrí hasta el edificio de mi generación. 

Se oía una música como de fiesta y muchísimas voces, como si realmente hubiese una celebración ahí dentro. ¡Claro! ¡Era el aniversario del colegio, lo había olvidado!

Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora