Epílogo.

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Me pongo de rodillas junto a la lámina de mármol. Mamá tenía razón; sólo me faltaba el valor de venir hasta aquí, lo demás se daría sólo. 

Carraspeo con la garganta, un poco nervioso. Hablarle me asusta mucho, pero no tengo claro el por qué. ¿Cómo debería comenzar?

—Hola amor. —Sí, eso está bien. —Ah... siento no haber venido antes. Sé que ha pasado un año y un buen novio visita a su chica más seguido, pero estaba asustado y mientrás más tiempo pasaba, más miedo sentía de venir, ¿Qué tal si te decepcionabas de mí? 

—En realidad tomé la decisión hace apenas unas horas... Mamá y Greg me convencieron, de hecho ellos también querían venir a verte, pero les dije que primero quería hacerlo solo y bueno... aquí estoy.

—Te extraño, ¿Sabes? —Se forma un nudo en mi garganta, me hace daño, pero vale la pena. —Nada es lo mismo sin tí y todo ha sido muy difícil. Pero no dejo de intentarlo, porque se que estás acompañándome en cada paso que doy y no pienso defraudarte, por el contrario, planeo hacerte la novia más orgullosa del universo.

—De todos modos no todo ha sido malo. No sé si Mimi te dió la noticia, pero te lo diré de todos modos: Desde que nos dejaste, ella decidió vivir en Londres, pues en San Clemente ya no tenía mucho que hacer y aquí estaría con todos nosotros. Pues fue la mejor decisión que pudo tomar, porque no tardó mucho en conocer a John, ya están casados hace unos meses y apenas ayer nos enteramos de su embarazo. Ella dice que tú le has enviado a ese bebé para hacerle compañía y todos coincidimos en que es así. 

—No me cabe ni la menor duda de que todo esto no ha sido una coincidencia, sino que estaba planeado, así como sucedió lo nuestro. 

Suspiro, pensando en todo lo que tengo para decirle y trato de ordenar las palabras en mi cabeza. De pronto recuerdo las flores, me doy cuenta de que el calor de mi mano las va a matar.

—¡Oh! Te traje flores, casi lo olvido. —Las pongo con cuidado sobre su nombre. —Son girasoles.

—Admito que hablarte ha sido más fácil de lo que creí... prometo venir más seguido, amor. —Unos metros más allá, diviso a una chica sentada hablándole a una lámina de mármol. Me río. —Al parecer no soy el único hablándole a su ser especial. —Entonces me doy cuenta de que tampoco soy el único que ha perdido a quien ama y que otras personas también viven con la pena, también deben intentarlo cada día. 

—Me siento un poco tonto, amor, porque a pesar de todo el tiempo que llevo amándote, sigo sintiendo ese cosquilleo extraño en el estómago, poniéndome nervioso, enredándome al hablarte... y seguro en este momento estás riéndote de mí, ¿no?.. cuánto daría por volver a escuchar esa risita contagiosa, por volver a besarte y abrazarte. Pero me confomo con tus fotografías. Por cierto, he enmarcado los dibujos que me diste en Navidad... te quedaron increíbles, bebé. Cada vez que los veo me siento más orgulloso de mi chica. Seguro dibujas todo el día en tu universo paralelo, ¿eh? Te conozco, enana. 

—Después de que te fueras encontré tu cuadernillo... no sabía que escribieras tu vida ahí, pero te lo agradezco. Y espero que no te moleste que lo haya leído, pero seré honesto; lo hubiese hecho de todos modos. —se me escapa una risa traviesa. En realidad, sé que no le hubiese molestado, sólo bromeo con ella. —Pero no te preocupes, no se lo daré a nadie más, aparte de Toff. Además ella se quedó con tus dibujos y creo que también planea ponerlos en marcos para que estés presente en su casa y así todos puedan ver lo talentosa que eres.

—Te diré en qué parte de la casa estarán; Hoy almuerzo con tu familia, voy a fijarme si Toffee ya los colgó. Si quieres que estén en algún lugar especial, pues... dímelo. —Me sonrío, dándome cuenta de lo tonto que soy. —¿Lo ves? Sigo diciendo cosas estúpidas gracias a tí. Me pones tan bobo...Dios. 

—Espero que lo estés pasando de maravillas, preciosa. Y dale mis saludos a tu mamá. Volveré pronto, lo prometo. 

Me pongo de pie y suspiro, admirando los girasoles sobre su hermoso nombre. Limpio las lagrimillas que se escaparon de mis ojos, sonrío.

—¿Es tu novia? —Pregunta una voz dulce. Miro a mi lado, es la chica que antes estaba un poco más lejos. 

—Sí. —Respondo orgulloso. 

—Debió ser hermosa, ¿no? Porque esa cara de enamorado se ve a kilómetros. 

—Te aseguro que es la chica más hermosa que ha pisado el planeta. —Sonríe con ternura y asiente, dándome a entender que confía en lo que digo. —¿Qué hay de ti? ¿A quién vienes a visitar? 

—A mi hermano. 

—Lo siento. 

—Han pasado muchos años —, asegura, con un ademán que restarle importancia. —Soy Emily. —Dice de pronto y estira su mano. 

—Niall. —Digo, tomando su mano y estrechándola. —Te presento a mi novia, Keyra. 

—Es un gusto, Keyra. Espero conocerte en la Eternidad.

Ahí nos encontraremos de nuevo, amor... En la Eternidad.


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora