A la mierda. Mi razón de seguir luchando acababa de salir por la puerta de mi habitación y no sabía si volvería algua vez. Soy tan estúpida, tan estúpida.
Me derrumbé al borde de mi cama, ya puedo agregar una razón más para no ser felíz a mi lista. Estoy tan cansada, joder. Sólo quiero esperar a que el tiempo pase rápido y poder morir, de todas maneras así descansaría muchísimo más.
No quiero más de esta mierda.
No... quiero... más.
Una vez más me atacó el dolor de huesos. ¿Cómo era posible que aún me quedasen lágrimas? Ya ni fuerzas para llorar tenía, pero las lágrimas seguían ahí, saliendo y cayendo sobre mis manos. Apoyé mi cabeza en el borde de la cama, cerré mis ojos y traté de respirar.
La puerta se abrió de pronto. ¿Había vuelto? Con dificultad abrí los ojos para ver si era él. Pero no.
—¿Estás bien, Keyra? ¿Qué sucede? —Tiffany se sentó a mi lado en el suelo, con un brazo me rodeo para acercarme a ella y con el otro me tocó la frente y toda la cara. —Keyra, qué pasa.
—No es nada. —Respondí con poca y nada de fuerza en mi voz y cuerpo. —No quiero seguir, Tiff. —Una lágrima rebelde volvió a la guerra y cayó.
En una situación corriente hubiese estado muy extrañada de que fuese ella la que estaba sentada a mi lado preocupándose, más que cualquier otra persona. Pero en ese momento no importaba quién fuese, sólo necesitaba a alguien ahí junto a mí y estaba agradecida de que fuese ella, por alguna razón que desconozco.
—Keyra, no puedes botar todo aquí. ¿te das cuenta de que llevas mucho tiempo luchando contra el cáncer? ¿Vas a dejar que todo ese esfuerzo se pierda?
—No entiendo, Tiffany. ¿Por qué yo? ¿Por qué el cáncer me eligió a mí?
—¿Y por qué no tú? ¿por qué tendría que enfermarse alguien más? ¿Has pensado en eso antes?
Traté de ponerme derecha y mirarla de frente, pero no se me hacía fácil. Me sentía casi como si estuviese drogada con algo, no lo sé. No podía ver con claridad, ni moverme correctamente, mucho menos hablar bien, considerando además que ya no tenía voz.
—Escucha. —Se mordió en labio inferior, como si ordenara las palabras en su mente antes de decirlas. —Si te ha dado a tí esta enfermedad, pues es porque tú puedes con ella. De modo contrario quizá sólo habrías muerto de algo... no lo sé, un accidente, algo inevitable, ¿no crees? ¿Por qué tendría que enfermarse alguien más en vez de tí? ¿Acaso esa persona si merece tener cáncer?
Ella tenía razón. Sería injusto desearle a alguien más haberse enfermado de Leucemia en vez de mí. Por mucho que odiase a alguien, jamás en mi vida sería capaz siquiera de pensar en desearle algo como esto. Vivir así es una basura, ni la peor persona del mundo se merecía este sufrimiento. Por lo tanto, ¿por qué no yo? No era una persona especial, alguien que tuviese más derechos sobre la vida que otros. Simplemente el cáncer me eligió a mí y tendría que arreglármelas o simplemente dejar de luchar.
—Gracias Tiff. —Susurré y dejé caer mi cabeza sobre su hombro.
...
Volví a la realidad, sintiendo la luz que se calaba por la ventana enterrarse en mis párpados. Por el amor de Dios, Keyra no te despiertes. Sigue durmiendo, por lo que más quieras. Todas las imágenes de la noche anterior se me vinieron a la mente como una patada en el estómago. Si al menos Toffee estuviese aquí, ella me entendería y me haría sentir bien, como siempre.
Hice un esfuerzo sobrehumano por levantarme de la cama y caminar hasta el baño, donde me paré frente al espejo. Dios... Me estoy conviertiendo en un monstruo. Mis ojos estaban hinchados, al igual que mis labios, que además estaban partidos y secos. Tenía unas ojeras que jamás antes había visto, mi pelo se había convertido prácticamente en pelusas y por dentro... pues por dentro ya no tenía nada.
—Dios mío —Me dije, casi sin aliento. —Me estoy muriendo. —Me pasé las manos por la cara, sin dejar de mirar mi reflejo. Mi piel se ha secado mucho, sobretodo después de toda la sal que recibió ayer.
Me agarré el poco pelo que me quedaba entre las dos manos y tiré hacia abajo; quedándome con un tercio de ese pelo en mis manos. Ya debería cortármelo. Recordé las palabras de Tiffany anoche: ¿Por qué no a mí? Vamos a asumir este puto cáncer de una vez.
Salí de la habitación y bajé las escaleras rápidamente.
—Papá, necesito algo para el dolor de cabeza. ¿tendrás algún remedio por ahí? —Pregunté al entrar en su oficina sin tocar la puerta ni pedir permiso.
—Por supuesto. —Se paró de inmediato y comenzó a rebuscar entre sus cajones. —Aquí hay algo, ¿cómo te sientes hoy? —Comenzó a toquetearme toda la cara y besó mi frente.
—Si, estoy bien, —dije, sacando la pastilla blanca de su mano. —Quiero cortarme el pelo.
Me quedó mirando unos segundos y sus ojos de pronto agarraron un brillo extraño. —¿Estás segura, hija? Antes no querías hacerlo.
—Sí, estoy segura. Ahora quiero cortármelo.
Suspiró. —Bien, te llevaré a que te corten el pelo —Me tomó del mentón con sus dos manos. —Te verás preciosa. —Sonrió conmovido.
De pronto recordé que ya es Viernes, lo que significaba que Toffee y Mike volvían a casa hoy. —¿Mike y Toffee ya vienen, pá?
—Sí, Jeff salió hace un rato, ya deben venir de camino. —Volvió a sentarse en su escritorio y me escaneó con la mirada. —¿Has tomado desayuno, hija?
—No. —No tenía hambre, pero estaba consciente de la cantidad de comida que necesitaba para mantenerme al menos en pie.
—Ven, que yo te lo preparo. —Lo seguí hasta la cocina, preguntándome qué habría pasado con Carly, la cocinera. —Está de vacaciones, hijita. —Respondió Will cuando le hice la pregunta. Cómo quisiera irme de vacaciones y dejar a Leucemia aquí por un tiempo.
Me senté sobre el mesón de la cocina mientras papá me preparaba el dayuno. —¿Has pensado sobre continuar o dejar el tratamiento, cariño? —No entendía por qué papá no se oponía a la idea de dejar el tratamiento.
—¿Qué opinas tu? —Respondí.
—Si fuese por mí, inventaría una fórmula para quitarte el cáncer sin hacerte daño — Siempre he pensado que papá es una clase de superhéroe frustrado, tratando de arreglar el mundo con lo que tiene. —Pero también quiero verte sana. Eso incluye a tu cuerpo y a tu mente.
—¿Me estás diciendo loca? —Bromeé.
Él dejó lo que estaba haciendo y me miró por un segundo. —Bueno... algo así. —Se rió. —Te veo de mejor ánimo, cariño.
Lo peor es que en realidad sí me estaba volviendo un poco loca. No sería extraño si en dos minutos más estuviese llorando en el piso o riéndome por lo que sea.
—Tengo que sostenerme de algo. —Me encogí de hombros, él sonrió de medio lado, puso un plato de avena y frutas sobre la besa y se acercó a mí.
—Quiero que estés viva, hija. Pero si sentirte viva significa que dejes tu tratamiento, yo no puedo hacer nada al respecto. Quiero verte felíz y espero que la decisión que tomes sea la correcta para tí. —Me besó y la frente y me dió un empujoncito hacia la mesa para que me sentara a comer.
—Te quiero, papá.
—Yo también te quiero, hija. No te imaginas cuánto.
Un rato después Mike y Toffee entraron corriendo por la puerta de la cocina y se abalanzaron sobre mí, preguntando lo de siempre "¿Cómo estuvo tu semana?", "¿Qué dice el Doc?", "¿Te mejores?", "¿La quimioterapia va bien?", bla, bla, bla.
—No ha sido una semana muy buena. —Respondí al final de todas sus preguntas, tratando de sonreír para no largarme a llorar. Los dos cambiaron el semblante, de sonrisa a desepción. —Hice que Niall se fuera. —Por supuesto, el nudo en mi garganta explotó tan rápido como se formó y mi rostro se deformó, preparándose para las lágrimas.
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Eternidad (corrigiendo)
FanfictionKeyra Johnson siempre creyó que su vida estaba bien, hasta que decidió mentir estratégicamente para mudarse a vivir a otro continente junto a su padre, a quien no ha visto en años. En este nuevo lugar conocerá el verdadero significado de amistad, y...