50

4.7K 238 6
                                    

A la mañana siguiente me despertó el sonido de mi teléfono, que por lo general no suena muy fuerte, pero a esas tempranas horas y con la tranquilidad que hinundaba mi habitación, ¡era ensordecedor!

Me apoyé en mis codos, sobre la cama y, sin levantar mi cuerpo del colchón, busqué mi teléfono entre la sábanas para darle al botón verde.

—¿Hola? —Mi voz, como siempre, sonaba rasposa.

—¡Hola hermosa! —Me sonreí al escuchar la voz de la persona que más amo. —¿Qué tal si abres la puerta? Estoy afuera de tu habitación. —¿Qué?

Me paré tan rápido que me mareé un poco, pero me recuperé de inmediato y llegué a saltitos hasta la puerta. Dios, debo estar horrorosa y mi cama es un desastre.

La abrí y detrás de ella apareció su rostro sonriente. Se agachó hasta mis labios y me besó. 

—Estás hermosa. —¡Qué mentiroso!

—¡No es cierto! —Me reí. —¿Qué haces aquí un martes por la mañana?

—¿Por la mañana? Keyra, ¿Sabes qué hora es?

—En realidad, no. 

—Te informo que son exactamente las... —levantó su muñeca derecha y miró su reloj por unos segundos, frunciendo el ceño, como los abuelitos. —tres de la tarde con quince minutos. 

Wow.

—Parece que alguien se durmió tarde anoche. —Canturreó, pasando por mi lado y dejándose caer sobre mi cama deshecha. Levantó sólo la cabeza, para mirarme: —¿No es así? 

 No pude evitar sonreir al recordar todas las horas que me quedé con Mimi hablando de la vida, de mis amigos, de sus experiencias, de chicos... bueno, en realidad de Niall y otros pretendientes que ella tuvo cuando fue adolescente.

En fin, la cosa comenzó cuando llegué de mi caminata ayer por la noche. Era un poco tarde y cuando entré a la casa ella y Will me estaban esperando muy preocupados, me regañaron un poco, pero pronto se les pasó el enojo, entonces papá se fue a dormir y Mimi tenía que esperar al taxi que la llevaría de vuelta al hotel en el que se hospedaba siempre, pero este se atrasó y en el intertanto nos preparamos una taza de té, que por muy simple que pareciera nos llevó a un millón de temas para conversar.

Comencé explicándole por qué había tenido la discusión con Niall, pues ella había querido saberlo desde que papá lo mencionó durante el almuerzo. Eso me llevó a tener que explicarle también por qué había querido dejar el tratamiento y "en qué diablos estaba pensando" cuando se me ocurrió. 

En un principio creí que iba a enojarse. Cuando se trata de personas de las que Mimi se preocupa, ella es la persona menos comprensiva que podrías conocer, sólo le importa el "bienestar" de las personas, mas no sus razones. 

Pero, por el contrario, se dedicó a escucharme todo el tiempo, mientras trataba de explicarle de alguna manera el insoportable dolor físico que me provocan las quimioterapias, además del cansancio, el desgaste anímico, ver cada día cómo pierdo mi cabello, entre otras cosas. Cuando terminé de decirle todo eso, ella asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa tranquilizadora. 

—Tal como tu madre. —Dijo al fin. 

Me contó cómo fue para ella vivir el cáncer de mamá. Decía que ella también quizo dejar el tratamiento un millón de veces, que también se desanimaba al ver su pelo caer, al tener que ir siempre a la clínica y todas esas cosas por las que yo también estoy pasando. 

Me dió muchos consejos, no sólo sobre la Leucemia, sino también sobre la vida, sobre chicos, sobre amigos, sobre todo. Fue una gran conversación. 

—Key, ¿estás ahí? —La voz de Niall me sacó de mis pensamientos. 

—Sí. —Me reí. Seguro me veía muy graciosa sonriendo como boba. —Me quedé conversando con Mimi. 

—¿Por teléfono?

—No, aquí en la casa. Ya llegó de San Clemente, se ha tomado una vacaciones. 

—¡Genial! Yo tambien debería tomarme unas vacaciones, no me vendrían mal. —Bromeó.

—No seas perezoso. —Me reí y me arrodillé a su lado sobre la cama. —Quedan apenas dos semanas para las vacaciones. 

—Dos semanas son mucho tiempo como para no estar contigo. —Me tomó de la cintura, acercándome a él hasta que perdí el equilibrio y caí encima suyo. Me apoyé con mis manos sobre el colchón y levanté sólo el tronco, quedando con un brazo a cada lado de su cabeza. —¿Dejarás de ser tan linda alguna vez? —Preguntó después de mirarme fijo por unos segundos. 

Me acomodé sobre él y me senté sobre su pelvis. —No. —Respondí risueña. Me incliné y le di un beso corto. 

Niall se las arregló para darse vuelta y dejarme debajo de él y, una vez que lo logró, me miró enarcando una ceja y me guiñó un ojo. ¿Acaso me estaba desafiando? Levanté mis cejas, sin dejar de mirarlo, pero él se adelantó y fue directo a mi boca. 

Completamente embobada y sin poder hacer nada al respecto cerré mis ojos y rodeé su cuello con mis brazos, enrredando mis dedos en su cabello. No sé cómo lo hace, pero cada vez que me besa, me hace perder el control de mis movimientos, mi cuerpo deja de hacerme caso y se afloja en cosa de segundos. De todas formas no podía quejarme, su boca era definitivamente el lugar más dulce y apacible del mundo y lo mejor es que era sólo para mí. 

Cada vez que comenzábamos a quedarnos sin aire, él se alejaba un poco de mi, me miraba mientras trataba de recuperar el aliento y cuando se aseguraba de que ambos podíamos respirar volvía a lo mismo. Sus manos no tardaron en recorrer mi rostro, mi nuca, mi estómago, mi cintura... Dios.

Un poco después fue su boca la que comenzó a conocer más que sólo mis labios. Me besó el cuello, luego el vientre, parte de la espalda, con lo que lograba darme un poco de cosquillas y un poco más de escalofríos.

Y antes de siquiera pensar en poner alguna de sus manos debajo de mi pijama dejó todo lo que estaba haciendo y me miró fijo a los ojos. ¿Estaba pidiéndome permiso o algo por el estilo?

Nos estábamos quedando sin aire otra vez, pero en vez de detenernos, compartíamos el poco que nos quedaba. Con ayuda de mis brazos hice que se acercara un poco más a mí, le dí un beso sobre los labios. 

—Me siento preparada. —Susurré. Y un escalofrío recorrió de arriba a abajo mi columna vertebral en el instante.


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora