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Aún podía sentir su respiración agitada chocar contra mi piel. ¿Qué era lo que sentía exactamente? ¿Por qué se disculpaba?

—No pasa nada. —Dije con la voz más dulce que encontré en mi repertorio. —Está bien. —Traté de sonreír y tomé su cara entre mis manos, para mirarlo directo a los ojos. —No has hecho nada malo. 

Él sonrió y asintió con la cabeza, sin embargo podía notar que seguía sintiéndose avergonzado. ¿Cómo explicarle que en serio estaba todo bien? 

Le di un beso pequeñito en los labios y volvimos a nuestra posiciones originales. Me apoyé en su pecho una vez más, cerré mis ojos; podía sentir su corazón, que aún saltaba como desesperado por salir de ahí. Wow, seguro el mío estaba igual de todos modos. Lo miré de reojo: estaba mirando al techo, pensando quizás qué cosa. 

—Te amo. —Musité. Bajó la mirada y sonrió: —Yo más, Enana. —Pasó sus dedos por mi cabello y me besó la frente. Mi estómago se llenó de mariposas. 

Pasadas las horas comencé a sentir ese maldito dolor de huesos en mis piernas y brazos que me provocaba la quimioterapia, pero ésta vez era aún más fuerte. Es curioso, porque pensaba que nada podía ser más doloroso que eso, pero ahora era mucho peor. 

Niall hacía cuanto podía para ayudarme a calmar el dolor, pero todo era inútil; Masajes con cremas, duchas calientes, pero nada. 

Sentía cómo de a poco mis brazos y piernas comenzaban a contraerse y cerraba mis ojos con fuerza, preparándome para el sufrimiento. Niall me miraba desesperado, realmente ya no sabíamos qué hacer para que se detuviese. —Me duele —Musité, casi en un hilo de voz. —Me duele. — Y un gemido se escapó de mi garganta, seguido de llanto, llanto y más llanto.

Jamás en mi vida me había sentido tan desesperada. Sólo quería arrancarme las extremidades, con tal de no sentir más ese puto dolor. 

—¡Me duele, Niall! —Gritaba entre sollozos. —¡Me duele mucho! 

—Se va a pasar, amor. Se va a pasar. —Me tenía entre sus brazos y me mecía tan suave como le era posible. —Aguanta. Por favor aguanta. —A pesar de que su tono de voz era suave, notaba un grado de desesperación en él. 

Intenté pensar en otra cosa para distraerme y no sentir el dolor, pero ¿a quién quería engañar? Si las duchas y los masajes no daban resultado, ¿por qué pensar en que algo más si lo haría? Era tonto si quiera intentarlo.

Me agarré de su camiseta, apreté mis puños, cerré mis ojos con fuerza... y ahí venía de nuevo. Ésta vez chillé como nunca, sin pensar en si dejaba sordo a mi novio, si alguien me oía desde afuera, nada me importaba. Yo sólo quería salir de este mldito calvario. 

Una vez más el grito se transformó en sollozos, quejas y llanto. No quiero más guerra. Unos pasos rápidos se oyeron desde el pasillo y la puerta se abrió de par en par.

—Cariño. 

—Papá me duele. —Dije, entre hipos y lágrimas. Dejó sus llaves sobre el mesón y se sentó a mi lado. Niall me movió hasta los brazos de Will y se acomodó frente a nosotros, aún sobre la cama.

—Lleva horas así. —Se lamentó. 

—¿Tomo una ducha? —Él asintió. —¿Masajes?

—He hecho todo, sólo me falta hacer magia. 

Pues si existe la puta Leucemia debiese existir también la magia, para compensar el sufrimiento al menos. ¿Cómo es que podía existir un sufrimiento físico tan horrible? Ya no quería seguir así. Últimamente mi vida no era más que clínica, medicamentos, quimioterapias, ver a más chicos como yo y en peor estado, sentir dolor de huesos, no poder dormir, llorar todo el tiempo, mirarme al espejo y encontrarme con una chica gris, delgada, triste, cansada, agotada... Entonces pienso, ¿vale la pena todo esto? ¿Vale la pena sufrir y que el resto me vea así? Vale la pena para Papá, para Niall, para Toffee, Mike y Tiffany, para Mimi, para Mayra... en fin, para todos. ¿Vale la pena que todos ellos tengan que estar al pendiente de mí todo el día para atender todos mis estúpidos problemas? ¿Es justo depender de los demás? Pues para ellos no.

Papá podría estar en este momento en una cita con su esposa, Niall podría estar en una fiesta con sus amigos, pasándolo de lujo. Pero no... ellos estaban aquí atendiendo a una niñata llorona que no podía controlar su llanto. Eso no era justo.

—Papi ya no quiero seguir con el tratamiento. —Musité. Tenía toda la cara empapada de lágrimas, me picaban las mejillas y sentía ese gustito salado metido en la boca. 

—¿De qué estás hablando, Keyra? —Miré a Niall por el rabillo del ojo: Estaba serio, arrugando el entrecejo y esperando una respuesta. 

Un hipo salió por mi garganta y respondí: —Es que me duele mucho. 

—¿Estás loca? —¿Acaso estaba enojado? 

—Niall... —Habló mi papá con un tono tranquilizador. 

—No, Will. —Interrumpió él. ¿Qué diablos? —¿La estás oyendo? —preguntó, apuntándome.— Ella no puede dejar el tratamiento. Me separé de los brazos de papá para incorporarme sobre la cama. 

—Pues quiero hacerlo. —Espeté frunciendo el ceño.

—Pues no vas a hacerlo. —Dijo riéndose, como si estuviese diciendo una payasada. 

—¿Disculpa? ¿Acaso tú estás sintiendo este puto dolor en los huesos? —¿Qué diablos le estaba sucediendo? Aunque mi voz no era muy apañadora, seguí hablando. —¿Acaso eres tú el que se está quedando sin cabello? —Se me escapó otro hipo. Uno más y me iba a volver loca. 

—Chicos, tranquilícense. —Dijo Will. 

—No. —Discutí, medio riendome, sin dejar de mirar a Niall a los ojos. —Este es mí cuerpo y yo decido si termino el maldito tratamiento o no. 

Pude ver de reojos cómo Will se levantaba de la cama lentamente, preparándose para arrancar de la habitación. 

—¿Keyra acaso te estás oyendo? ¿Te das cuenta de lo que dices? 

—Claro que me doy cuenta. Sé perfectamente que no quiero seguir con ésta vida de perros. ¡Ya ni siquiera estoy viviendo! —Exclamé, con la voz cortada y todo. No iba a callarme. 

—¿Que no estás viviendo, joder? ¿Tienes una puta idea de cómo estarías si jamás hubieras empezado el tratamiento? ¡¿Tienes una puta idea?! —Preguntaba, tocándose la sien con su dedo índice. 

—NO, NO TENGO UNA PUTA IDEA DE CÓMO SERÍA PORQUE ME HE PASADO LOS DOS ÚLTIMOS MESES METIDA EN ESA CLÍNICA QUE NO HACE MÁS QUE DEPRIMIRME Y TOMANDO MÁS MEDICAMENTOS QUE COMIDAS AL DÍA, CON ESTE MALDITO DOLOR DE PIERNAS, DE BRAZOS, DE CABEZA, ¡DE TODO! 

—BIEN. ¿QUIERES DEJAR EL MALDITO TRATAMIENTO? PUES ANDA, DÉJALO. PERO NO CUENTES CON QUE ESTARÉ AQUÍ VIÉNDOTE MORIR, ¿ME ESCUCHAS? NO CUENTES CONMIGO PARA ESO.  

—¡BIEN! —Grité. Ya no me podía la garganta, apenas podía respirar con normalidad y los estúpidos sollozos no querían dejarme tranquila — HAZ LO QUE QUIERAS, ¡ERES LIBRE DE MI JODIDA ENFERMEDAD! 

De pronto estábamos solos en la habitación, mi novio estaba parado frente a mí, con la mirada perdida, no decía nada, no tenía ninguna clases de expresión en la cara. Vamos, dime algo. Lo que sea.

Me hice pequeña frente a él. 

No dijo nada, sus ojos tampoco querían decir qué estaba pasando por su mente, ni siquiera un suspiro... Y salió de la habitación.

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Es increíble como todo puede cambiar en cosa de minutos, ¿no? 

Tengo otra pregunta para ustedes chicas: ¿Les gustaría si eventualmente reescribiera esta novela, pero narrada por Niall? Lo he pensado bastante últimamente :)

Muchísimas gracias por sus respuestas anteriores! :) Seguiré haciéndoles más y más y más jejeje <3

Estoy inspiradísima, por lo que probablemente vuelva a subir otro capítulo en un ratote :) Besos para ustedes, las amo!

-Eff.


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora