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—¿Estás nerviosa?

—Mas o menos —Respondí seca. En realidad me moría del miedo, pero claro que no iba a admitirlo. —¿Falta mucho?

Toffee pareció pensar un momento: —Hace un rato Will dijo que ya iban a llamarte. 

—Keyra Johnson. —Dijo una voz suave y femenina por el alto parlante. Oh, no. Ahora sí tengo miedo. 

Sentí cómo algo dentro de mí comenzó a andar más rápido. ¡Ni siquiera sé qué me van a hacer allá adentro! Además Niall no ha llegado aún, no puedo entrar si él no ha llegado, ¿Cómo sabrá dónde estaré? 

—Creo que Will le apuntó. —Bromeó Toff, pero con la mirada que le puse paró en el instante. —Lo siento. 

—¿Dónde está papá? —Pregunté, tratando de verme tranquila, sin embargo dudo que estuviera funcionando.

—Ya viene. —Sonrió. 

—¿Y Niall? ¿Aún no llega?

—¿Lo ves por aquí? —Ironizó. Con el tiempo me he dado cuenta de que suelo ser irónica, pero joder, cómo odio cuando otras personas lo son. 

—Muy graciosa. —La fulminé con la mirada.

—¿Keyra? —Una señora bastante arrugadita, que medía mas o menos lo mismo que yo y llevaba unos grandes lentes ópticos sobre su nariz se acercó a mí. 

—Sí, soy yo. —Sonreí de medio lado. No quiero entrar, no quiero entrar, no quiero entrar

—¡Keyra! —Miré al costado de la sala: Niall venía de entrada, todo agitado y con una flor en la mano. ¡No lo puedo creer! —Creí que no llegaría. —Aún jadeante, se acercó a mí y depositó un besito en mis labios, su respiración dejó de sonar hasta que se separó de mí y volvió a ser fuerte y rápida. 

—Hola Cuñis. —Toff lo abrazó y besó cada una de sus mejillas. No entendía por qué hoy en especial andaba tan contenta, yo por mí parte iba a perder la cordura.

—Keyra, ya debemos llevarte adentro. —La amable señora seguía sonriendo, pero me daba la sensación de que estaba un poco irritada. 

—Oh, sí. Key, anda. Yo me encargaré de decirle a Will que has entrado. —Toffee trataba de encargarse de todo, pero en realidad se lo tomaba como un juego o algo así. No dejaba de sonreír y decir que todo estaba bajo control. 

—Te veo más tarde, bebé. —Niall me tomó de la cintura y me dió otro beso corto, antes de alejarme junto a la enfermera. Si supieran el miedo que siento, quizá me llevarían de vuelta a casa... No, a quién quiero engañar, seguiría en la misma situación en la que me encuentro. 

—¿Me va a doler? —Pregunté una vez que la señora me dejó dentro del Box con el Doc y una enfermera un poco más joven y se marchó. 

—Sólo sentirás un pinchazo, luego de eso entrarás en un sueño profundo. —No sé cómo lo hacen los doctores y enfermeras para verse tan felices y serenos, cuando lo que hacen cada día de sus vidas es tener en sus manos las vidas de otras personas. —Key, vas a entrar a aquella sala y te cambiarás la ropa por ésta camisa, ¿Okay? —Ordenó el Doc.

Hice caso y entré por la puerta, me quité toda la ropa y me puse la camisa. Era la típica bata celeste de un material extraño que muestran en las películas, con la abertura en la espalda y todo eso. Suerte que tenía un par de cordelitos por detrás que me ayudarían a volver al Box sin perder mi dignidad en el intento. 

El Doc me ordenó que me sentara sobre la camilla y encorbara un poco la columna vertebral, así como hacen los gatos cuando se enojan. De pronto sentí un pinchazo en la espalda... ¡Cielos! Eso definitivamente no era "sólo un pinchazo", porque, diablos, ¡Cómo dolía! Ademas de sentir cómo esa zona de mi cuerpo se enfriaba de a poco.

Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora