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Ya estábamos en el auto de Niall y él lo había puesto a andar, pero antes de que pudiese avanzar más de 3 metros comencé a sentir mi pecho oprimido, calor, mareos... diablos, necesitaba bajarme.

—Para, para, para. —Pisó el freno, haciendo que el vehículo se detuviera con violencia. 

—¿Qué pasa? 

—No sé. —Miré al techo y me quedé en esa posición, pero con los ojos cerrados. Niall se bajó del auto y abrió la puerta de mi lado. 

—Ven aquí. —Con uno de sus brazos detrás de mis rodillas y el otro al rededor de mi cintura me sacó del auto y me puso de pie sobre el asfalto, pero sin dejar de afirmarme con sus brazos. —Respira profundo. 

Hice caso y traté de respirar lento y profundo, pero seguía teniendo la sensación de perder la fuerza. No quiero desmayarme, joder. No ahora. 

—Por favor no vayas a desmayarte, amor. —Abrí mis ojos, pero no estaba viendo bien. Quise agarrarme de su cuello, pero... Diablos. —Mierda, mierda, mierda. 

Recuperé la consciencia, aún en sus brazos. —Estoy despierta. —Advertí. 

—Sí, cariño. —Bajé la mirada hasta el asfalto húmedo. Niall estaba de rodillas sobre él, oprimiendome contra su cuerpo con un brazo y marcando teclas en su teléfono con el otro. 

—Ya estoy bien. —Insistí. No estaba lúcida, pero si esperaba un rato quizá se me quitaría el mareo. 

Justo en el momento en que lo dije, Niall comenzó a hablarle al teléfono. —Will, Keyra acaba de desmayarse, aún estamos en casa y no sé si pueda llevarla a la clínica en ese estado. 

Sonaba tan preocupado, tan angustiado, que quería ponerme de pie y subir al maldito auto como si nada hubiese pasado, pero sabía que me sería imposible hacer eso si seguía tan desfallecida y sin fuerza. 

Apoyé mi cabeza en su pecho; su corazón iba rapidísimo y su voz retumbaba en mi oído. Todo estará bien, me decía a mí misma, como si de alguna forma pudiese hacer que él escuchara mis pensamientos y se convenciera también.

Pero cambió mi idea, cuando tuve la desagradable sensación de vomitar, lo cual quise evitar tratando de toser. 

Oh, mierda. ¿Eso es sangre?

Muy tarde, ya no podía dejar de toser, me picaba la garganta y me dolía el estómago como si me estuviesen dando a patadas, ¡¿Por qué diablos sale sangre de mi boca?! 

—¡Joder, Keyra! —Exclamó cuando se dió cuenta. Si antes estaba preocupado, no me imagino cómo estaría ahora. Ya no podía tener los ojos abiertos. ¡Sólo quiero dejar de toser! —¡Está sangrando, no sé qué le pasa! Te llamo luego. 

Me tomó en sus brazos de nuevo y nos metió en la casa. —Toma aire, amor. Ya va a terminar. —Seguramente ni siquiera él mismo creía en eso de "ya va a terminar", pero de alguna forma necesitábamos mantener la calma.

Me dejó reposar sobre el asiento más cercano que había en la sala y corrió a la cocina.

Por más que lo intentaba, no podía respirar sin dejar de toser de esa manera. Sentía terror cada vez que veía mis manos rojas y húmedas, cada vez que sentía mi cara cubierta de sangre, ¿Iba a parar en algún momento?

Volvió en menos de diez segundos con una toalla en sus manos, se puso de cuclillas a mi lado y con una mano en mi nuca me acercó a él para ponerme la toalla en el mentón como receptora de sangre. 

Mis ojos se habían llenado de lágrimas que no tardaron en comenzar a recorrer mis mejillas, casi sin que yo me diera cuenta. Entre lágrimas, sangre, sudor y saliva no sabía qué era peor. 

Sus ojos me miraban angustiados. Supongo que no sabía qué hacer para ayudarme, además de acompañarme y tranquilizarme. Llevé mis manos hasta la toalla, agarrandola junto con su mano que seguía sosteniéndola. Todo va a estar bien...

No podía hablar ni siquiera entre una convulsión y otra, pero intentaba de alguna manera decirle que no se preocupara sólo con mirarlo a los ojos. 

Cada vez que intentaba tomar aire, mi garganta sonaba como si estuviese seca, sentía como si se hubiese hecho pequeña y no dejara pasar el oxígeno suficiente como para dejarme respirar, entonces venía la tos, el dolor de estómago. 

—Resiste, pequeña. Respira más lento. —Sus mejillan se llenaron de lágrimas que no dejaban de caer. ¡Estaba haciendo llorar a Niall, joder! Puta Leucemia, puto cáncer. Podía resistir todos los males que ésta maldita enfermedad me provocara, cada jodida quimioterapia, cada dolor de huesos, de estómago, todos los mareos, desmayos, vómitos... pero no podía ver llorar a Niall. Él no podía sufrir. Que la enfermedad era mía, joder. 

No llores. 

No llores.

No llores, joder. No llores.

— Vas a estar bien. —Seguía diciendo. 

La puerta se abrió con violencia y Will entró corriendo en la casa. Niall se puso de pie al instante y volvió a tomarme en sus brazos.

—Vamos, vamos, rápido. —Fue todo lo que papá dijo, entonces me sacaron de la casa y volvieron a meterme al auto.

—Las llaves están puestas. —Dijo Niall apenas se sentó en el asiento trasero. Me acomodó de tal manera que mis piernas estuviesen estiradas y el resto de mi cuerpo apoyado en sus piernas. 

—Por ningún motivo dejes que mire hacia arriba. 

El camino hasta la clínica se me hizo una eternidad, a ratos podía dejar de toser y respirar un poco mejor, pero no pasaba más de un minuto hasta que comenzaba a toser de nuevo, sin poder controlarlo. 

Un equipo de personas - ni idea de cuántas - se acercó con una camilla hasta el auto de Niall y me sacaron del auto en apenas unos segundos, para tumbarme en ella, con el respaldo inclinado. Me llevaron adentro y no vi más a papá ni a Niall. ¿No iban conmigo?

¿Qué iban a hacerme?

Casi no me di cuenta cuando ya estaba dentro de una sala grande, llena de maquinitas en las paredes y mesas metálicas con artefactos sobre ellas. 

Miles de manos me tocaban, me movían, me ponían y quitaban cosas, voces dando indicaciones, personas moviéndose a mi al rededor, casi siluetas... 

—No te preocupes, Keyra, ya vas a estar mejor. —Dijo una voz masculina y en ese mismo momento una mano me tomó del brazo y una aguja se metió debajo de mi piel. Entonces todo terminó.


Eternidad (corrigiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora