Capítulo 1

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Un par de golpes secos sonaron contra la puerta, y el joven, nervioso, protestó por no poder hacer que el nudo de su corbata fuese perfecto.

- Adelante - dijo a quien llamaba.

- ¿Puedo pasar? - preguntó abriendo la puerta la joven de cabellos ondulados y ojos verdosos.

- ¡Kate! - exclamó él dándose la vuelta para mirarla - Tú no tienes que pedir permiso para entrar.

- ¿Cómo está el novio? - preguntó ella avanzando para darle un abrazo.

- Tan nervioso que es incapaz de hacerse un nudo decente en la corbata - dijo señalando la misma.

- A ver... Déjame a mí.

Kate se separó y llevó sus manos a la corbata de él, deshaciendo por completo el nudo y volviendo a hacerlo mientras le miraba sonriente.

- Ahora está mejor - le dijo mientras le señalaba el espejo para que él pudiese comprobarlo.

- Nunca se me dio bien...

- Siempre te los hacía yo - dijo ella sonriente.

- Oye Kate - dijo observándola - estas preciosa.

- Gracias - dijo la joven sonrojándose - tú también estás muy guapo.

- ¿Sabe Josh que has venido a verme? Yo en su lugar estaría celoso...

- ¿De alguien tan enamorado de su futura mujer como lo estás tu?

- Ahí me has pillado...

- Will... Yo... Me alegro tanto que Susan y tú os caséis...

- Gracias Kate... Significa mucho para mí que hayas aceptado venir a mi boda, después de lo que pasó entre nosotros...

La chica se encogió de hombros.

- No éramos los adecuados... - le dijo ella con una sonrisa.

El movió la cabeza riendo suavemente.

- ¿Sabes? Siempre pensé que tú serías la que conseguiría que sentase la cabeza, pero...

- Ahora sabes que siempre fue Susan...

- Sí.

Kate dejó que él la diese un beso en la mejilla. Que las cosas no hubiesen funcionado entre ambos y se separasen después de llevar juntos un año y conviviendo casi la mitad, no significaba que se llevasen mal. Al contrario, tenían una buena relación de amistad que incluso se había hecho más fuerte cuando ambos volvieron a encontrar pareja.

- Será mejor que vuelva - dijo ella - o Josh se sentirá incómodo.

La joven salió de la habitación y bajó hasta el jardín donde todo estaba preparado para celebrar el enlace. Buscó con la mirada entre los asistentes hasta divisar a su novio, que parecía aburrido.

- Ya estoy aquí cariño - le dijo acercándose sonriente - ¿Aburrido?

- No creerás si te digo a quien acabo de ver.

- ¿A quien? - preguntó ella con curiosidad.

- A ese escritor que tanto te gusta... Castle... Richard Castle.

- ¡Ah! Sí... Claro... Es cliente de Susan.

- Pero tú... No le conoces ¿No?

- No, pero Will me dijo que Susan es su representante.

Josh tomó de la mano a su novia y ambos se dirigieron hasta uno de los mostradores de bebidas.

Richard sujetaba una copa de champagne y se ajustaba las gafas de sol, mientras sonreía sin ganas a varias de las invitadas a esa boda, que aprovechaban el momento para pedir que se hiciese fotos con ellas, o les diese un autógrafo.

Estaba bastante harto de que no le dejasen en paz en sus momentos de vida privada. Pero era la boda de Susan, su representante y amiga y no podía negarse a firmar autógrafos o hacerse fotos con sus familiares o amigos.

Gina, su mujer y editora, le rodeó la cintura posesivamente y él devolvió el abrazo mirándola.

- No teníamos que haber venido - dijo ella secamente.

- Es mi representante desde hace años - contestó él - por no recordarte que fue ella quien nos presentó...

- Ya... Pero podríamos estar en Londres - se quejó ella que había renunciado a una promoción del último libro de su marido en Europa por acudir a esa boda.

El escritor no quería discutir con su mujer. No se habría perdido la boda de Susan por nada del mundo. Gracias a ella había conseguido aumentar considerablemente la venta de sus libros, firmar con la editorial en la que trabajaba Gina y publicar en el extranjero.

Para Richard, Sudan había sido su gran apoyo cuando él se divorció de Meredith, animándole y obligándole a seguir escribiendo, haciéndole ver que Alexis, su pequeña fruto de aquel matrimonio fallido, necesitaba que su padre hiciese todo lo posible por seguir escribiendo, por darle todo lo que él no había tenido cuando era pequeño.

- ¿Quieres otra copa? - preguntó a Gina cuando se dio cuenta que ésta había acabado su champagne.

Su mujer se limitó a entregarle su copa sin ni siquiera mirarle y Richard, resignado a hacer todo lo que su esposa le pedía, se dirigió hasta el mostrador de bebidas.

Se quitó las gafas de sol, limpiándolas con un pañuelo mientras esperaba a que la joven pareja que estaba delante de él recogiese sus bebidas y cuando estos le dejaron paso, no pudo evitar cruzar su mirada con la mujer, a la que sonrió por cortesía mientras observaba sus ojos y pensó que esos ojos, eran unos de los más bonitos que había visto nunca. La joven le devolvió la sonrisa y notó como su acompañante tiró de su mano para alejarla de allí.

La sentenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora