Capítulo 39

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Richard abrió los ojos y recordó todo lo que había pasado la noche anterior. Buscó el intercomunicador de Robby, pero en seguida recordó que no estaba encendido. El niño estaba en la cama de Kate. Miró el reloj. Eran las nueve, todavía era temprano, había quedado en ir a buscar a Alexis cuando la chica le asegurase que la casa de su amiga estaba en perfectas condiciones de limpieza. Decidió levantarse y preparar el desayuno para los tres. Con un poco de suerte, y si Kate le perdonaba por su estupidez al hablar, ambos llegarían a tiempo para comer con Kate, Jim y Robby.

Le molestaba, y mucho, que Alexis le hubiese mentido, pero por otro lado se alegraba que su hija no fuese tan responsable y recta y cometiese de vez en cuando alguna locura de adolescente como la que había hecho. La entendía. Él había sido peor de adolescente.

Sonrió al recordar que Kate había puesto a Ryan y Espo en la puerta por si había algún problema y se apuntó mentalmente que les compraría entradas para el siguiente partido de los Knicks como agradecimiento. Había sido todo un gesto por parte de Kate. Imaginó la cara de Alexis al saber que la estaban vigilando y soltó una risita.

Terminó el desayuno y decidió que para hacerse perdonar, lo mejor sería hacer la gracia completa y subírselo a su habitación. Le pareció adecuado coger una de las rosas del ramo que estaba en el salón y el periódico que estaba junto a su puerta.

Puso todo en la bandeja, junto al biberón de Robby y subió las escaleras. La puerta de la habitación de Kate estaba abierta y había luz, seguramente la detective estaba despierta jugando con el niño. Se acercó despacio y se apoyó en el marco. Su boca se abrió desmesuradamente. Allí no había nadie y la cama estaba hecha. Dejó la bandeja sobre la misma y entró al baño. Vacío. Investigó en el resto de habitaciones. Estaba solo. Volvió a la habitación de Kate y cogió con tristeza la bandeja. Realmente estaba enfadada si se había marchado así, sin tan siquiera dejar una nota.

Bajó y comenzó a desayunarse las tortitas y los huevos en silencio. Quizá ella le había enviado un mensaje. Fue a por su móvil pero descubrió que no había recibido nada. Eso le enfadó. ¿Estaría bien Robby para pasar el día fuera? Además... ¿Cómo se había ido? Ella no tenía sillita para el niño en su coche oficial. Fue hasta el armario de la entrada y descubrió que la sillita de paseo del pequeño no estaba. Seguramente se había ido andando.

Cabezota. Podría haber cogido su coche, pero no lo hizo, porque las llaves estaban en la entrada, donde las había dejado él la tarde anterior después de llevar a Alexis. Decidió enviar un mensaje.

- Kate lo siento. Entiendo que estés enfadada, pero podrías haber dejado al menos una nota... ¿Robby está bien?

Esperó durante unos minutos pero no le llegaba ninguna contestación. En cambio su teléfono comenzó a sonar y él sonrió pensando que le perdonaba. Sin embargo, era Alexis quien le llamaba.

- Papá, ¿Puedes venir a buscarme?

- ¿Habéis recogido todo?

- Sí.

- En un rato estaré allí.

Alexis colgó con la esperanza de que su padre y Kate ya no estuviesen enfadados y él levantase su castigo y poder comer en familia con el padre de la detective. Por eso había levantado tan temprano a sus amigas y se habían puesto a recoger el desastre ocasionado la noche anterior. Ahora la casa estaba como si no hubiese pasado nada, salvo por una mancha de refresco en el sofá que Diane trataba de eliminar sin éxito, pero sabiendo que fácilmente podía justificar antes sus padres mintiendo y diciendo que había sido ella misma quien la había causado.

Media hora después la pelirroja se despedía de sus amigas y subía al asiento del copiloto del coche de su padre.

- Lo siento papá.

La sentenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora