Capítulo 8

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Kate no pensaba que hacerse cargo de un bebé era una tarea tan complicada, y sobre todo, tan sacrificada.

Alguna vez, cuando aún estaba en secundaria, se había hecho cargo de cuidar por algunas horas a los hijos de los vecinos, pero ni eran niños tan pequeños, ni los había tenido durante las veinticuatro horas. Ahora sabía que era una tarea bastante ardua para una sola persona y eso que contaba con el apoyo de Alexis. Sentía que se le agotaban las fuerzas.

No obstante, cada vez que miraba los ojos del pequeño Robert, se acordaba de Will y de la carta que le había dejado y las energías para aguantar todo ese peso volvían de nuevo.

Miró su reloj, se suponía que Richard tendría que volver en un par de horas. En cuanto lo hiciese, aprovecharía para ponerse ropa deportiva y hacer su sesión diaria de yoga.

Se sentía cómoda en esa casa, aunque probablemente era porque el dueño de la misma no estaba allí, y manejar a Alexis era bastante sencillo, tan sólo era una adolescente a la que se podía moldear fácilmente sobre todo si las conversaciones entre ambas giraban en torno a las preocupaciones más agudas de la joven en ese momento, es decir, estudios, amigos, ropa y chicos. Kate se sentía como la hermana mayor que nunca fue hablando con la chica sobre esos temas.

Le sorprendió cuando esa misma mañana Alexis le pidió que la acompañase cualquier día a comprar ropa y Kate accedió encantada a hacerlo en cuanto ambas tuviesen tiempo.

Miró su reloj esperando que Richard volviese a la hora a la que había indicado el día anterior y la diese un poco de tregua con Robert. Se quedó pensativa por un momento. ¿Qué pasaría si ganaba el juicio y se hacía cargo del pequeño? Sin duda necesitaría una guardería y alguien de confianza para poder dejar al pequeño si se le complicaba un caso y tenía que volver más tarde.

Tomó su portátil y comenzó a buscar las guarderías que tenían convenio con el departamento de policía, había oído comentar a algunos de sus compañeros que los precios y los horarios estaban regulados para facilitar que los agentes pudiesen seguir desempeñando su trabajo. Cerca de la doce había una, entró en la web y miró en los requisitos para poder inscribir a Robert. El primer requisito y ya estaba de mal humor. Era necesario que el agente fuese el padre o la madre del niño. ¿No serviría con ser el tutor legal? ¿Podría adoptar al niño? Tendría que hablar con su padre para que le explicase los términos legales.

Estaba claro que Will no pensó demasiado en esos temas cuando hizo el testamento. Por otro lado Kate pensaba en la casa del matrimonio. No había comentado nada con los abogados, pero tanto ella como Richard tendrían que saber si esa casa tenía alguna deuda o no. Si no estuviese pagada, el pobre Robert heredaría las deudas de sus padres. Sacó su móvil y se apuntó en la agenda las dudas que le iban surgiendo.

El pequeño protestó desde la manta de juegos donde estaba sentado y Kate le miró para acto seguido comprobar su reloj. Era la hora de la merienda. Se levantó como un resorte y fue a la cocina para prepararle su papilla de cereales con fruta. Mientras lo hacía la puerta de la calle se abrió y un entusiasmado Richard llamó al pequeño desde la misma.

El niño miró la proveniencia de la voz y sonrío al ver a Castle jugando con un avión de peluche soltando un pequeño gritito e intentando gatear hacia él.

- ¡Eso es pequeño! - dijo Castle entusiasmado agachándose.

Castle se fue acercando al pequeño acortando la distancia y finalmente le hizo entrega del avión.

Kate que observaba la escena en silencio mientras preparaba la papilla, no pudo evitar sonreír ante la misma. Richard, al notar la mirada de ella, se levantó del suelo mirándola sonriente.

La sentenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora