Capítulo 60

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El juez frunció el ceño molesto, a lo largo de su carrera, jamás había sido interrumpido por nadie y mucho menos para llevarle la contraria en su decisión.

- ¡Seguridad! - dijo el juez dirigiéndose al policía que custodiaba la sala.

- ¡Espere! - pidió el hombre - ¡Deje que le explique!

- ¿Sabe usted que está cometiendo un delito interrumpiendo así en esta sala?

- Señor... - dijo casi en una súplica mientras miraba la puerta como si esperase a que alguien más entrase.

Kate intentaba divisar al hombre que había entrado, pero Martha se interponía entre ella y el recién llegado.

Richard se inclinó sobre su abogado, diciéndole algo al oído que Kate no pudo oír.

- Puedo hacer que le detengan por esto - le amenazó el juez.

- Señoría le prometo que entenderá la interrupción - aseguró estirando su brazo hacía la mujer que entraba apresurada y con la cara totalmente roja por el esfuerzo de la carrera.

- ¡Señoría! - protestó el abogado de Richard - Si esto es alguna clase de treta por parte de Hanna Sorenson, no estamos...

- ¡No! - interrumpió de nuevo el recién llegado - Ella no tiene nada que ver en esto.

Richard miró a Kate cuya cara empezaba a desencajarse completamente acababa de reconocer la voz del hombre que acababa de entrar.

- Señoría tiene que escucharnos - pidió la mujer.

Richard saltó en su silla poniéndose en pie de inmediato. Kate asustada, le imitó y pudo divisar a la pareja que acababa de entrar.

- ¿Su...? - balbuceó el escritor

- ¡Will! - exclamó casi en un grito Kate.

- ¿Susan?

Tanto el escritor como la detective estaban completamente perplejos, ante ellos Will y Susan, sus amigos, los padres de Robby...

- Pero... ¡Dios santo! - Richard no pudo evitarlo y corrió hacia ellos seguido de Kate.

- ¡Orden! - exclamó el juez - ¿Pero qué demonios...?

Richard fue hasta Susan tomándola de las manos y mirándola fijamente.

- ¡Susan! Eres tú...

- Si Ricky, soy yo.

Kate directamente se lanzó a los brazos de su amigo.

- Will, pero... Mírate ¡Estás vivo!

Will sonrió a su amiga. A Kate le había costado reconocerle. Tenía el pelo negro, más largo de lo que ella le había visto jamás y una poblada barba, llevaba una gorra y vestía como si fuese un leñador, con una camisa de cuadros rojos y azules, vaqueros gastados y botas de montaña.

- ¡Orden! - volvió a pedir el juez - ¿Se puede saber que está pasando aquí?

- Señoría - contestó uno de los abogados que representaban a Robby - Ellos son el matrimonio Sorenson, nuestros clientes - dijo el hombre aún conmocionado.

El juez golpeó con su mazo sobre la mesa repetidamente llamando la atención de todos los que estaban en la sala y haciendo que el pequeño Robby se asustase y comenzase a llorar.

- Señores Castle, hagan el favor de sentarse - ordenó a Kate y a Richard - y ustedes - dijo a los recién llegados - vengan aquí.

Susan besó en la mejilla a Richard que la miraba aún alucinado. La mujer se había cambiado el color del pelo, que ahora era tan rojo como el de su propia hija, y lo llevaba demasiado corto y liso con el flequillo en punta. Susan siempre había lucido una larga y ondulada melena rubia. Su forma de vestir iba acorde con su marido, llevaba un horrible vestido multicolor y botas tejanas.

La sentenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora