Capítulo 12

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Aquella semana fue caótica para Kate. El lunes no pudo ir con Richard a la casa de los Sorenson, un caso complicado tenía ocupado al equipo de Kate en la doce. Cuando por la noche volvió a la casa del escritor, éste estaba sentado en el sofá con su portátil sobre las rodillas y el intercomunicador del niño sobre la mesa. Como ella temió Robby ya estaba dormido.

Tal y como había dicho Richard el día anterior, había preparado la habitación de al lado de Kate para el niño.

- Siento llegar a estas horas...

- No te preocupes - contestó él dejando su portátil sobre la mesa - ¿Has cenado?

- Sí... Gracias. ¿Qué tal Robby?

Richard sonrió.

- Bien. Ha comido bien, ha dormido y hemos salido por la mañana de paseo mientras vaciaban su habitación.

- ¿Has podido ir a casa de Will?

- Sí, dejé a Robby con mi madre, no quise llevarlo conmigo por si lloraba buscando a Susan.

- ¿Tu madre está bien?

- Está arriba descansando... O intentándolo, ella dice que está bien pero... Bueno, ya te la presentaré.

Kate se sentó en el sofá, tan recostada en el respaldo que casi estaba tumbada.

- ¿Cansada?

- Agotada - dijo masajeándose las sienes - y mañana tendré que estar en comisaría sobre las siete.

- ¿Te apetece una copa de vino? - dijo mostrándole la suya.

- Te lo agradezco, pero ahora mismo lo único que me apetece es una ducha y cama.

Después de decirlo se dio cuenta de sus palabras, de la sonrisa de Richard, y se sintió avergonzada de haberlo dicho así. Se levantó y le señaló el intercomunicador.

- ¿Me lo llevo?

- No hace falta, he dejado otro receptor en tu habitación.

- Gracias... Buenas noches.

- Buenas noches - contestó él volviendo a su portátil.

Kate entró en la habitación de Robby antes de ir a la suya. La luz del pasillo iluminaba lo suficiente como para poder ver el cambio que Richard había hecho en la misma. Había desaparecido la gran cama y el escritorio, y en su lugar de madera blanca con adornos azules, había una cuna, un cambiador y un mueble con cajones que ella supuso estaría lleno de ropa de Robby. Una enorme alfombra con motivos infantiles cubría el suelo y en uno de los rincones había un sillón, también blanco, al lado, una cesta llena de juguetes.

Se acercó a la cuna y vio al pequeño dormido boca abajo. No pudo evitar acariciarle la cabecita y agacharse para darle un beso, aspirando en el proceso el aroma a recién bañado y colonia infantil.

Richard, abajo y desde la pantalla del receptor había observado la escena.

Kate salió con cuidado de la habitación y al hacerlo se sobresaltó al encontrarse de bruces con Martha, que en pijama y con bata de seda se disponía a bajar al piso inferior.

- ¡Ah! Hola... Katherine ¿Verdad?

- Sí - contestó ella algo turbada tendiéndole la mano - encantada.

- ¡Ven aquí querida! - dijo abrazándola y dándole dos besos - Después de todas las veces que mi nieta te ha nombrado hoy es como si te conociese de toda la vida.

- Vaya - dijo Kate correspondiendo tímidamente al abrazo de la mujer.

- ¿Llegas ahora de trabajar?

La sentenciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora