Capitulo 7.

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Capitulo 7
Se puso nerviosa al notar la profunda mirada de Yutaka clavada en ella, se incorporó disimulando lo más que podía el nerviosismo que en unos segundos se propagó por todo su cuerpo. Continuó acariciando al cachorro, pero ésta vez a una distancia considerable del mayor.
— ¿Qué vamos a hacer con él?— se preguntaron ambos al unísono, sus miradas se cruzaron y sonrieron con diversión— Puedo conservarlo— de nuevo, lo dijeron al mismo tiempo, ésta vez rieron por lo bajo.
— ¿Segura? No creo que entre la Universidad y la oficina tengas mucho tiempo que pasar con un cachorro— argumentó el mayor.
— ¿Y tú qué? Tienes casi la misma clase de rutina que yo así que...
—Es diferente, puedo hacerme cargo de éste pequeño y no quiero discutir más, trae la caja, lo pondré dentro de la camioneta— ordenó, Mystikó se limitó a asentir, se giró hacia donde estaba la caja dentro de la cual hace apenas unos minutos había estado abandonado el pequeño canino.
— ¿Van a llevárselo?— una voz masculina hizo que ambos giraran el rostro.
— ¿Qué? ¿Acaso fuiste tú quien lo abandonó aquí?— preguntó amenazadoramente Mystikó al recién llegado, un joven de su misma edad de cabello entintado de un llamativo azul oscuro— ¿Nanashi?
— ¿Qué? ¡Claro que no! No sería capaz de eso— dijo el peli azul cuando captó el tono amenazador de la muchacha, le sonrió y se volvió hacia el mayor— Profesor yutaka ¿Nos permitiría un momento a solas?— por el tono en que lo dijo, tanto Mystikó como Yutaka comprendieron o se hicieron una idea muy clara de lo que Nanashi quería.
Mystikó maldijo dentro de sí, regalándole una casi imperceptible sonrisa al joven; en cambio, Yutaka sintió como si le hubieran prendido fuego a su sangre, su ser se llenó de ira, apretó la mandíbula mientras giraba sobre sus tobillos sin decir una sola palabra pese a que quería dejar al cachorro en el suelo y tomar del cuello de la camisa a Nanashi, apretarlo con todas sus fuerzas y gritarle en la cara que no se acercara a Mystikó, ni mucho menos que la pretendiera, Mystikó era suya, toda ella, le pertenecía.
Se alejó, dejando a la menor a merced de Nanashi, abrió la puerta traseras de la camioneta y colocó al cachorro en el asiento, cerró la puerta y se dirigió hacia el puesto del piloto, mirando de reojo a los adolescentes que conversaban a varios metros de donde estaba estacionado, los dientes comenzaron a dolerle por la fuerza con la que apretaba la mandíbula, intentó relajarse, encendió el automóvil y el ronroneo del motor hizo que Mystikó lo mirara con agradecimiento, observó cómo se despedía de Nanashi y éste último la miró marcharse con lo que parecía ser una mezcla decepción y rabia.
—Perdona, es bastante insistente cuando se lo propone— se giró y colocó su mochila a un lado de la caja donde estaba el cachorro, le acarició la cabecita antes de reacomodarse en el asiento— Por cierto, mi teoría fue acertada y de las dos posibilidades ocurrió la segunda— afirmó mientras el auto de ponía en marcha.
— ¿Se puede saber de que hablas?— la miró de reojo, Mystikó cerró su mano izquierda en puño dejando solo dos dedos levantados.
—Dije que a) Nadie se apiadaría del cachorro y moriría en el estacionamiento de la Universidad, o b) Alguien se apiadaría de él y le daría un techo bajo el cual vivir, ocurrió la segunda— le sonrió al castaño, él se limitó a asentir mientras ponía toda su atención en la carretera.
Cuando llegaron a la oficina, la mayoría se acercó para acariciar al pequeño cachorro que Yutaka traía en brazos. El canino resultó ser bastante tranquilo, mandaron a comprar alimento y leche especial para cachorro que el mismo casi hizo desaparecer al momento.
Aquello parecía ser muy normal, incluso las pequeñas conversaciones, sonrisas y roces parecían cotidianos, el animal había provocado que el trato entre Yutaka y Mystikó, al menos por esos momentos, fuera más como el de una pareja donde no hubiera ningún secreto, donde uno simplemente disfrutara de la presencia del otro. Yutaka llevó al cachorro, en compañía de Mystikó, al veterinario y fue la doctora quien los confundió con una pareja.
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El calor subía nuevamente, una temperatura que ya era más que conocida por los dos. Sus labios se encontraron casi con brusquedad mientras las manos exploraban con descaro el sensual cuerpo ajeno.
Las marcas rojizas comenzaron a aparecer una tras otra en la pálida piel de la menor mientras que el mayor sentía cada vez más aprisionado su miembro dentro de la tela de su pantalón. Oh, dioses ¿Cómo era posible que provocaran tanta excitación en el otro? ¿Cómo era posible que desearas a una persona a ése grado?
—Vamos al albergue, Yutaka...— jadeó, sintiendo los suaves labios del mayor recorrer la piel de su cuello y hombros.
—...No puedo...— gimió, rodeó la cintura de la joven y la pegó más a su cuerpo— hoy no...— sintió las manos de la joven bajar con lentitud, con caricias fugaces y placenteras, llegando hasta la cremallera de su pantalón, gimió con fuerza al sentir el insinuante tacto.
—Te siento ¿Sabes? Siento que lo deseas, tanto como yo...— acarició la hombría de Yutaka sobre la tela, provocando fuertes y sensuales gemidos de parte de él— no intentes negarlo...— reprimió un quejido ante el leve dolor que una mordida de parte del castaño había provocado, una mordida particularmente fuerte— Vamos, Yutaka...
—No... Tengo que ir por... el cachorro a la clínica...— juntó sus labios con los de la menor.
— ¿Seguro? ¿No te arrepentirás después?— lo miró a los ojos, con deseo y con cierta súplica.
—Eso espero...— depositó un último beso en los finos labios de la pelinegra y se obligaron a sí mismos a separarse. Mystikó volvió al asiento del acompañante y Yutaka acomodó el cuello de su camisa, y como ya era costumbre, Mystikó recogió la mascada y la gargantilla gótica del suelo del auto. Abrió la puerta para salir y dirigirse a su casa, pero se detuvo y sonrió con cierta malicia.
—En serio, espero que no te arrepientas de no haber ido al albergue, tu cuerpo me dice que lo lamentarás— dijo, echándole una breve mirada a la entrepierna del mayor, Yutaka se avergonzó— no te preocupes, no serás el único que lo lamente, te por seguro que plañiré por esto— y antes de que Yutaka contestara, Mystikó salió de la camioneta.
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Dejó al canino, cuyo nombre aún no lograba decidir, dormido en la cama que le había comprado, organizó los diferentes juguetes, premios, alimentos y artículos de limpieza animal entre los estantes que tenía vacios. Se dispuso a trabajar, ordenando y corrigiendo algo de lo que tenía pendiente, pero justo cuando rebuscaba en su portafolio se dio cuenta de que algo andaba mal, sacó todos las carpetas y paquetes de discos que traía consigo, vació cada bolsillo del portafolio y maldijo por lo bajo. Genial, había perdido de nuevo un demo.
Justo en ese momento, su móvil vibró dentro del bolsillo de su pantalón.
— ¿Diga?— atendió.
— ¡Yukkun!— escuchó la voz de su alto amigo del otro lado de la línea y el remordimiento no tardó nada en carcomerle los huesos.
—Shima ¿Qué tal te va?
—No tan bien como quisiera pero ése no es el punto de mi llamada ¿Podrías venir a mi casa? Hay algunas cosas que no logro entender de un trabajo que está bajo tu supervisión ¿Puedes venir y aclararme el panorama?— al escuchar lo que su amigo le decía, tragó en seco.
—Claro, allí estaré, de paso le pregunto a Mystikó sobre un par de cosas que no encuentro, probablemente ella si sepa dónde demonios las puse— respondió y escuchó la risa del más alto a través de la bocina.
—Y pensar que semanas atrás te reusabas a aceptarla como asistente, mírate, Mystikó es la solución de tus problemas— 'Y también es mi principal problema' pensó.
—Bueno, entonces te veo allá en unos 15 minutos— finalizó la llamada y soltó un denso suspiro.
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Seguía a su amigo con pasos ligeros y despreocupados, aparentando perfectamente el remordimiento y odio propio que sentía al estar cerca de él. Uruha se adentró en su estudio dejando la puerta abierta para que Yutaka, quien se encontraba algunos metros atrás, entrara pero mientras esto pasaba... una silueta, ya más que familiar para el castaño, se paseó por los pasillos. Mystikó.
Pero no era como si estuviera pasando por ahí de la cocina a su cuarto, ojala fuera eso solamente. Tenía su largo y negro cabello recogido en lo alto de su cabeza con un listón azul marino, algunos mechones caían en los costados de su rostro enmarcándolo, su pecho subía y bajaba al Son de su respiración, portaba una camisa ligera y corta que le llegaba a las costillas, notablemente holgada y una licra negra cubría su pelvis. Algunas gotas de sudor recorrían con lentitud el escultural cuerpo demostrando que aquel atuendo era el que usaba cuando hacía ejercicio (Claro, el cuerpo que tenía Mystikó no era simple obra divina), y la encontró realmente atractiva de esa forma, tan casual. Un cosquilleo se expandió en su entrepierna sin que pudiera evitarlo.
Y se sintió como un viajero en medio del desierto, encontrando un oasis cuando su sed era insoportable y regocijándose por ello. Yutaka era el viajero y Mystikó era el agua.

Nota: ¡Déjenme sus comentarios!

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