Capitulo 20.

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  Yutaka miraba la ventana, inundándose en sus propios pensamientos.

¿Qué futuro les esperaba a Mystikó y a él?

Imaginaba y anhelaba con todo su ser que pudieran ser felices, llevar su relación por algunos años a salvo de todo, siendo felices juntos y tal vez, sólo tal vez, algún día podrían... podrían...

Pero la oscuridad siempre irá allí donde haya luz... No podía apartar de su mente el hecho de que podían echarlo a perder, que Mystikó se cansaría de él y buscaría a alguien más, alguien de su edad, joven y apuesto, como ella.

No. No quería pensar en eso, quería disfrutar del presente sin tener que preocuparse por el futuro, pero no podía, como adulto, estaba preocupado por el futuro.

— ¿En qué tanto piensas, Yukkun? —la voz del más alto lo distrajo y lo extrajo de su ensimismamiento.
—Eso debería preguntártelo yo a ti, estás muy agitado y nervioso, no es normal en ti —se excusó, el ojimiel no hizo más que suspirar con pesadez— y sobre todo es extraño que me pidas acompañarte a recoger a alguien al aeropuerto, por lo regular lo haces solitariamente cuando algún inversionista viene —continuó hablando.
—Sí, sé que es extraño, pero si encaro a esa persona yo sólo no sé de lo que ambos seamos capaces. —Yutaka arqueó las cejas.
—Estás demasiado misterioso ¿Quién es? ¿Cómo se llama? ¿Es mujer u hombre?
—Son muchas preguntas, Yukkun —refunfuñó.
—Sólo son 3 —se defendió.
—Son muchas.
—Ajá.

El resto del recorrido siguió, ambos sin decir una sola palabra, completamente ensimismados, ahogándose con sus propias preocupaciones. ¿Cómo podía estar a un costado del hermano de la mujer que amaba? ¿Cómo se le ocurría siquiera darle la cara a Shima? Mordió el interior de su mejilla.

El motor se apagó, el más alto sacó la llave y se dispuso a bajar, Yutaka lo detuvo por unos momentos.

—Deberías calmarte un poco primero —el más alto negó con la cabeza.
—Es mejor terminar con esto de una vez —contestó el castaño claro mientras abría la puerta y salía, el castaño lo imitó.

Se dirigieron a la entrada de la gigantesca instalación, Takashima con el móvil en la mano, listo para responder a cualquier llamada o mensaje. Caminaron con un ritmo acelerado hasta la enorme sala de espera, Shima chequeaba constantemente la hora, completamente impaciente y nervioso.

—No me imagino qué clase de persona tiene que ser quien llegará para ponerte en ese estado —el más alto soltó un suspiro de irritación.
—Ni te imaginas.
—Eso es lo que acabo de decir. —le sonrió a medias, sin estar seguro de que el más alto le estuviera poniendo atención.

Yutaka buscó con la mirada una máquina expendedora, cuando divisó una se acercó a ella sin perder de vista a su alto amigo, tomó un par de bebidas y volvió al lugar del cual el castaño claro ni siquiera se había movido.

—Toma, relájate un poco. —el más alto recibió la bebida con una tenue sonrisa.
—Gracias. —Abrió la botella y apenas dio un sorbo cuando una alarma programada se activó en su móvil, casi de inmediato viajeros comenzaron a aparecer a través de unas puertas de cristal grueso—Es hora... —susurró para sí mismo. Yutaka se limitó a mirarlo extrañado mientras bebía.

Poco a poco la estancia fue llenándose de un ambiente cálido, con quienes tenían parientes esperándoles, abrazos, cálidas bienvenidas, repetitivos "Bienvenido de vuelta a cada, cariño." O "¿Qué tal el trabajo?", "Te fue bien en el intercambio ¿Cierto?", "¡Vamos, cuéntame cómo es (inserte nombre de X país)!"

Observó a su amigo sacar su móvil y teclear algunos mandos, un mensaje de texto, bastante corto por lo que pudo notar.

Shima mandó el mensaje, levantó la mirada hacia la persona que permanecía varios metros frente a ellos, buscando algo con la mirada, notó cómo la persona sacaba su teléfono del pantalón, sabía qué era lo que leería:

'Date vuelta, idiota.'

Observó impaciente el movimiento giratorio de aquella persona, el movimiento libre de la cabellera larga y oscura, un mechón rubio en la parte frontal. Su corazón dio un vuelco cuando vio la arrogante sonrisa de aquel hombre cuando este último lo miró.

Yutaka observó a un hombre, bastante apuesto, se aproximándose hacia ellos, y Yutaka casi se queda boquiabierto, conocía a esa persona, pero no creía que alguna vez fuera a conocerlo en persona. Era uno de los grandes guitarristas de Japón, había trabajado varias veces en conjunto con Takanori y había compuesto varias melodías para el trabajo de su amigo, incluso había escrito letras que Takanori había comprado y que habían sido un rotundo éxito.

—Hey, qué hay, apuesto a que estabas impaciente por mi llegada —dijo, saludando al más alto, sonriendo resplandeciente, los ojos de esa persona resultaban bastante peculiares, pero el rasgado de sus ojos confirmaba su nacionalidad, pero sus ojos, esos ojos se le hacían conocidos, como si fueran idénticos a los de alguien muy cercano a él, eran grises, sí, no conocía a nadie que tuviera los ojos de ese color, pero era un gris oscuro —bastante oscuro de hecho—, con algunos tintes azulados.
—Calla, no es que seas el Rey de Roma o algo así —el recién llegado le guiñó el ojo al más alto.
—Pues que yo sepa no estoy tan lejos de eso.
—El que seas reconocido mundialmente no te hace tan importante. —lo miró desafiante.
—Oigan, chicos, no es que quiera interrumpir, pero ¿Qué sucede aquí? —tanto los ojos miel de su amigo como los grises del pelinegro se posaron en él.
— ¡Pero que desconsiderado de tu parte, Kouyou! No nos has presentado —dijo el pelinegro, seguro que eran cercanos, nadie le llamaba por su nombre a Shima. Takashima suspiró.
—Yukkun, él es el insoportablemente egocéntrico Yuu Shiroyama, mejor conocido como 'Aoi'; Shiroyama, él es mi querido amigo Yutaka Tanabe —los presentó, el pelinegro estrechó la mano de Yutaka.
—Mucho gusto, espero que nos llevemos bien.
—Oh, por él no hay problema, Yukkun es muy agradable, el problema eres tú. —dijo el más alto, Aoi lo miró con desdeño.
—Y dices que yo soy el insoportable.
—Es que lo eres. —los dos amigos comenzaron a bromear, con sarcasmo de por medio. Yutaka los observó, preguntándose ¿Qué había en Shiroyama que había puesto tan nervioso a Shima? No lo entendía, pero comenzó a sentir una energía, como un aura, que emanaba de Yuu Shiroyama con intensidad, una energía extraña pero... relajante, transparente, en perfecto equilibrio.

Entonces lo recordó, la mirada que el recién llegado poseía le recordaba a la de Mystikó, no entendía, eran tan diferentes y tan parecidas a la vez... y aquella energía, siempre que estaba con la menor podía sentirla, aunque mínimamente, algo extremadamente tenue a comparación de lo que sentía emanar de Shiroyama... ¿Por qué? ¿Por qué el recordaba tanto a Mystikó? ¿Por qué?

¿Continuará?  

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