capitulo 17.

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  — ¿Ya confesó todo? — 'ese bastardo', agregó para sus adentros, el oficial negó con elegancia.
—No tardará, no son más que un montón de cretinos y siempre hay uno que lo dice todo, de todos modos, aunque no declare, tenemos pruebas suficientes para mandarlo tras rejas, intentamos hacer que confiese porque así lo dicta la ley —suspiró con autosuficiencia —fue muy valiente de su parte lo que hizo, Yutaka-san.
—No es nada, ¿Cómo no iba a hacerlo? Shima estaba sufriendo horrores con su secuestro, es la querida hermanita de mi mejor amigo —'y la mujer que tanto amo', pensó. El oficial le colocó una de las manos sobre el hombro.
—Todo se va a resolver, ese desgraciado sin duda pagará lo que ha hecho, con la señorita Takashima y con todas las demás jóvenes —el castaño asintió, charlaron un poco más, charla durante la cual Yutaka se mostró muy serio y fático.

Cuando salió de la base de policías, se dirigió con rapidez a su camioneta, arrancando de inmediato con dirección al hospital donde aún era atendida la pelinegra.

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Cuando la puerta se abrió y el castaño apareció tras ella, su corazón dio un vuelco de pura emoción, su sangre corrió con mayor velocidad a lo largo de su cuerpo, y aquel brillo que sus desanimados ojos habían perdido, volvió como un relámpago.

—He vuelto —dijo, mientras se adentraba en la habitación.
— ¿De verdad? Creí que eras una alucinación, como tantas que he tenido últimamente —dijo, divertida de su propio comentario, sin resentimiento alguno. Pero la expresión del castaño se afligió.
—Lamento que hayas tenido que pasar por todo eso... de verdad... —las lágrimas estuvieron a punto de salir, pero la menor rápidamente gritó frustrada. Él la miró con sorpresa.
— ¡Ese no era el punto! —Exclamó exasperada, le sonrió al mayor —No te culpo absolutamente de nada, fui yo la tonta adolescente que se enamoró, aun cuando se suponía que nuestra relación era completamente diferente —volvió a sonreír, miró al castaño con ternura y él la contempló de la misma forma.

Aquella mirada bastaba, no era necesario articular "Te amo" para que lo tuvieran más que claro. Sus corazones de alguna manera se sincronizaron, latiendo al mismo ritmo y velocidad, componiendo una hermosa melodía que sólo ellos podían apreciar, una melodía que, sin duda alguna, se convertiría en su tesoro, como aquel sentimiento que tanto negaron y que tanto provocó.

El mayor se acercó y se sentó en la silla que estaba a un lado de la cama donde su querida reposaba, las manos se atrajeron como si fueran imanes, la calidez del otro era como una droga, pronto los cuerpos disfrutarían de aquel fugaz y placentero contacto. Tan anhelado.

La puerta se abrió y ellos disimularon a la perfección, ambos cerraron los puños y los impactaron sutilmente. Un apresurado Shima apareció tras la inmaculada puerta.

— ¡Mystikó! —el ojimiel se abalanzó hacia la joven, ignorando por completo lo que fuera que estuviera pasando entre ellos dos, la rodeó con ambos brazos y la estrujó entre ellos. — ¡Que alivio! ¡Qué alegría que estés bien!
—Bueno, no lo estaría si no fuera por el profesor Yutaka —le sonrió al castaño, que los miraba con nerviosismo, sonrió con ternura. El más alto se volvió hacia su amigo y lo abrazó de igual manera.
— ¡Qué sería de mí sin ti, mi querido amigo! ¡Mi querido Yukkun!
—Ya, ya, tampoco es para que te pongas tan emotivo —palmeó la espalda de su amigo cuando sintió una cálida humedad en su hombro.
—Tú, aquí, salvando a mi pequeña y yo, en un país lejano, cerrando negocios ¡Yutaka, eres un ángel! —comenzaron a reírse con ganas, y no era exactamente porque lo que el más alto había dicho fuera gracioso, era una risa escandalosa que hacía como liberadora de toda la tensión acumulada.

De la culpa y tristeza que tanto habían atormentado a Yutaka, tanto que le provocaron días enteros sin dormir o comer algo. Porque todo lo sentía insípido, sin sentido, si sabor, todo le daba náuseas y sentía que con cada acción o intento que hacía para poder alimentarse, su energía se agotaba más rápido.

La incertidumbre y el estrés que el más alto había sentido al tener que atender tantos asuntos a la vez, y encima de eso, el secuestro repentino y trágico de su pequeña hermana menor, aquella que era su adoración.

El anhelo de la joven de tener a Yutaka consigo, besarlo, abrazarlo y hacerle el amor como sólo una persona realmente enamorada podría hacer. El vacío y la repugnancia que sentía cuando permanecía sedada, cuando su cuerpo fue usurpado por hombres desconocidos y repugnantes.

Todo fue liberado con aquella espontánea y ruidosa risa.

—Gracias, gracias, de verdad, Tanabe —se sorprendió cuando el más alto le llamó por su nombre, porque él sólo hacia eso cuando estaba hablando realmente en serio. El móvil del castaño claro interrumpió la escena, sonando descontroladamente, el más alto rodó los ojos y lo sacó del bolsillo. —Disculpen, debo tomar esta llamada —salió de la habitación con el celular pegado al oído derecho.

La mirada purpurea volvió a encontrarse con la mirada castaña del mayor, y eso bastó para que todo volviera a fluir, para que el amor que sentían el uno por el otro pudiera ser casi tangible.

De la nada, las lágrimas de la joven fluyeron, mientras aún sonreía con cariño.

—No llores, por favor —se apresuró a limpiar las lágrimas con las yemas de los dedos —-por favor, no llores, no lo hagas que me partes el corazón —la joven se remeció ante el llanto pero seguía sonriendo, regalándole la sonrisa que tanto le hizo falta al mayor. Sintió los labios del mayor sobre su mejilla, un beso tierno y húmedo. El castaño se separó apenas lo suficiente para mirarla a los ojos. —Te amo —toda la sangre de su cuerpo subió a su rostro, dándole color a las pálidas mejillas, un cálido y lindo tono rojizo. El mayor sonrió con ternura.

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—Sí... sí... de acuerdo, eso está bien ¿Sólo para eso me llamaste? —gruñó, se recargó sobre la pared que estaba enfrente de la habitación de la menor, donde las persianas de la ventana permanecían mediamente cerradas, dejando ver a medias la cercanía de los que adentro esperaban. —Sí... —sus pensamientos se confundieron por un momento, maquinando ideas que cualquier persona hubiera imaginado, y desechándolas al instante — ¿Decías?... Sí... —salió de su pequeño trance.

Continuó conversando con la persona que estaba al otro lado de la línea, conversación nada relevante, negocios, inversiones, capital...

—Si eso es todo, voy a colgar —anunció.
—Por cierto, antes de que cuelgues, casi se me olvida decirte algo —dijo la voz al otro lado de la línea.
— ¿Qué cosa? —arqueó las cejas.
—Pronto voy a ir a Japón. —dijo sin rodeos.
— ¿Qué? —Vaya, aquello sí que lo había sorprendido — ¿Qué acabas de decir?
—Voy a volver, al lugar en el que nací, Kouyou —era extraño que alguien lo llamara por su nombre.
— ¿Se puede saber por qué?
— ¿Qué? ¿Acaso no te emociona? ¡Yo! Voy a volver, es una razón para estar emocionado, Kouyou. —se pavoneó aquel del otro lado de la bocina.
—No, no es eso... es que, es tan repentino...
—Lo sé, soy completamente impredecible —escuchó una risa egocéntrica al otro lado de la línea.
—Me tengo que ir.
— ¡Hey!
—Nos vemos, entonces. —cortó la llamada, se quedó mirando su móvil por unos momentos, se despeinó un poco y caminó hacia la habitación, Mystikó y Yutaka estaban como si nada, como si todo el tiempo en que no estuvo presente no hubieran cruzado una sola palabra, ni mucho menos hecho algún contacto físico.

Como fuera, eso no le importaba, en su cabeza sólo estaban una línea, sólo rondaba una sola frase:

'Voy a volver, al lugar en el que nací, Kouyou.'

Nota: ¿De quién se trata el retorno? ¿Shima le tomará alguna importancia a la escena cortada por las mal cerradas persianas? ¿Por qué lo estremece tanto el retorno a Japón de aquella persona?

  ¿Continuará? Déjenme sus comentarios   

FELIZ AÑO NUEVO!!!!....... adelantado 

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