Abrió los ojos, su vista se encontró con una habitación bastante conocida, se incorporó casi de un salto al reconocerla y miró a ambos lados, estaba sola, la luz del pasillo estaba prendida, una luz amarillenta muy tenue a través de las puertas corredizas. Se despojó del calor que le brindaba el edredón, puso los pies en el suelo y caminó hacia la puerta.
—No abras —escuchó la voz del mayor amortiguada a través de la puerta, observó la tenue sombra de la mano de él colocarse con fuerza sobre el papiro para asegurarse de que no saliera de la habitación, le escuchó suspirar con pesadez, se arrodilló con lentitud y rozó con los dedos la sombra de la mano del castaño. — ¿Te sientes bien? —su voz sonaba temblorosa.
—Sí... lamento las molestias que debí haber causado. —se recargó en la puerta, curiosamente, en el mismo sitio que en el que estaba recargado Yutaka. — ¿Resulté muy molesta?
—Un poco. —sonrió para sí misma al escucharlo bromear, aunque amargamente. El silencio, pesado y denso, cayó sobre ambos, escuchaba suspiros provenientes del mayor, suspiros pesados y constantes, suspiros que de hecho eran un disfraz a sus sollozos. — ¿Por qué me mentiste de esa forma?
— ¿Eh? —sabía de qué estaba hablando el mayor, por eso ese sonido de confusión fue lo único que pudo decir.
—Acerca de que me habías engañado. —bajó la mirada, aunque nadie estaba viéndola.
—Yo... no lo sé... —y era la verdad, se sentía absolutamente responsable de lo que había pasado, había bajado demasiado la guardia aquella noche, arrastrada por la impotencia y desesperación.
—La verdad es que ni siquiera debería estar hablando contigo.
— ¿Por qué no?
—Porque yo soy el principal causante de todo tu sufrimiento.
—No digas eso. —se apresuró a decir, dejó de recargarse en la puerta, el castaño debió de sentirlo y volvió a poner su mano sobre la puerta corrediza.
—Lo digo, porque así es.
—No es verdad, la única responsable era, es y siempre seré yo.
— ¡No digas tonterías! —exclamó el castaño. Mystikó miró la sobra de la mano del mayor— nunca me di cuenta de lo mucho que sufrías, de tus constantes batallas para no caer en depresión y en ataques de histeria por todo lo sucedido, por el secuestro... sé que esa noche alguien volvió a abusar de ti, no voy a preguntar quién fue aunque sí me gustaría saberlo, si no quieres decirme, está bien, porque de inmediato iría a golpear a esa persona, no, a esa mierda humana.
—Yutaka...
—Sólo te pido que me dejes cargar con la culpa que me corresponde, no te hundas tú sola, por favor... —le escuchó sollozar, esta vez el sonido fue muy claro, Mystikó abrió los ojos de par a par y sin previo aviso recorrió la puerta, la ligera brisa le revolvió un poco el cabello, Yutaka se agitó, pero luego permaneció quieto, dejando que la lágrimas fluyeran. Su mirada se nubló por las lágrimas contenidas que tomaron partida al ver al mayor llorando.
—No llores —se movió de forma que quedó casi de frente al castaño.
—No me pidas eso, no cuando no he hecho más que lastimarte, dime ¿Cómo? ¿Cómo lo has soportado todo hasta ahora? ¿Cómo soportaste que yo mismo te hablara de aquella manera? —se estremeció por el llanto, Yutaka se abrazó a sí mismo.
—No lo entiendes ¿Verdad?
—Entender qué cosa —refutó.
—Que te amo, esa es la única razón por la que nunca me quejé, por la que cargué con todo yo sola, porque no quería ver esas lágrimas en ti, porque sabía, sé, lo amable que eres, la gran persona que eres, tan fuerte y firme para ti mismo, pero si hubieras visto cómo yo me desmoronaba poco a poco tú también lo hubieras hecho —le limpió algunas lágrimas al mayor, aunque ella misma estaba llorando. Yutaka respiró tembloroso, miró hacia arriba intentando disipar las lágrimas de su vista, cerró los ojos con fuerza y una calidez anhelada por años lo rodeó por completo, Mystikó lo abrazó fuertemente, temblando ella misma por el llanto, sonrió. — Tanto tiempo... anhelando esto, no pensé que pudiera volver a hacerlo. —Yutaka se aferró a ella, rodeándola con ambos brazos, lloró con un poco más de intensidad.
—Quiero volver atrás el tiempo —sollozó—, quiero volver a esa noche donde por primera vez me dijiste esas dos palabras que tanto adoro escuchar de ti, quiero quedarme allí contigo, abrazándote como ahora, quiero susurrarte lo mucho que también te amaba para ese entonces, quiero salir de ese sitio tomando tu mano y estrechándote contra mí, quiero entregarme a esa emoción desde ese momento, tal vez de haberlo hecho absolutamente todo sería diferente, seguramente hubiéramos sido más felices, nos habríamos casado ya porque yo ya no podría esperar para despertarme junto a ti todas las mañanas, y tú... tú, tú... tal vez no hubieras pasado por tantos hechos traumáticos...
—No puedes volver el tiempo atrás, Yutaka —le susurró cariñosamente, el castaño le acarició el largo cabello.
—Lo sé y no sabes cuánto lo lamento. —dijo, medio en broma, medio en serio.
—Quiero quedarme así, junto a ti, sintiendo tu calor contra mi piel —declaró la menor, Yutaka se acomodó y atrajo más hacia sí a Mystikó.
—Yo lo quiero aún más. —sonrió con alivio. — ¿Quieres quedarte conmigo algunos días? En un intento por recuperar un poco del tiempo perdido...
— ¿Lo dices en serio? —tenía la frente enterrada en la curva entre el cuello y el hombro.
—Por supuesto.
—Por supuesto. —ambos sonrieron, la menor levantó el rostro, se miraron a los ojos, con tanto anhelo y amor que podrían ahogarse en él. Yutaka ejecutó la delicada danza de un tierno beso sobre los labios de Mystikó.
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.
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— ¿Estás segura? —el morocho la miraba con vehemencia.
—Que sí, ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? —le dijo, sonriente, el pelinegro la notaba radiante. Mystikó dejó el bolso de viaje en el asiento trasero de su automóvil. — bueno, me voy.
—Cuídate mucho —le dio un tierno beso en la frente, Mystikó le sonrió agradecida, asintió, subió al automóvil y arrancó, Yuu miró el auto alejarse rápidamente, adoraba ver de nuevo a la menor de aquella forma, sencillamente feliz, algo lo recorrió, algo frío y a la vez hirviente, dejó de mirar la avenida y miró hacia el frente, sintió que el corazón se le paralizaba al ver al rubio oscuro sonreírle desde el otro lado. — Reita... —dijo en un susurró, como si le faltara el aire, el rubio sonrió un poco más, esa sonrisa siempre le había estremecido, dio un paso hacia el frente y en un segundo había cruzado la amplia y peligrosa avenida como si de nada se tratara, ahora estaba a menos de un metro de distancia del morocho.
—Qué hay —dijo, a manera de saludo.
—Tan siniestro como siempre —intentaba parecer tranquilo.
— ¿Te lo parece? —levantó una mano, sus ropas eran completamente negras, como hechas jirones, como si estuvieran quemadas pero a la vez se veían impecables, era extraño. — No es como que pueda vestir otra cosa siendo lo que soy —el pelinegro tragó saliva.
— ¿Y qué te trae por aquí, al mundo mortal que tanto aborrecen ustedes? —la sonrisa gélida volvió a los labios del rubio, levantó la barbilla e hizo un movimiento señalando la carretera, el de los ojos grises hizo un gran esfuerzo por mantener la compostura.
—Ya te imaginarás, sólo vengo por lo que nos pertenece.
—Pero ella no...
—Por favor, no querrás que sean esos santitos los que la reclamen ¿Verdad? Nosotros podemos...
—No, no pueden. —declaró el morocho, Reita lo miró con incredulidad.
—Mira, Aoi —comenzó a decir.
—No me llames de esa forma. —el rubio rió un poco.
—Bueno, Yuu, tienes que tener claro que ni tú, ni mucho menos ella son humanos, al menos gran parte de ustedes no lo es, y sabes que Mystikó no debería de haber crecido aquí, en este mundo.
—Ella no es Mystikó. —Reita lanzó una carcajada.
—Claro, los estaba observando desde hace rato ¿Sabes? —sintió que la sangre se le congelaba— Puedo ver tanto o incluso más de una persona que tú, supongo que ya sabrás que me la había encontrado antes, aunque no tuvimos contacto realmente, pero rompí el sello, si no fuera ella, ese hechizo seguiría en su espalda sin hacer ningún efecto, pero ¡Oh, sorpresa! Resulta que no está, resulta que sigue allí el sello que Chihiro le puso.
—No es ella, Mystikó murió esa noche —se apresuró a decir.
—Basta, Aoi —volvió a llamarlo de aquella forma, lo miró con irritación, le sonrió— Sabes que tengo muy poca paciencia —la pasó los dedos por las venas del cuello, siempre sonriente— sabemos que no quieres hacerme perder los estribos ¿Verdad?
—No pueden arrebatarle lo que es, no pueden.
—Nosotros le dimos todo lo que es, Aoi.
—Qué tontería.
—Escucha, piénsalo de esta forma, sino fuera por los Takashima, que tienen una esencia demoníaca, su crecimiento como ángel, aún en la Tierra, hubiera sido inevitable, sino hubiera sido porque Uruha —de nuevo esos malditos nombres— es un demonio casi completo, no hubieran podido salvarla de nosotros y mira cómo son las cosas —extendió los brazos para hacer énfasis en lo que decía.
—No pueden arrebatarle esta vida, su felicidad como humana.
—No seas imbécil, cualquiera preferiría ser...
— ¡No! ¡Ella no es como cualquiera! ¡Mystikó murió esa noche, junto con Zazu y Ryuu! ¡Punto! —Reita puso los ojos en blanco.
—Bueno, tal vez eso sea verdad, de algún modo —se dio media vuelta, dio un paso y se esfumó, dejando un círculo en el suelo de ceniza. El de los ojos grises comenzó a temblar.
—Joder, joder, joder... —repetía una y otra vez.
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Kowareta
FanfictionNadie sabía... y nadie debió saberlo. Debía guardárselo para sí. Era la hermana menor de su mejor amigo. Era el mejor amigo de su hermano mayor. Había algo que ninguno de los dos sabía. Era un secreto... como su nombre.