capitulo 25.

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—Te lo suplico, Kou... —el morocho posó sus manos en el escritorio del castaño, inclinando su cuerpo. — No lo hagas... —el castaño le sonrió, una sonrisa que expresaba emociones indescifrables.
—Yuu, no supliques, no voy a desistir. —Respondió, rodeando el escritorio, el pelinegro se volvió hacia él. El más alto se acercó a él, tomó la mano derecha del otro y rodeó la misma con una esclava de plata, ésta se selló con un tintineo metálico.
—Voy a hacer todo lo posible para evitarlo.
—Primero mira lo que tienes en tu muñeca y luego dime si podrás —el morocho arqueó las cejas, dirigió su mirada hacia donde el castaño le había indicado y sintió su pulso detenerse por un momento, no se fue para atrás gracias al escritorio.
— ¿D-De...? —Tragó saliva— ¿De dónde sacaste eso? —miraba con cierto terror la esclava que rodeaba su muñeca. El castaño le acarició la mejilla, él retrocedió, más bien, sólo apartó el rostro.
—Olvidas lo que soy... olvidas lo que somos... ¿Cierto? —Los ojos grises lo miraban con asombro y susto— Lo entiendo, Yuu, a veces es fácil olvidar lo que realmente somos y podemos creer que somos humanos, un humano más entre millones... —suspiró. — ¿Crees poder detenerme? —El morocho negó lentamente— El efecto dura un día completo, es bastante débil a comparación de las que 'ellos' usan... lo lamento, pero esta oportunidad no la puedo dejar pasar...
— ¡Voy a evitarlo!
—Está bien —rozó las labios del pelinegro con los suyos— Todo va a estar bien, la necesito y necesito que estés lejos y para eso es esta esclava, te mantendrá sin poder acercarte a mí o a Mystikó por un día entero, para cuando puedas evitarlo, ya será muy tarde —el pelinegro se mordió el labio inferior. — Por favor, no dejes que Reita te encuentre. —el pelinegro ignoró su último comentario.
— ¿Por qué me dijiste tus planes? —comenzaba a sentir el efecto de la esclava, su inconsciente quería apartarse de ese lugar, se resistió— ¿Por qué? Si sabías que no iba a estar de acuerdo e iba a intentar impedírtelo... —sostuvo su mano con fuerza, cerrando con fuerza los ojos y frunciendo el entrecejo.
—Será más doloroso si te resistes, y lo sabes.
— ¿Por qué? —el castaño tomó del brazo al morocho y lo dirigió hacia la puerta, este último no podía resistirse más.
—Porque prometimos que no iba a haber secretos entre nosotros... Te amo, Yuu —le dio un beso fugaz en los labios mientras el morocho cedía ante la magia de la que estaba impregnada la esclava. — Lo siento, Yuu, pero necesito asegurar mi vida tanto aquí como en el otro mundo, y esta es la única forma que conozco...

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Llegó la noche, el día siguiente sería el juicio de Yutaka y ella ya estaba lista para ello, haría todo lo posible por sacar a Yutaka de ese lío, haría más de lo posible. Atravesó la puerta de entrada, caminó con rapidez hacia las escaleras pero algo llamó su atención, Shima estaba recargado en la puerta de su estudio, lo miró son resentimiento, no le perdonaría que no haya dejado que visitara a Yutaka más de una sola ocasión. Volvió su mirada hacia los escalones, cuando la voz del castaño la llamó.

—Necesitamos hablar, Mystikó.
—No hay nada que tengamos que hablar tú y yo, así que si me disculpas... —subió un único escalón.
—Es sobre Yutaka. —maldito sea, Shima, había dado en el clavo, la pelinegra no podía ignorar nada que tuviera que ver con el mayor. — Te espero en el estudio. —se adelantó, se internó en la estancia con rapidez. La menor lo miró con cierto recelo, suspiró con resignación y bajó el escalón que había subido, mejor acabar con esa charla lo más pronto posible. Caminó con rapidez hasta el estudio del mayor y observó al castaño, sentado en la orilla del escritorio, sirviendo alguna bebida alcohólica en dos vasos de vidrio. — ¿Quieres un trago?
—Es obvio que no he venido aquí para eso ¿Qué tienes que decirme acerca de Yutaka?
—Veo que has aprendido bien a ir al grano... dime ¿Qué pasaría si le condenan? No creo que sea una condena demasiado extensa pero... la cárcel es peligrosa. —la mirada purpúrea de la menor se ensombreció.
—Eso no va a pasar, no voy a dejar que pase. —afirmó, el castaño tomó uno de los vasos y bebió un poco de la bebida, sintió como le quemaba un poco la garganta, bien, su organismo estaba deshaciéndose de la droga.
—Lo digo porque es lo más seguro que pase, no creo que una chica de tu edad pueda hacer mucho para evitar que la ley...
— ¡Basta! ¡Eso no va a pasar! ¡Yutaka va a salir libre, eso corre por mi cuenta! —dio un paso, acercándose al castaño.
—Lamento decirte que si no tienes un buena influencia en...
—No la necesito, me basta conmigo misma —la mirada de determinación que la menor poseía en esos momentos resultaba anormal para alguien de su edad, sintió de nuevo aquella aura tan imponente pero débil.
— ¿Qué pasaría? ¿Cómo sería tu vida sin él en ella? ¿Qué pasa si todo lo que está pasando es sólo culpa tuya? —la furia recorrió cada rincón de su cuerpo, mordió el interior de su mejilla mientras buscaba algo para desahogarse, algo, o terminaría golpeando al castaño, entonces sus ojos se posaron en la bebida alcohólica. En un arrebato de ira tomó el vaso de vidrio que contenía la bebida y bebió todo lo que el recipiente contenía, el delicado cristal de estrelló levemente con la fuerza con la que la menor lo sostenía. El castaño sonrió, triunfante, dejó su vaso en el escritorio y se revolvió el cabello.

Uno... dos... tres...

El vaso de vidrio cayó al suelo, rompiéndose. La menor se desplomó sobre la alfombra.

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La mirada llena de tristeza del pelinegro ocupaba gran parte de su campo de visión, detrás de él yacía la mujer de los ojos azules que siempre la había acompañado en el sueño que casi cada noche tenía. La mujer yacía expectante, contemplando al pelinegro y a ella misma, ambos con expresiones preocupadas, por primera vez vio cómo la mujer se movía, apartaba con suavidad al morocho, una calidez familiar se expandió por su cuerpo, la mujer la estaba tocando, pero no podía saber dónde, aquella calidez se esparcía por cada fibra de su ser, no quería dejar de sentir ese calor. Observó a la mujer separar los labios y recitar palabras que apenas si alcanzó a escuchar:

'No te culpes, nada de esto es tu culpa, sino nuestra, debimos arriesgarnos y criarte como a Yuu, pero tu poder era demasiado, tu esencia era intensa... no te culpes, si hay un culpable, esos seríamos nosotros.'

A continuación escuchó sollozar al pelinegro:

'Perdón, pese a que prometí protegerte, no pude hacerlo, me encadenó por un día entero, no pude hacer nada... lo siento... de verdad...'

La mujer, de cabello negro y ese profundo azul glacial impregnado en su iris recitó:

'Sufrirás mucho y, al mismo tiempo, serás feliz. Esta es tu vocación: Buscar en el dolor la felicidad. Lucha, lucha sin descanso.' [—Fiódor Dostoievski.]

Despertó agitada, su pecho subía y bajaba por su acelerada respiración, notó que una delgada capa de sudor la cubría por completo. La cabeza le dolía demasiado, la luz hacia que sintiera que la misma le pulsaba...

Observó a su alrededor, se observó a sí misma —desnuda— y sintió que todo se venía abajo, absolutamente todo. Estaba en la habitación del castaño, no cabía duda, su cuerpo temblaba, no sabía si era por el frío, por el miedo o por la furia que crecía rápidamente dentro de ella. Estaba desnuda, en el cuarto de Shima...

Gritó fuerte, un grito que juró pudo escucharse en toda la casa, mordió una vez más su labio inferior abriendo una tercera vez la herida, esta vez sangró mucho más que las anteriores ocasiones.

¿Qué había pasado? Lo último que recordaba era haber bebido el contenido del vaso de vidrio... su vista se había nublado en un par de segundos y luego todo se volvió oscuro.

¿Qué hora era? Volvió su mirada hacia el reloj que había en el buró del castaño. El corazón le dio un vuelco, tan sólo faltaba media hora para que el juicio de Yutaka empezara. Se levantó con rapidez, corrió hasta su habitación y al llegar a la misma sus piernas falsearon dejándola caer. Soltó un grito gutural, de pura frustración, sentía asco hacia ella misma, se detestaba de sobremanera, de una forma que jamás creyó odiarse. Se levantó, apoyándose de lo que podía, se metió a la ducha y mientras se bañaba hacia una llamada telefónica. Sintió las lágrimas apoderarse de sus ojos, no podría ver a la cara a Yutaka nunca más, sabiendo —más bien, imaginándose— lo que en la noche anterior había pasado. Shima la había drogado, no había notado nada extraño puesto que había visto al castaño servir la bebida, lo había visto beber la misma ¿Cómo había sido posible? Entendió el objetivo del más alto: evitar que fuera al juicio y que, por ende, no pudiera defender a Yutaka.

Salió de la ducha luego de 5 minutos, sabía que no tenía tiempo que perder, y que por más que se bañara, que restregara su piel con el jabón, que se rasguñara, la suciedad no se iría, permanecería allí, como muestra de lo impura y repugnante que se había vuelto. Se vistió, dio un par de órdenes a las del servicio que hicieron que abrieran los ojos de la impresión. Bajó las escaleras, subió al automóvil que aguardaba en la entrada, sacó su móvil y realizó una nueva llamada. Su garganta había sido tomada como morada de un nudo origen de diferentes emociones. Pidió al chofer ir lo más rápido que pudiera, incluso que sobrepasara los límites de velocidad.

Por favor, por favor, que llegara a tiempo. Tenía que salvar a Yutaka, se lo había prometido a ella misma, no iba a permitir que algo malo le pasara de nuevo al mayor. Las lágrimas se le escaparon de los ojos, las limpió con brusquedad pero continuaron fluyendo.

¿Continuará?
¿Mystikó llegará a tiempo para declarar? ¿Para qué son las llamadas que realizó tan apresurada? ¿Cuáles fueron las órdenes que les dio a las empleadas domésticas?
Todo esto y más descúbralo en el próximo capítulo

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