Capitulo 48. Segunda Parte.

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  Escucho el llanto de un bebé, suave y lejano, y me estremezco por completo. Abro los ojos y me levanto de un tirón, con el pecho agitado y empapada en sudor frío.

No lo soporto, no lo soporto, vuelvo a llorar, mientras me abrazo el vientre, no puedo creerlo, que el fruto del amor entre Yutaka y yo haya desaparecido... no puedo, y es tan doloroso.

Camino por los pasillos, como un espíritu errante, me encuentro a Gabriel en uno de los pasillos, él también camina, pero nadie lo mira con desdén como a mí, me roza la mano cuando pasamos al lado del otro, como si ese tacto pudiera consolarme.

Llego a un punto que no conocía, tal vez algún tipo de biblioteca. Me recargo en una de las columnas y escucho la conversación lejana de dos ángeles.

—... y me encontré con este libro... —dice.
—Devuelve eso, sabes que está prohibido entrar en esa sección. —le responde el otro.
—No seas tan miedoso, es sólo echar un vistazo... ¡Oh, mira!
— ¿La leyenda de Mystikó? —giro levemente el rostro al escuchar mi nombre, pero algo me dice que no se refieren a mí. — Pensé que eso realmente era un mito —se escucha la curiosidad crecer en su voz. Pasan un rato en silencio, supongo que leyendo el escrito, me quedo allí, con la esperanza de que vuelvan a hablar. Cierro los ojos cuando escucho que uno suelta un respingo de sorpresa. — ¿Usó eso de verdad? ¿Y lo aguantó? —ruego porque sea más claro.
—No seas tonto, por algo es una leyenda, no hay forma de que alguien soporte el sufrimiento del límite — ¿Límite?
—Deshacerse de sus alas de esa forma realmente es algo de no creerse.
—Mira, dice que otros ángeles con Alysída han intentado deshacerse de ella pero ninguno ha podido... — ¿Ha habido más como yo? — Venga, ya —escucho el sonido del libro cerrarse de golpe. — Devuelve eso antes de que nos descubran —pasos alejándose presurosos.

El límite... me muerdo el labio, los grilletes tampoco me dejan acercarme a él según tengo entendido, pero no hay tiempo de pensar, mis pies ya se dirigen al límite, camino con rapidez, sin titubear un solo segundo, no mires atrás, no titubees, puedes perder esta oportunidad, no hagas caso al sonido de los grilletes, pronto comienzo a sentir un leve tirón en los pies y brazos, debo estar cerca. Cada paso me cuesta más, pero sigo avanzando, no mires atrás, llego a unas enormes puertas y las abro, los grilletes tiran con fuerza de mí, sonrío. Al fin ceden, entro y las cierro detrás de mí, los grilletes hacen que me quede unos momentos pegada a las puertas. Estoy un poco cansada y siendo algo de dolor en los tobillos y muñecas. Observo el frente, hasta donde la vista me alcanza está lleno de columnas corintias, construidas como a cinco metros de distancia la una de la otra, doy un paso al frente, siento un fuerte tirón, doy otro paso más, lo mismo, el cuerpo me tiembla, la respiración se vuelve irregular y el ritmo cardiaco se me dispara.

Camino con decisión, siento dolor, mucho, pero lo ignoro, a medida que me acerco a las columnas parece como si alguien tirara con más fuerza de mis tobillos y muñecas. Doy un paso y esta vez el tirón es tan fuerte que caigo al suelo, intento alcanzar la columna que está casi frente a mí, la Alysída tira con más fuerza y siento cómo soy arrastrada hacia la puerta, grito de frustración y entierro las uñas en el suelo, me arrastro impulsándome con las manos, lo cual es aún más difícil con los grilletes también en las muñecas, noto el dolor en los dedos, gruño y sigo avanzando, no sé cuánto tiempo me lleva alcanzar la columna y sostenerme de ella.

Siento aún más dolor, las Alysída están donde se supone que no pueden acercarse, siento el tirón pero me aferro con uñas y dientes a la columna.

—No pienso volver... —me digo— prefiero morir intentando escapar de esta jaula a seguir viviendo así... —siento las lágrimas en los ojos pero no pienso llorar, cierro los ojos con fuerza, concentrándome sólo en no ceder.

Escucho como si algo se rompiera, abro los ojos y observo alguna especie de descarga eléctrica en los grilletes, tanto de las muñecas como de los tobillos, por eso duele tanto. Observo con dificultad como comienzan a resquebrajarse, al principio solo una grieta que se vuelve más y más grande, más y más profunda, hasta que atraviesa el metal y se rompe, primero el tobillo derecho, de inmediato flexionó la pierna y siento alivio, luego el izquierdo y hago lo mismo, los grilletes de las muñecas caen al suelo, mi piel está intacta como si todo el dolor hubiera sido sólo psicológico, y tal vez así sea. Me levanto con rapidez.

"Tú aún puedes elegir, Mystikó, estos grilletes significan nada, las Alysída significan nada, tú aún puedes ser libre, aún puedes deshacerte de tu jaula."

Recuerdo las palabras de Gabriel, así que a esto se refería, que yo podía soportar el dolor, que podía... después de todo, si cuidaste de mí, aunque sea en esto.

Me doy media vuelta y comienzo a correr con rapidez, agradezco que las vestimentas sean tan ligeras y poco molestas, corro sin detenerme, el corazón me golpea el pecho con fuerza, estoy que rebozo de alegría, podré volver con él, con el único ser humano que me ama de verdad, que no deja de pensar en mí un solo día.

El paisaje pasa de ser blanco para comenzar a ser de ese tono azul que me es tan conocido, el cielo que he visto todos los días ¡Realmente estoy volviendo! No puedo evitar saltar entre paso y paso. Dejo de poder pisar y caigo, las alas se extienden como por instinto y me estabilizan, siento calor y frío al mismo tiempo, la distancia que hay entre donde estoy y tierra firme se me hace eterna, pero más temprano que tarde mis pies pisan una pequeña colina, reconozco el sitio, un parque, un parque que alguna vez visité con Zazu, no noto la presencia de las alas en mi espalda, cuando miro sobre el hombro ni siquiera las veo, supongo que es así como un ángel pasa desapercibido.

Comienzo a correr de nuevo, cierro los ojos sin detenerme, visualizo a Yutaka, deseo saber dónde está, pronto la imagen aparece en mi mente, el parque, ese donde leí el cuaderno que me entregó, abro los ojos de nuevo y corro más rápido, no sé qué hora es, pero parece que está atardeciendo, los parques deben estar vaciándose, no siento cansancio, sólo un leve dolor en las plantas de los pies al estar descalza.

Cuando llego al parque busco con la vista a Yutaka, por alguna razón disminuyo la velocidad hasta que termino por hacer alguna clase de caminata frenética. Entonces, cuando me falta el aire, lo veo, sentado en la banca que yo me senté aquella vez. El corazón me da un vuelco, una corriente me recorre la espalda.

— ¡Yutaka! —Grito con fuerza y sin aliento, él levanta la cabeza, lo veo negar, camino hacia él — ¡Estoy aquí! —vuelvo a gritar, esta vez se levanta de la banca y me busca con la mirada. Camino con lentitud, nerviosa de cabeza a los pies. Yutaka se da vuelta y me mira, no se lo cree, lo noto en su expresión, me acerco más y sonrío con emoción, el pestañea y noto sus ojos cristalinos, camina con rapidez hasta mí y noto que aún no puede creerlo.
— ¿Estás aquí? —me deleito al escuchar su voz, titubeante y emocionado.
—Estoy aquí, y no volveré a irme, Yutaka —digo, él levanta su mano y me acaricia la mejilla, como si necesitara tocarme y sentir mi calor para creérselo, cierro los ojos un momento para disfrutar un poco más de su tacto.
—Realmente estás aquí... —un par de lágrimas se deslizan por sus mejillas y yo me apresuro a limpiarlas, entonces sonríe, una sonrisa de verdad, no una sonrisa de fantasma podrido, su rostro se ilumina con ese gesto y yo lo imito. Nos quedamos mirándonos a los ojos, él aprecia el peculiar purpura de los míos y yo el castaño profundo y misterioso de los suyos, noto todo el amor que le tengo fluir desde lo más profundo de mí y lo beso. Él me estrecha con sus fuertes brazos y yo me siento increíblemente protegida, como si sus brazos fueran una coraza de acero y nada ni nadie pudiera hacernos daño. Su calor me inunda, siento todo el amor que siente por mí con aquel contacto, tan trivial pero que cuando es con la persona correcta se vuelve un tesoro, se te va el corazón con ese beso.

Entonces, nada de mi pasado me importa, todo ese sufrimiento, las separaciones, lo que sea que haya pasado hace miles de años y que quiso que yo pagara por ello, todo desaparece sin importancia alguna, tengo toda una vida por delante junto a Yutaka y eso es lo único que me importa.

"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."
[—Oscar Wilde.]  

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2018 ⏰

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