Capitulo 24.

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Nota : Disfruten su Aoiha (y yo aqui públicando  a las 3:17am)


No soportaba más aquello, no leimportaba que fuera tarde, necesita apartarse de aquella casa, dondetambién habitaba esa repugnante mujer. Para Mystikó, Masaki siemprele había resultado impredecible, nunca había entendido su envidia,a ella siempre le pareció exquisita la belleza que Masaki poseía,una belleza madura, apacible, imponente. ¿Y ahora? Ahora leresultaba repulsiva. ¡No tenía por qué meterse en dónde no lallamaban!


Tomó su celular de la cama, selevantó, guardó su cartera, una libreta y una pluma por cualquiercosa dentro de una pequeña bolsa de hombro, se pasó la larga correadejándola cruzada, marcó el teléfono de su amiga y salió de suhabitación, bajó las escaleras con rapidez, esperando a que suquerida pelirroja contestara, dos pitidos y escuchó la voz deNozomi.

—Sácame de aquí, te lo ruego —escuchó un pesadosuspiro del otro lado.
—Te veo en mi casa, cariño —la llamadafinalizó. En esos momentos adoraba haber encontrado a su queridaamiga, se detuvo en la puerta de entrada y miró la puerta cerradadel estudio de Shima.
—Voy a salir —dijo, con un tono de vozfuerte, pero sin gritar, sin esperar ninguna respuesta cruzó elumbral de la entrada y se perdió entre las calles iluminadas por lasfarolas.
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—Así que... tenemos casa sola —elcastaño se echó a reír del comentario del pelinegro, este últimose bajó del escritorio y de un movimiento rápido y certero, cargósobre sus hombros al ojimiel. — ¡Hey! ¡No soy un costal depapas!
—Como si me importara —dijo en tono cantarín. Salióde la estancia con pasos veloces y firmes, de la misma forma subiólas escaleras y entró a la habitación del castaño, el más altocomenzó a picarle las costillas provocando una risa agradable departe del pelinegro, sintió como todo giraba y cayó sobre lasuavidad de su cama, el morocho se colocó a horcajadas sobre él,llevando sus manos por sobre su cabeza y sosteniéndolas allí conuna de sus manos. — ¿Con que haciéndome cosquillas, eh? —sonriósocarronamente.
— ¿Y qué harás al respecto? —le sonrió conmalicia, sintió el frío tacto de los dedos de la mano libre delmorocho subir su camisa, paseándose por su abdomen, sintió lasdelgadas fibras del cabello del pelinegro y sintió los carnososlabios en su abdomen— ¡No! —El pelinegro comenzó a provocarlecosquillas en el abdomen, mientras se las arreglaba para sostener alcastaño aunque este se retorciera por aquella cómica sensación—¡Basta! ¡Es suficiente! —Continuó riéndose incluso segundosdespués de que el de los ojos grises dejara de provocar aquellasensación— Eso fue cruel. —el morocho se inclinó hacia él,sonriente.
—Soy cruel —posó sus labios sobre los del ojimiel,sonriente, feliz.


Hasta ahora no recordaba cuántos añoshabían pasado sin que se vieran un solo día, sólo escuchando devez en cuando la voz del otro a través de un teléfono celular, sesorprendía a sí mismo muchas veces suspirando con melancolía, tandistraído en su añoranza que dejaba de prestar atención a lo quesu madre le decía en esos momentos. Se sorprendía de que hayanpodido llegar a quererse a ese nivel, aún con la distancia, aún conlo que eran, aún con su realidad.


Acarició los cabellos castaños delmás alto, contempló los ojos bañados en ese tenue tono café contintes verdosos, los labios que nunca se cansaría de besar. Susmanos se pasearon por la tela de la camisa que el castaño vestía,comenzó a desabotonarla, algunas veces con movimientos torpes.

Vioal morocho, con esa mirada que juraba era tan profunda como elocéano, como los secretos del mundo del que venían, de susantepasados. Se estremeció ante las caricias en su dorso, los dedosdel pelinegro se movían con elegancia, desnudándolo. Enredó susdedos en el cabello oscuro que tanto amaba, enredó sus brazos en elcuello del otro y lo besó con pasión. Un nudo se le formó en lagarganta, un nudo de pura emoción ¿Cómo habían soportado tantotiempo separados? ¿Cómo? Tocarlo, sentirlo, aunque suene irónicopara él, era como estar en el paraíso.

Sus miradas seconectaron y sintió una corriente recorrerle la espalda.


—Te amo, Yuu —el morocho le besóla frente, mientras desabrochaba el pantalón del castaño.
—Losé —le susurró al oído, el ojimiel sonrió.
—Se supone quetambién deberías decirlo, no sólo 'Lo sé' —el morocho sedeshizo del pantalón del más alto, y esperó a que las manos delcastaño comenzaran a recorrer su pálida piel.
—Es que no creoque necesites que te lo diga para saberlo o enterarte de ello —sintiólas yemas de los dedos del pelinegro rozarle la mejilla,sonrió.
—Tienes razón —dijo, mientras se deshacía de laprenda que cubría el sensual torso del pelinegro. El morocho le tomóde la mano y la besó.
—Te amo, Kou —ese era su límite, tomóde los hombros el cuerpo ajeno y se giró, colocándose sobre elpelinegro.
— ¿Qué pasa?
— ¿Cuántas veces te he dichoque no me llames 'Kou'? No lo soporto —lo besó con pasión,iniciando un baile con sus lenguas, mientras la manos del morochoacariciaban su cuerpo él se deshacía de las demás prendas quecubrían el pelinegro hasta desnudarlo, él aún conservaba su ropainterior, sonrió victorioso.


—Mi plan era otro, tú ibas a ser elprimero en quedar inmaculado —rió por lo bajo. Se inclinó haciaél mientras rozaba su miembro oculto por la tela contra laexcitación del pelinegro.
—Lo sé... Yuu, lo sé —sevolvieron a besar, cuando se separaron el castaño comenzó a imitarlos movimientos sexuales, gimiendo ante los roces y las caricias delas manos ajenas conociendo cada rincón de su cuerpo.

Aoiadoraba verlo así, expuesto ante él, dejándolo admirar el torsotonificado, los brazos firmes, y los músculos levemente marcados,era claro que el castaño sólo hacía ejercicio para mantenerse enforma, no exactamente para ejercitar, como él, que tenía un cuerpoun poco más robusto que el del ojimiel, pero adoraba esa imagen dedelicadeza y fortaleza en el otro.

Estiró su mano y comenzóa acariciar la cadera del castaño, mientras que con la otraacariciaba la erección del mismo sobre la tela. No pasó muchotiempo hasta que el más alto también quedara completamenteinmaculado ante la mirada deseosa del morocho. No se sintióinseguro, quería que el morocho viera absolutamente todo de él,quería abrir su alma y que los ojos grises pudieran escudriñarlo,como un libro abierto.


Con las piernas se elevó un poco y sehizo hacia adelante, mientras sus labios danzaban unidos, comenzó aintroducir el miembro erecto del pelinegro en su entrada, gimieron deplacer, sintió una leve mordedura en su labio inferior y los dedosdel pelinegro encajarse en sus brazos, comenzaron los movimientospélvicos, arriba y abajo, golpeando en un punto certero que hacíaque las paredes del castaño apretaran más al de los ojos grises. Elpelinegro se incorporó y se recargó en el respaldo de la cama, seabrazaron mientras ambos ponían más fuerza en cada envestida, conrapidez se giraron, quedando el castaño de nuevo debajo delpelinegro, sus miradas se encontraron, el ojimiel lo abrazó por elcuello, escondiendo el rostro del morocho en su pecho, gimiendo eloído de él, de su amado, escuchó los curiosos y seductores sonidosque el pelinegro dejaba escapar, gemidos guturales, tenues ysilenciosos. Sintió los dedos del morocho rodear su miembro ycomenzando a masturbarlo con habilidad. Gimió un poco más fuerte,las embestidas se volvieron más rápidas a la vez que erráticas.Las gotas de sudor recorrían el cuerpo de ambos terminandohumedeciendo las sábanas al caer por los movimientos bruscos.

Seamaban, de eso no cabía duda alguna, lo demostraban tanto comopodían cada vez que se les presentaba la oportunidad. Se amaban,tanto que ese amor correspondido e imposible les dolía. Se besaroncon sumo cariño, mientras sus cuerpos llegaban al límite en unplacentero orgasmo. Se abrazaron con tal añoranza como si nunca másvolvieran a verse. Y tal vez, muy en lo profundo de sus almas, sabíanque posiblemente así era.

—Te amo, tanto, Kou —lo besó,abrazándolo con amor. El castaño recargó su frente en laajena.
—Yo también, Yuu... Aun cuando no debería ser así.

¿Continurá?
Espero que mi redacción en 'eso' les gusteXD


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