Capitulo. 9.

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Sus pasos eran pesados, y el ritmo al que bajaba los escalones era errático. ¿Tenía que agradecer o lamentarse porque su alto amigo tuviera que ir a la Universidad para arreglar un par de cosas con Takanori? Porque podía agradecerle a todas las deidades que recordara que al menos por ésa tarde no tendría que lidiar con las insinuaciones de la menor, no habría besos apasionados, ni marcas rojizas ocasionadas por él mismo en la piel de Mystikó, y podía lamentarse, porque anhelaba, aunque quisiera negarlo, que lo anterior dicho pasara, ésa tarde y todas las próximas.

Cuando llegó a uno de los patios escolares secundarios pudo ver a la pelinegra riendo, demasiado confiada y cómoda al parecer, junto a un joven de cabello azabache que también reía aunque con un poco más de discreción que ella y de inmediato reconoció al acompañante de la menor: Tatsuya, el segundo mejor alumno de la Universidad luego de Mystikó.

Su sangre ardió a tal grado que sintió todo su cuerpo hirviendo, sus dientes chocaron unos contra otros con fuerza provocándole dolor, sus nudillos se emblanquecieron por la fuerza con la que apretaba los puños, cuando vio a Tatsuya acercarse a la pelinegra, abrazarla y besarle la mejilla con demasiada confianza a su parecer, como si fueran realmente cercanos. Su cuerpo se relajó cuando el joven se alejó.

— ¿Era Tatsuya, cierto?— la menor volteó a verlo, con sorpresa en la mirada y una linda e inocente sonrisa dibujada en sus delgados labios.

—El mismo— volvió su mirada hacia su amigo, quien con cada paso se alejaba más del sitio.

—Se ven bien juntos, es apuesto, inteligente, simpático... y tú no te quedas atrás, seguro que si se hicieran pareja, serían los más populares y brillantes de la Universidad.

—Parece como si estuvieras enamorado de él— bromeó, pero cuando vio de soslayo el rostro del mayor la sonrisa de sus labios desapareció, Yutaka estaba hablando en serio. — Pero no creo que eso pase, yo no estoy interesada en él de ésa forma.

—Pero seguro que él sí está interesado en ti de ésa forma, eres el ideal de muchos hombres.

— ¿Hasta el tuyo? Dime, Yutaka ¿Soy tu ideal? — aquella pregunta lo sobresaltó y también parecía que la respuesta tenía cierto valor para la menor, cerró los ojos con fuerza y suspiró pesadamente.

—Ese no era el punto.

—Siempre evades mis preguntas, casi nunca las respondes a menos que yo casi te obligue a hacerlo...— El mayor iba a protestar pero Shima se acercaba a grandes zancadas.

—Escucha— dijo, apresuradamente— Shima irá con nosotros en la camioneta, tú te vas en el asiento trasero, compórtate, por lo que más quieras— aquel anuncio no le agradó para nada a la pelinegra y antes de que pudiera decir algo Yutaka dio un par de pasos para abrazar a su amigo, Mystikó se limitó a morderse la lengua.

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Había notado la mirada de la joven, cuando miraba hacia el frente su rostro reflejaba enojo, con él y con Shima, y cuando ésa misma mirada artificial se volvía hacia cualquier otro lado donde él y el hermano de la menor estuvieran fuera del campo visual de la misma, esa mirada se volvía triste... nostálgica...

Como sea, eso no debía importarle más... no debía... y sin embargo, le importaba más de lo que nunca iba a demostrar, quería, anhelaba saber qué era lo que la joven tenía.

El transcurso a la empresa le resultó increíblemente incomodo, las charlas amenas y casuales con su amigo eran como las de cualquier otro día pero... había algo que le faltaba, no se sentía igual sin tener a la pelinegra a un lado de él. Le hacían falta los roces, las caricias, los besos, las insinuaciones, las miradas fugaces. Necesitaba a Mystikó.

Vaya pensamientos, sólo era una tarde sin la preocupación de que alguien los viera y... qué paradójico que en vez de sentirse aliviado, se sentía... vacío.

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Subió a la camioneta, de nuevo en el lugar que ella reclamaba como suyo, justo a un lado de Yutaka, de aquel hombre que ya no sólo despertaba en ella deseo... lo miró colocar la llave y antes de que pudiera girarla se movió con rapidez colocándose sobre las piernas del mayor, se extrañó cuando sintió como el cuerpo del mayor se relajaba en vez de tensarse como siempre que realizaba aquella acción. Extrañamente el mayor correspondía sin poner ninguna resistencia, ni al inicio del contacto ni al final. Sentía más los labios ajenos sobre los suyos, más el contacto de las fuertes manos del mayor acariciando su suave piel, más el contacto intimo.

La camioneta siguió un camino ya más que conocido incluso para las llantas. Cruzaron el umbral, el estacionamiento oscuro, sintieron el frío del metal de la llave del cuarto 13 entre sus dedos... el contacto de la piel desnuda con la seda de las sábanas, el sonido de las pelvis chocando, el placer. Todo era más intenso, más sensible... había algo que lo volvía extrañamente más especial...

Pero ninguno quiso notar la rareza débil pero notable de la situación, siguieron con su papel, brindándole placer al otro y a sí mismos... Pero hubo algo que marcó un punto y aparte...

Una frase, tan sencilla y complicada como el proceso de respirar...

—Te amo... Yutaka...—las palabras salieron de sus delgados y deseados labios, mientras su cabeza reposaba sobre el firme pecho del mayor. Lo había pensado pero su anhelo había podido más que su raciocinio, simplemente aquellas palabras salieron sin que pudiera hacer algo para detenerlas. Su respiración se detuvo y su pulso se aceleró esperando la reacción del mayor.

¿Continuará?

Lamento no aber actualisado todo este tiempo es q no e tenido intrened en la kasa

Besos y Abrazos

KowaretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora