Capitulo 16.

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Tantas veces lo había anhelado, tantas veces llegó a soñarlo, lo alucinó incluso...

Verlo a él, cruzando la puerta de madera, apartando a los hombres que la tocaban y la mantenían sedada, vistiendo sus ropas tan impecables, ver de nuevo sus facciones con claridad, ver el cabello castaño moverse con el viento, los labios, los ojos, la nariz, la frente, la mandíbula, las mejillas, los brazos, las manos...

—Yutaka...—susurró, mientras el hombre de cabellos bicolor intentaba reponerse del fuerte golpe. El aludido entró tan rápido que pareció como si sólo se hubiese transportado, él le tomó entre sus brazos y la apretó contra su pecho, dejó que las lágrimas fluyeran.
—Vamos a sacarte de aquí...
— ¡Cuidado! —el hombre se había incorporado, fúrico, se dirigió hacia el castaño, pero el rubio con agilidad y experiencia logró bloquearlo y de algún modo lo tumbó, acto seguido hubo una repartición de puños, patadas y arañazos no intencionados por toda la estancia, Nozomi observa a su amiga desde afuera, completamente ensimismada. Aquello no paró hasta que alguien llamó a la seguridad del hospital, está claro que aquello no fue fácil, Mystikó apenas lograba sostenerse en pie, la vista seguía nublándosele y el corazón se le aceleraba tanto que le dolía. Hasta que sus pies ya no pisaron el suelo, sus rodillas estuvieron a punto de impactarse con el duro suelo, el castaño logró zafarse del oficial y la sostuvo entre sus fuertes brazos.
—...Vaya forma de demostrar que no te importo, Yutaka... —aquello que dentro de aquella hermosa alucinación había dicho, no pudo contenerse dentro de su subconsciente. Esta vez podía sentir el calor de Yutaka, el latir de su corazón, era casi como si pudiera sentir cada neurona de él comunicarse entre ellas, casi como sentir cada átomo que formaba al ser amado.

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Entró a la habitación, con un café entre las manos y una servilleta impidiendo que se quemara con lo caliente del líquido. El castaño se sentó a un lado de la cama donde reposaba la pelinegra.

—Yutaka...
—Shh, no digas nada, reposa, el médico ya nos informó de lo sucedido, Mystikó, tengo muchas cosas que decirte, pero todo en su debido momento, por ahora descansa, yo estaré aquí, junto a ti —le besó la frente.

No podía creerlo, que Yutaka le dijera aquellas cosas tan amables, que estuviera hablándole de aquella forma tan cariñosa, que la besara sin ningún deseo carnal que le ordenara que lo hiciera. Simplemente se quedaron así, Mystikó se giró hacia él, lo contempló con admiración, con amor. El castaño bebió un poco de su café e hizo un gesto de dolor ante la calidez exagerada del mismo, ella sonrió al verlo.

Notó la mirada de la joven y le sonrió cuando sus miradas se encontraron. Y los latidos se aceleraron. Qué tonto, actuar de aquella forma a sus 30 años...

Pero no podía evitarlo, era ella, la única mujer que tantas cosas había despertado en él, desde deseo hasta la más profunda tristeza.

Acercó un poco más la silla, se recargó en el colchón de hospital, entrelazó su mano con la de ella y se concentró en sentir como la sangre corría entre ambos. Cuando el médico le había dicho que Mystikó había sufrido un paro cardíaco, el sintió al suyo detenerse por un momento, porque no podía imaginarse un mundo sin Mystikó, sin aquella piel en contacto con la suya, sin el cabello azabache, sin aquellos peculiares ojos purpúreos por los cuales había sido objeto de tal desgracia... No podía imaginarse un mundo sin la persona que amaba, porque si ella no estaba, él tampoco podría seguir viviendo.

Besó los nudillos, contempló la delgadez del cuerpo, la palidez de la piel y los ojos apagados aún. Empezó a llorar, las lágrimas se sucedían rítmicamente, y se deslizaban por sus mejillas con lentitud, llegando a la mandíbula, cayendo en la tela del pantalón. Recargó su rostro en la mano de la joven que se posaba en su mejilla, sin importarle lo mojado de las mismas.

—No llores, Yutaka, no llores —acarició la piel saludable, al hombre fuerte y decidido que amaba, y su vista se nubló no por que estuviese débil, se nubló de una forma diferente, como si viera a través de una cortina de cristal.

Los hombros subieron y bajaron, las lágrimas fueron la imitación de un río que nacía de sus ojos. Los labios se encontraron con delicia, un beso húmedo entre el sabor salado de las gotas que fluían.

Cuán tontos habían sido ambos al perderse el uno al otro, al permitir que tanta distancia se interpusiera entre sus corazones.

Nota: Sí, este capítulo es corto, pero... sentí que era apropiado así.  FELIZ NAVIDAD ADELANTADO!!!!! 

¿Continuará? 

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