Capitulo 23.

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— ¡Esto es ridículo! —Mystikó aventó las hojas engrapadas al suelo, miró al oficial con furia— ¿Cómo se atreven? ¡Cómo!
—-Por favor, cálmese señorita Takashima —la joven le dedicó una mirada que parecía carbonizarlo todo— Así es como proceden este tipo de demandas.
— ¡Pero lo que está descrito allí es completamente absurdo! —los ojos le escocían de nuevo.
—Le repito, todo está basado en la información que se nos encomendó. Seguro que la señorita Masaki sólo estaba preocupada por su bienestar.
— ¡Ella ni en un milenio se preocuparía por mí! No creí que la policía fuera tan idiota.
—Cuide sus palabras, señorita Takashima.
—No veo por qué debería de hacerlo, no encuentro otra palabra decente para describirlo.
—Señorita, sólo hacemos nuestro deber.
—Bien, usted siga haciendo su deber —Mystikó se dio media vuelta, no sin antes pisar con furia las hojas impresas que contenían los detalles del supuesto delito que Yutaka había cometido.

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—Mystikó...
— ¡Cállate! ¿Cómo te atreves a prohibir las visitas? ¿Cuál es el problema con que lo vea? —en esos momentos, nadie podría hacer que la menor escuchara la razón de nadie. — No creí que tú te fueras a unir a ella ¡No eres quién para hacerlo!
— ¡Basta! ¡No toleraré ni un grito más en esta casa!
— ¡No debiste tolerar ni una sola agresión de parte de esas dos!
—Lo que está pasando no es ni culpa de Kizumi ni de Masaki, es culpa de tu propia actitud —a Mystikó le pulsaba la cien, cerró los ojos con fuerza, mordió su labio inferior, Shima se estremeció ante lo que comenzó a emanar de Mystikó, una autoridad y determinación impresionantes.
— ¿Mi culpa? Sí... tal vez eso sea cierto, Shima, quiero pedirte algo...
— ¿Qué cosa?
—Déjame verlo, antes del juicio, por favor —apretó la mandíbula cuando miró los ojos del castaño.
—Mystikó...
—Por favor, una vez, sólo una vez... antes del juicio, por favor... —los ojos purpúreos se cristalizaron. El más alto suspiró con pesadez.

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Bajó las contadas escaleras y corrió a través del pasillo, observando las celdas vacías, un oficial se apresuró a seguirle el pasó. Su cabello se arremolinaba con cada paso presuroso que daba, su corazón golpeaba su pecho con frenesí. Sus ojos se abrieron un poco más cuando en su campo de vista apareció una única celda ocupada, aceleró más su paso y se detuvo de golpe frente al castaño, quien permanecía inerte sentado con la espalda con la pared en la descuida cama.

—Yutaka... —la voz de la joven lo sobresaltó, abrió los ojos y la miró con cariño.
—Hola. —se limitó a decir. Permanecieron en silencio unos minutos.
— ¿Sabes? Voy a hacer todo lo que esté en mis manos para--
—No, no tienes que hacer nada. —interrumpió el mayor.
—Yo...
—Escucha, yo sabía las posibles consecuencias de esta relación, así que... —el mayor no la miraba.
— ¡No! ¡Sé que es mi culpa! ¡Es mi culpa! —las ojos oscuros del castaño se posaron en su preocupada expresión.
—Tranquila, no es tu culpa, mi querida Mystikó —la menor apartó una mano de las rejas, la estiró tanto como pudo, Yutaka la imitó, sus dedos apenas lograron rozarse cuando el oficial jaló a Mystikó del brazo.
—Se acabó el tiempo. —Mystikó se sostuvo de las rejas unos instantes más.
—Voy a sacarte de esto, que no te quepa la menor duda. —afirmó con tal determinación que Yutaka se estremeció.
—Vamos, chiquilla, no tengo tiempo para lidiar con tontas niñas enamoradas —la jaló una vez más, Mystikó cedió y miró con odio al oficial.
— ¿Que no tiene tiempo? Seguro, ha de hacer un montonal de actividades allí parado como un poste.
—Cuidadito con lo que dices.
—Es la verdad, no veo por qué callarme. —subieron las escasas escaleras y el más alto se levantó de su asiento, seguido por el pelinegro, Mystikó le dedicó una fugaz mirada al castaño, con cierto resentimiento, y se dirigió hacia el pelinegro, este último le paso un brazo sobre sus hombros y la atrajo hacia él.

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