Aún tenía la mirada perdida, su piel había recuperado un poco de su color pero aún estaba demasiado pálida. La bolsa del suero iba vaciándose poco a poco, podía escuchar su respiración y los latidos de su corazón en el monitor de signos vitales. Y su apagada mirada aún buscaba algo, alguien, mejor dicho. Podía ver las tenues siluetas de aquellos hombres desconocidos y conocidos a la vez detrás de la puerta, resguardando, sabían bien, que nadie interrumpiera su tratamiento y que nadie entrara en la habitación, nadie que no fueran los médicos o las enfermeras. Y hasta ahora habían tenido suerte.
—Yutaka... —seguía esperando que aquel al que llamaba atravesara la puerta de madera, permanecía esperando.
.
.
.— ¿Quieres acompañarnos? —observó a su amigo y a la joven que estaba sujeta del brazo ajeno.
— ¿A dónde? —preguntó, con un poco más de energía que los días anteriores.
—Nozomi irá a hacer su buena acción del año ¿O debería decir de la década? —bromeó, la pelirroja le picó las costillas.
— ¡Hey! Lo hago siempre que puedo, no soy tan tú— replicó.
— ¿Qué se supone que significa eso? —refunfuñó.
—Que eres una maravillosa persona, por supuesto— sonrió con sorna. Se sintió un poco incómodo y la tristeza lo invadió. El sólo imaginar que de haber dicho la verdad Mystikó y él podrían bromear de esa forma, podrían tocarse de esa forma, podrían sonreírse de esa forma...
—Y cuál es esa acción, si se puede saber— preguntó, curioso.
—Voy a donar sangre, así que será un proceso bastante tardado, no está obligado a ir.
—Tutéame, en situaciones como ésta no soy tu profesor, eres la novia de mi amigo— la joven se sonrojó al escucharle— Será un gusto, si no les molesta.
—Claro que no, además, necesitas distraerte tanto como sea posible— el rubio lo jaló del brazo y lo arrastró con ellos hacía su automóvil..
.
.— ¿Lista? — el rubio entró junto con el castaño a la habitación, mientras le desconectaban el suero del brazo.
—Aún no.
—Es recomendable que los donadores descansen un poco antes de retirarse, no quisiéramos que les pasara algo— dijo la enfermera, que acomodaba todo los artefactos que para ellos en su mayoría eran desconocidos.
— ¿Cómo cuánto?
—Unos 30 minutos, es lo mínimo. —el rubio resopló.
— ¿Quieres un café? Yukkun y yo podemos ir por el
—Claro, se los agradecería ¿Sabes cuál, cierto?
—No me perdonaría no saberlo— palmeó el hombro de su amigo— Vamos— el castaño asintió y salieron de la habitación.
— ¿Puedo salir al pasillo?
—Claro— respondió la enfermera. Nozomi se levantó con cuidado, giró la perilla de la puerta y salió, se estiró en el pasillo y miró a su alrededor, mientras dentro de ella fluía un pequeña esperanza ¿Y si a Mystikó le había ocurrido un accidente y aún no lograban contactar con su familia?Por supuesto, Nozomi no sabía de la verdadera razón de la desaparición de Mystikó, todos, incluido el rubio, habían decidido no decírselo para no provocarle más dolor, todos eran conscientes de lo unidas que eran ella y la pelinegra. Suspiró, un poco resignada.
.
.
.— ¡Ahí está! —el rubio señaló la maquina automática de café— este hospital es tan grande que parece un laberinto, Nozomi se va a burlar de mí por esto— sonrió, como sólo un enamorado podría hacerlo, él le imitó.
Mientras el rubio apretaba los botones y depositaba el dinero, él echaba un vistazo a su alrededor, contemplando las frases célebres talladas o sobrepuestas con letras metálicas sobre las paredes, frases que hablaban de la vida, el amor materno, la verdadera humanidad, la vocación que tenían las personas por ayudar a otras, unas cuantas en inglés y las demás en su idioma natal. Cuando su campo de visión alcanzó a ver a alguien cuyos cabellos estaban teñidos de un verde y naranja deslavados, aquel hombre salía del servicio, y de inmediato lo reconoció, aquel era el dueño de la voz detrás de aquella llamada que había arruinado su vida... pero el cuerpo desapareció tras un pasillo y su vista no pudo seguirlo. Aquello fue tan rápido que creyó que era una ilusión.
— ¿Vas a querer uno? —sus pensamientos confusos se centraron en entender lo que su amigo estaba diciendo, sin atinar a hacer algo más, simplemente asintió con la cabeza.
.
.
.Con manos temblorosas y pasos titubeantes, apoyó su palma en la perilla de la puerta y la giró sin dudarlo, había aprovechado que uno de sus escoltas había ido a algún otro lugar y el otro había salido corriendo a quién sabe dónde, y la verdad es que tampoco le importaba demasiado.
Cuando abrió la puerta se encontró con un pasillo bastante amplio e impecable, sintió algo tibio recorrerle el brazo pero lo ignoró, sabía perfectamente qué era aquello, se había retirado muy bruscamente el suero del brazo para poder levantarse, así que había abierto una herida mínima, y había desconectado todo aparato que pudiera ser escandaloso.
Caminó con cuidado, pero apresurada, la vista se le nublaba y ella hacía esfuerzos para distinguir las borrosas figuras.
— ¿A dónde crees que vas? —la voz, aquella voz masculina que odiaba tanto, estaba detrás de ella. Se estremeció. — ¿Quién dijo que eras libre? Eres nuestra, adentro —sintió como era arrastrada de nuevo al interior de la habitación, de una forma demasiado brusca.
.
.
.Dejó de caminar cuando sus ojos divisaron aquella escena, su respiración se aceleró y su pulso era frenético. Ese cabello, aquel negro lacio y espeso, no podía confundirlo con nadie más... era único, tan único como reconocible. Era ella, su amiga, su hermana.
El rubio se puso frente a ella.
—Tierra llamando a Nozomi, Tierra llamando a Nozomi, ¿Alguien dentro de esa cabecita? —ladeó la cabeza, hasta que su cerebro logró centrarse en el rostro del rubio. — ¿Sucede algo?
—Mystikó...
— ¿Qué? —exclamó el castaño.
—Estoy segura, era ella...
—Habla claro— el castaño se colocó frente a le menor.
—Era Mystikó. Está aquí, en el hospital.
— ¿Estás segura? —Gritó, tomó a la muchacha de los hombros, dejando caer el vaso de café hirviente, que salpicó la ropa de los tres, pero poco les importó, incluso al rubio le importó poco, y la meneó— ¡Habla!
— ¡Yutaka-san! ¡Era ella!
— ¿Dónde? —gritó, desesperado. El líquido se esparcía debajo de sus pies.
—En aquella habitación...— Yutaka se dio media vuelta y se dirigió hacia la puerta que el índice de la chica estaba señalando. Cuando caminaba hacia aquella dirección, el del cabello bicolor salía de la misma, la furia emanó por cada poro de su cuerpo y dejó impactar su puño sobre la mandíbula de aquel hombre.
¿Continuará?¿Feliz viernes a todos ?
ESTÁS LEYENDO
Kowareta
FanfictionNadie sabía... y nadie debió saberlo. Debía guardárselo para sí. Era la hermana menor de su mejor amigo. Era el mejor amigo de su hermano mayor. Había algo que ninguno de los dos sabía. Era un secreto... como su nombre.