Capitulo. 11.

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Cuando abrió losojos, irritados y cansados, aún faltaba una hora hasta que eldespertador emitiera el constante e irritante sonido agudo. Selevantó, sintiendo el cuerpo pesado y liviano a la vez.

Teníaque aclarar las cosas con Yutaka, debía de, de lo contrario sussentimientos y emociones jamás volverían a estabilizarse, ysinceramente, odiaba aquella incertidumbre que no dejaba de arder confuerza y consumir su interior.

Se metió al cuarto de baño yconsiderando que tenía tiempo de sobra abrió el grifo del aguacaliente para llenar la bañera. Se despojó de su vestimenta, colocósu cabello en un hombro y se miró al espejo, parecía ella, la desiempre, la fuerte, la decidida, la popular, la reservada, lainteligente, la hija de los Takashima... claro, sin considerar susojos enrojecidos o las casi imperceptibles bolsas bajo sus parpados,o los sentimientos que tenía por alguien mayor que ella por 13 años,o que ese alguien no correspondiera sus sentimientos, o que era unaestúpida adolescente...

Soltó un suspiro pesado, cerró lallave y se sumergió en el agua tibia, perdiéndose en suspensamientos, moviéndose automáticamente.

Se vistió con unpantalón de mezclilla, no demasiado holgado pero tampoco demasiadoajustado, una blusa que dejaba al descubierto sus hombros y clavículacubrió su torso, rodeó su cuello con una cadena cuyo dije tenía laforma de un ala, su muñeca se adornó con una sencilla pulsera decuentas negras.

Cuando bajó, todo parecía tranquilo,escuchaba ya al más alto hablar por teléfono desde su estudio, aMasaki y Kizumi charlar entre ellas alegremente. Las empleadas seapresuraron a colocar una taza de té verde junto a un plato condeliciosos dorayakis sobre la mesa. Tomó su asiento y comenzó adesayunar con tranquilidad... notando que todo transcurría máslento, que estaba alargando todo... tenía miedo de enfrentar aYutaka pero tenía que hacerlo.

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Caminócon pesadez, no quería verla, no quería volver a trabajar con ella,no quería nada que ver con ella... pero la vio, como si nada pasara,ahí, en su puesto como siempre, tan hermosa y sofisticada comosiempre. No quería dar clase, aún menos cuando aún sentía unardor en la mejilla, aún menos cuando todos los ojos se posaban enél, en las 3 marcas de su mejilla... y notó la mirada extrañada ypreocupada de la joven cuando ella lo notó, de hecho, estaba segurode que ella había sido la primera en notar aquella horrenda marca ensu rostro.

Cuando se dirigió a la cafetería, al final delas clases, por un café o lo que sea, algo que lo distrajera de todolo sucedido, su móvil vibró, una llamada, un número desconocidoque no se molestó en atender... Cuando salió y se adentró en elestacionamiento ése número de nuevo, subió al asiento del pilotomientras pulsaba 'contestar'. Grave error.

—Hey, Yutaka¿Qué tal tu vida?— conocía aquella voz, pero tardó enidentificarla.
— ¿Quién habla?
— ¿Tan rápido te hasolvidado de tus antiguos colegas?
—No sé de qué habla, voy acolgar— la voz de inmediato pasó de ser amigable a amenazadora.
—No tan rápido, no creas que tu familia se libró tanfácilmente de los negocios sucios— algo lo estremeció porcompleto, rogó porque la menor no llegara en esos momentos.
—¿Qué es lo que quieres?
—Con su salida de la mafia, muchos delos nuestros perecieron, Yutaka, tienen que reparar esapérdida—silencio— o es contigo o con esa bella chica con la quehas estado saliendo.
—Ella no me importa, además, ya no estoycon ella
—Oh, no estoy hablando de la que te hizo tremendaherida en la mejilla.
—Si no hablas de Hikari ¿Entonces...?—la puerta de la camioneta se abrió.
—Ella tenía el cabelloteñido, de quien te hablo es de la hermosa chica con la que ibas aaquel lujoso albergue... ¿Ya te haces una idea?— su mirada se giróhacia quien permanecía sentada en el asiento del copiloto— meevadiste— sintió terror— pero sabes que nosotros siempreencontramos la manera de cobrarnos las deudas que dejan atrás...Ella es el precio, no tardaremos mucho en ser compensados, tenlo encuenta. —y la llamada se cortó... su pulso, su respiración y susparpadeos también. ¿Que iban a hacer qué?

—Yutaka— ladorada voz de Mystikó lo sacó de su ensimismamiento— ¿No se harátarde para ir a la oficina?— se limitó a asentir con la cabeza yarrancó la camioneta.

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— ¿Qué te pasóen la mejilla?— volvían a estar solos en el automóvil, lacamioneta permanecía estacionada justo a algunas cuantas cuadras dela casa de Mystikó.
—Nada, bájate— demandó.
—Tenemosque hablar.
—No hay nada de qué hablar, bájate y ve acasa.
—Tenemos mucho de qué hablar.
—No, largo.
—Sólotienes que escucharme, no tienes que decir nada— notó la presiónejercida sobre el volante— sólo eso.
—Habla, que searápido.
—Aquel día, cuando dije lo que dije... no contestaste,no me rechazaste ni me aceptaste, simplemente te fuiste sin decir unasola palabra, y así ha seguido desde entonces hasta ahora...
—Yasí seguirá.
—No digas nada, Yutaka, escucha, quiero que sepasque no lo dije simplemente por decir, yo realmente siento ese amor,no, no digas que es porque soy una adolescente, ambos sabemos que soymuchísimo más madura que eso, no, tampoco es calentura, te quieroYutaka, eso no va a cambiar— se desabrochó el cinturón deseguridad, quitó las manos del mayor del volante y notó como él setensaba, se sentó sobre las piernas del mayor sintiéndose nerviosa,frágil, vulnerable— Te quiero como no tienes una idea— pasó losdedos sobre los 3 rasguños que habían en el mejilla derecho delmayor— ¿Qué sientes tú por mí? Dímelo, no importa cuál sea larespuesta.
—Largo— se sintió desesperada, así que volvió aver la herida del mayor.
— ¿Qué te pasó en la mejilla?—preguntó en un intento desesperado por alargar el contacto con elmayor.
—Es obvio.
— ¿Quién lo hizo? ¿La mujer con la quesalías?— vio la afirmación en la sorpresa del mayor. — los vi...no tienes idea de lo doloroso que fue, Yutaka, sentí que todo sedestruía... nada se salvaba...
—Mystikó, no te compliques lavida, sólo has lo mismo que yo...
— ¿Por qué te lohizo?
—Vete, por favor.
—Responde, Yutaka.
—No esasunto tuyo— sintió las fuertes manos del mayor sostener sucintura y por un momento pensó que... pensó que... volvió a estarsentada en el asiento del copiloto.
— ¿Acaso no pudiste...?¿Ella no...?
—Vete.
—No. No hasta que respondas la primerapregunta.
—Mystikó.
— ¿Sientes algo por mí?
—Sabesque no trabajo contigo por gusto, lo hice porque Shima me lo pidió,él es un buen amigo y no quiero perder su amistad.
—Eso notiene nada que ver, contesta.
—Si algo realmente pasara entrenosotros...— como si no hubiera pasado ya mucho entre ellos.
—Sóloes una palabra, sí o no. Responde— comenzaba a desesperarsedemasiado, un nudo en su garganta se formó sin evitarlo.
—Nada.
Susojos se cristalizaron, miró al mayor suplicante y notó como elcastaño miraba hacía el frente, con rencor, resentimiento, odio,seriedad, la presión en la mandíbula... las lágrimas cayeron,abundantes gotas saladas...
—Mentiroso... quisiera que fueras unmentiroso para que me dijeras aunque sea por lástima "Sí, tambiénte quiero"
—Pero no soy un mentiroso.
—Así es...—abrió la puerta, puso un pie fuera de la camioneta, miró alcastaño, quien permanecía inmutable, salió del automóvil y echóa correr tan rápido como su estado le permitía.

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Permanecíaconcentrado en su trabajo, el reloj marcaba las 3 de la mañana y élno había podido dormirse, por eso había decidido aprovechar eso yadelantar un poco con el papeleo, cuando una llamada irrumpió suconcentración.

— ¿Bueno?
—Yukkun— escuchó la vozde su amigo al otro lado de la línea.
— ¿Qué pasa, Shima? esbastante tarde...
—Sí, lamento llamar tan tarde, pero es queMystikó no ha llegado a casa, ella siempre llama cuando no va allegar o cuando va a llegar muy tarde pero... nada, ni un mensaje devoz o escrito— el estómago se le revolvió.
— ¿Yo tendríaque saber dónde está tu hermana? ¿No se supone que tú tienes quecuidarla?
—Sí, tienes razón pero pensé que tal vez, sólo talvez, se había quedado trabajando hasta tarde...
—Pues no, éstatarde la dejé a unas cuantas calles de su casa como siempre.
—Yaveo... lamento haberte molestado, que descanses.
—Igualmente—la llamada finalizó, suspiró profundamente— ¿Cómo voy a saberdónde una adolescente iba a refugiarse si tiene el corazón roto?Igual y en la mañana llegue a su casa pidiendo disculpas por nohaber llegado en toda la noche...—refunfuñaba para sí mismoirritado pero recordó algo...

'Ella es el precio, notardaremos mucho en ser compensados'

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