Capitulo 46.

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  "Ella se fue llevándose mi última lágrima, mi vida, la razón de mi existir. Se llevó consigo mis ilusiones, mis dichas, mis esperanzas. Se alejó de mí para nunca más volver y ahora que está en otro mundo, son los recuerdos lo único que me queda para saber que aún está conmigo. Hay días en los que me paso imaginándomela, cada vez más bella, más radiante, más llena de vida y de luz. Sueño que está conmigo, y con mi vanidad pretendo aferrarme a ella; aunque ya no exista más para mí..." [—Néstor Augusto Esquivel Donato.]

Me levanto con un dolor de cabeza y cuello terribles, esta noche no pude descansar en lo más mínimo y no sé por qué me sigo extrañando de ello, no he descansado en lo más mínimo desde que todo eso, que aún me cuesta creer, sucedió, desde que ella se fue, desde que dejé de poder verla, se fue...

Tengo un nudo en la garganta, un nudo que se instó allí para no dejarme. Desde aquel día hago todo automáticamente, y aunque mi cerebro se esfuerza en entender todo lo sucedido no logro entenderlo, no puedo, es imposible.

¿Ángeles? ¿Demonios? ¿Caídos? ¿Realmente todo eso existe?

Tal vez si ella siguiera aquí no lo creería, pensaría que todo había sido un extrañísimo sueño, pero ella se fue, no la veo en ningún sitio, ni a ella ni a los Shiroyama, pareciera como si hubieran abandonado también este mundo.

Cuando estoy en mi oficina, debo volver a llenar un par de formularios por haberme equivocado varias veces, vuelvo a llenarlos, esta vez con un poco más de cuidado. Más tarde, mientras estoy aún en la oficina, Shima entra sin tocar ni anunciarse, debo decir que se ve mejor, tiene ese aire autoridad y de seguridad bastante marcada y eso lo hace lucir aún más.

—Yutaka, si estás tan casado deberías irte temprano a casa, estás pálido. —dice, recoge algunas cosas regadas en el escritorio, levanto la mirada pero no lo veo a él realmente, veo a esa criatura que me arrebató lo más preciado para mí, siempre tengo esas ganas de tomarlo del cuello y ahorcarlo yo mismo pero sé que no tendría oportunidad alguna, he visto cómo manipula a la gente con esa mirada miel, vi como doblegaba a Takanori...

Takanori ¿Qué será de él? ¿De Nozomi? ¿Estará bien su bebé? ¿Ya habrá nacido?

No estoy seguro, no sé si apenas han pasado días, semanas, meses o incluso años, décadas, no lo sé y no me importa, nada me importa, ella se lo llevó todo, absolutamente todo. Me lo arrebataron.

Me levanto de la silla, tomo mi chaqueta y salgo de la oficina, Hikari me mira con preocupación, no le hago caso alguno, subo al ascensor. Recuerdo aquel encuentro tan casual y tan cercano, donde la cabina se atascó y la sostuve de la cintura para que no se cayera. Sonrío con tristeza. Cuando estoy en el asiento de la camioneta vuelvo a lo que yo denomino mi modo automático. Me siento vacío, increíblemente vacío, y cómo no, si me lo han arrebatado todo.

Bueno, no todo, la amo, eso no pueden arrebatármelo.

No me dirijo al edificio de viviendas donde vivo, me dirijo al edificio donde viven los Shiroyama.

Cuando toco el timbre la puerta no tarda en abrirse, una mujer mayor, pero de finos rasgos y seguramente hermosa, aparece tras la hoja de madera.

— ¿Señora Shiroyama? —abre los ojos como platos al reconocerme, baja la mirada de inmediato y me invita a pasar, me descalzó y ella me ofrece el calzado para interiores, me lo pongo y nos dirigimos en silencio a la sala, es la primera vez que visito este sitio, es cálido pero se percibe la tristeza que yo llevo conmigo siempre, desde aquel día. —Yo... —sin decir una sola palabra me ofrece una taza de café.
—Sucedió hace muchísimo tiempo —comienza a decir, la miro con extrañeza, se sienta a mi lado con su propia taza de café, la toma con ambas manos y sopla suavemente. —, supongo que viniste por explicaciones —asiento con la cabeza, ella sonríe débilmente—, Yuu no está, si eso te incomodara —niego con la cabeza—, la verdad es que te he estado esperando todo este tiempo.
— ¿Cuánto ha pasado desde entonces? —no puedo evitar preguntar.
—Tres meses —responde.
—La verdad es que no siento que... haya pasado tan poco... todo pasa tan lento, siento como si hubieran pasado décadas —la mujer vuelve a sonreír.
—Es verdad, realmente se siente el peso de su ausencia —nos quedamos en silencio un rato, bebo el café, un poco amargo— ¿Realmente quieres explicaciones?
—Creo que cualquiera las querría —respondo, sonríe.
—Fue hace mucho, un ángel y un demonio se enamoraron, pero no como suelen contar, el demonio se enamoró de una humana y el ángel del demonio, en ese entonces los ángeles eran realmente buenos, la humana de la que estaba enamorado el demonio enfermó y su enamorado no podía hacer nada por ella, el ángel no soportó verlo sufrir así que renunció a sus alas para poder ayudar a la muchacha, ella falleció al fin, el demonio le reprochó y le echó la culpa al ángel, este último cayó en depresión, pero conoció a alguien, volvió a hacer su vida con esa persona, tuvieron descendencia, lo mismo con el demonio, aunque este no renunció a lo que era, no estaba ni está realmente prohibido que los demonios interactúen con los humanos, se enredó con alguien pero no era por amor, también tuvo descendencia, los Takashima, nosotros, los Shiroyama somos la descendencia del ángel —bebió un poco de café, como dándome tiempo para procesar todo— su sangre fue transfiriéndose en cada niño, de forma diferente, en algunos era más notable que otros, hasta que llegó mi generación, allí todo fue muy fuerte, los genes del ángel en mis venas eran intensos, se fortaleció aún más en mis hijos, lo que fue un problema, sobre todo en Mystikó —hacia tanto que no escuchaba su nombre con tanta claridad, sólo dispersado en mis pensamientos, amortiguado por la tristeza— en ella todo fue... demasiado notable, su presencia era intensa, pura y divina, un ángel casi en su totalidad, en cambio en Yuu fue un tanto diferente, él podía ser lo que quisiera, un ángel o un demonio, ir a dónde quisiera, lograr lo que quisiera. Pero Mystikó, ella no, fue afortunada y desafortunada a la vez —suspira— había habido ocasiones generaciones atrás donde los niños nacían de esa forma, los padres los entregaban y no volvían a verlos, otros, fueron demasiado frágiles al mundo mortal, con todo lo que este contiene, y murieron de alguna forma, Mystikó resultó ser fuerte, un ángel perfecto, obviamente querían llevársela pero el mundo divino... no era exactamente lo que queríamos para ella, ni ese ni el inframundo, queríamos que permaneciera con nosotros, que viviera como nosotros, como una humana. Por alguna razón... Reita y todos los suyos también la querían, no nos interesaron sus razones ni nunca lo harían, sólo nos concentramos en una sola cosa: Salvarla. Para entonces ya conocíamos a los Takashima, nos llevábamos bien, los que eran líderes de la familia nos plantearon un plan que aceptamos sin dudar, pero la noche en que lo íbamos a llevar a cabo nos tuvieron una emboscada —parecía que intentaba contener el llanto— donde mi esposo e hija mayor murieron, pero murieron protegiendo a su querida hija y hermana... los Takashima, con la sangre que llevaban por sus venas, funcionaron como una clase de neutralizante a los genes de Mystikó, creció como una humana común y corriente... jamás creímos que esto pudiera pasar, creo que fue porque Mystikó fue sometida a mucha presión y demasiados sentimientos al mismo tiempo, cambios radicales... sobre todo por Yuu, él hizo que lo que estaba sellado despertase poco a poco... pero si yo hubiera estado en su lugar, tampoco la habría dejado, ahora me lamento por no haber podido conocerla cuando era feliz y tenía una vida pacífica —no puedo reprimir el llanto.
—Y yo soy el culpable de todo eso... —siento su tacto maternal en mi cabello.
—No es tu culpa, Yutaka, tú lo único que hiciste fue amarla tanto como pudiste.
—Cómo se ve que no sabe nada... —lloro, siento la humedad deslizarse por mis mejillas.
—Tranquilo.
— ¿Volverá? ¿Algún día podré verla de nuevo? —pregunto, ahogado en mi propia voz, silencio.
—No lo creo... —extiende su mano a una pequeña caja de madera que hay en la mesa de centro, deja su taza de café a un lado, abre la caja y saca una de las tres esclavas plateadas que hay dentro— esto se llama Alysída. —me la ofrece, yo la tomo.
— ¿Alysída? Es una simple esclava —niega con la cabeza.
—Eso parece, es una especie de arma, aísla a las personas de algo durante cierto tiempo, estas, por ejemplo, sólo funcionan por algunos días, hay de diferentes tipos... estas son las más débiles pero poderosas si se usan con el propósito adecuado —me quita la Alysída de la mano y vuelve a ponerla en la caja, la cierra. — la noche en que Shima abusó de Mystikó, usó una con Yuu, para mantenerlo alejado durante un día entero, supongo que luchó para intentar acercárseles pero son demasiado poderosas, no hay nada que podamos hacer si se usa con nosotros.
— ¿Por qué hizo eso Shima? —pregunto.
—Para asegurarse, aunque sea un demonio casi en su totalidad, el hecho de estar en este mundo le hace vulnerable a los demonios puros, podían hacerle lo que quisieran, matarlo, se supone que someter y arruinar a un ángel aseguraba su bienestar, y eso hizo Shima... supongo que ahora lo notas más seguro y relajado, antes vivía con el constante miedo. —hace una pausa larga— Bueno, lo que quería decirte, para responder a tu pregunta inicial, no creo que podamos volver a verla, en el mundo donde ahora está existen Alysída que hacen ver estas como un juguete, las usaron con Mystikó, los ángeles pueden subir y bajar si así lo quieren, pero Mystikó está encadenada, que es lo que significa Alysída, cadena, no puede acercarse a este mundo, no puede acercarse al límite del mundo donde está. Son grilletes, no puede volver, ni siquiera para despedirse correctamente —las lágrimas se hacen más abundantes—, lo lamento, Yutaka. —lloro con más intensidad, me remezo, sollozo, siento los brazos de Chihiro rodearme, consolándome, pero simplemente no puedo dejar de llorar. Lo he perdido todo, absolutamente todo. Incluso la esperanza.   

KowaretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora