Capitulo 36.

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  Suspiró con pesadez, tenía la vista baja y mechones de su largo cabello cobrizo enmarcaba su rostro y adornaba su frente. La radiante y dulce sonrisa que casi siempre estaba dibujada en sus labios había desaparecido desde varios minutos atrás.

Mystikó lo miraba expectante, sin atreverse a hacer un solo acto de consolación, sabía muy bien que si se atrevía a acariciarle siquiera él lo tomaría como una ofensa, se sentiría insultado y humillado, lo conocía bien, como él la conocía a ella.

—Así que con esto termina. —dijo al fin, después de largos minutos en silencio, con su voz gruesa y serena, Mystikó apretó los puños. — ¿Podrías decirme por qué no puedo ser yo?
—Adam... —la mirada purpúrea era casi compasiva, antes de que pudiera decir algo el rubio cobrizo la interrumpió, levantó la mirada, rió tristemente y le sonrió.
—No, hacer esa pregunta es estúpido, sé perfectamente por qué, sé que no puedes obligarte a amarme, sé que uno no elige de quién se enamora, sin embargo... pese a eso... —un tranquilo sollozo salió de su garganta, cerró los ojos con fuerza, mantuvo su sonrisa, no dejó caer ni una sola lágrima. — Aun así tú lo intentaste, lo agradezco y, al igual que tú, lamento de sobremanera que no hayas logrado llegar a amarme. Mystikó, te deseo toda la felicidad del mundo —Adam se acercó, le acarició la mejilla con las yemas de los dedos, lo sabían, aquel contacto era el último, la pelinegra cerró los ojos dejando que una única lágrima se deslizara por su mejilla y se desvaneciera entre sus labios, el rubio cobrizo se acercó y la besó en los labios con delicadeza y suavidad, sintiendo el ligero sabor salado del llanto, si el contacto duro 5 segundos, fue decir mucho.

Sus miradas se encontraron por última vez cuando se separaron, Mystikó lo miraba con arrepentimiento, sintiendo como si no hubiera hecho lo suficiente para apreciar de aquella forma tan especial a Adam, él, en cambio, la miraba con un inmenso cariño y agradecimiento mezclados. Cuando Adam se separó, su móvil comenzó a sonar, él contestó y excusándose, salió de la oficina de la pelinegra, sabiendo muy bien que, tal vez, no volvería a verla.

—Sí... ¡Genial! —exclamó, entusiasta, esfumando toda la tristeza, sus ojos brillaron con lo que la persona al otro lado de la línea le decía, le sonrió a Shiroki y esta última se sonrojó con aquel sutil y agradable gesto. — Por supuesto, claro... sí, estupendo... —era lo único que todos le escuchaban decir, colgó, se llevó el artefacto cerca del corazón y lo estrujó allí, respirando hondo. Como un niño pequeño, giró sobre sí mismo en el centro de la estancia, observó a todos con una sonrisa hasta que sus ojos dieron a parar al par de oficinas conectadas de donde salían dos mujeres castañas que, si bien, nunca las había visto, sí las conocía: Kizumi y Masaki, las arpías que Mystikó tenía por hermanas, Kizumi lo observó con especial atención y le sonrió, él, en cambio, desvió la mirada y se dirigió al ascensor, escuchó detrás de sí el sonido de las pisadas de las mujeres, al entrar en la cabina metálica, Kizumi lo miraba con curiosidad, indicó el primer piso, se recargó en una de las paredes intentando ignorar la presencia de las castañas.

Cuando salió al vestíbulo y cruzó la entrada, se dirigió al estacionamiento y se encaminó a su automóvil, observó al castaño que tanto inquietaba a la pelinegra, suspiró y se acercó a él, con toda la calma posible.

—Hola —lo saludó amablemente, el castaño lo miró con extrañeza y odios mezclados.
—Hola, ¿Adam?
—Sí, tú eres Yutaka ¿No? —el castaño asintió.
—Sabes, voy a seguir en Japón un tiempo más, tengo grandes planes. —La mandíbula de Yutaka se tensó, Adam sonrió— pero ya no me vas a ver más por aquí, ni cerca de Mystikó.
— ¿Qué?
—Terminamos —anunció, con tanta naturalidad que casi podía tomarse como una broma, pero los ojos del castaño no pudieron evitar mostrar cierto brillo.
—Estás de joda. —dijo, Adam rió leve.
—Ojalá fuera eso, pero no, muy a mi pesar, Mystikó ha abandonado su intento por llegar a quererme como yo la quiero... —al ver que el castaño no decía nada, prosiguió— Se supone que había venido a Japón para acompañarla, pero las últimas semanas he estado ocupado con algunas cosas y me he encariñado con este país, bueno, creo que no es nada especial, muchísimas personas que no han puesto un pie en esta tierra, la adora, sería raro que yo, que nací aquí, no hiciera lo mismo —los ojos de Yutaka se abrieron como platos.
— ¿Que naciste aquí? No te lo creo, no tienes ni un solo rasgo...
—No, tal vez no tengo rasgos asiáticos tan marcados como un sangre pura, mi abuelo era japonés, soy de tercera generación, no tengo más que el cuerpo delgado y fácil de tonificar, los ojos muy ligeramente rasgados como mi herencia de este país.

Era verdad, tal vez fue porque no se había tomado la más mínima molestia en observarlo con atención, pero los ojos claros de Adam estaban ligeramente rasgados, dándole un aspecto un tanto felino, y su cuerpo no era tan robusto como el de un occidental que lo trabajaba, tenía los músculos bien definidos y tonificados pero no llegaba a ser grotesco, se podría decir que su apariencia era sutil e incluso delicada.

Adam se estiró como si se acabara de levantar.

—Sé por qué Mystikó no puede quererme —eso llamó la atención de Yutaka, Adam lo miró a los ojos, sonriéndole— Por ti.
— ¿Qué? —ladeó la cabeza.
—Como lo escuchas, es por ti que ella no puede abrirme su corazón, que ella no pueda amarme es sólo tu culpa —aunque pudiera parecer, no le estaba reprochando nada, era como si eso fuera un breve introducción a lo que realmente quería decirle— Sé que tú eres un amor de años atrás, sé que pasaron por momentos muy difíciles, problemas incluso legales y sé que ella hizo todo lo posible para sacarte de eso libre... Ella es admirable —se detuvo unos momentos para alabarla— Por todo lo que han pasado juntos, no la dejes ir, Yutaka, no la lastimes, no la ignores, no seas un cabrón, porque en el mundo vas a encontrar una mujer tan maravillosa como ella, y si me llegó a enterar de que la has hecho llorar —su mirada se tornó oscura y la sonrisa en sus labios le daba un toque siniestro. — Te juro que te mato. —Suspiró con alivio, miró al castaño— Bueno, Yutaka, cuídate y cuida mucho de ella, adiós. —Se dio media vuelta y con rapidez se dirigió a su auto, cuando pasó junto a Yutaka, que parecía como petrificado, le sonrió.

Condujo hasta un edificio no demasiado lejos del de los Takashima, extrañamente no se sentía del todo triste, no podía sentirse triste, las lágrimas no volvieron a intentar surcar sus ojos, tal vez no se sentía mal por el rompimiento porque en el fondo sabía que eso era inevitable, qué tonto había sido al aferrarse a algo que desde el inicio no iba a llevarlos a nada, no se sentía arrepentido porque había hecho todo lo que pudo, había amado a Mystikó como a nadie más, tal vez, no sentía arrepentimiento porque había disfrutado de cada momento que había pasado junto a la pelinegra, de cada roce, cada risa, cada canción, cada besó, cada caricia, cada abrazo, cada... cada segundo juntos había sido inolvidable. Estaba satisfecho, porque tenía el consuelo de que lo había intentado, había fracasado, pero lo había intentado con todas sus fuerzas.

—Adam, llegaste. —la voz de la mujer pelirroja y dulces rasgos lo sacó de sus pensamientos.
—Hola, Nozomi, hace tiempo que no nos vemos ¿Verdad?
—Bastante, sólo nos hemos visto cuando sacaste aquel single en japonés ¿Entramos? —el rubio cobrizo entró en la agencia en compañía de la pelirroja, atravesando el umbral que tenía el logo "PSC". — ¿Decidiste al fin cuál será el concepto del nuevo álbum del exitoso Adam? —el adulado sonrió.
—Sí.
—Genial, este será uno de los Come backs más esperados en Japón ¿Va a ser en japonés? El álbum, quiero decir.
—Absolutamente todo el álbum. —caminaban tranquilamente por los pasillos inmaculados de la agencia.
— ¿Y bien? ¿Cuál es el concepto? —el extranjero sonrió.
—'Broken & Regret'. —dijo, con tal emoción que parecía ahogarlo.

Nozomi sonrió. Adam había entrado en receso de sus actividades en el espectáculo desde medio años atrás, poco después de haber conocido a la menor, y había ocupado su tiempo completo para intentar conquistarla, se burlaba de sí mismo al recordar que sólo quería hacer que ella se enamorara de él, pero él cayó en su propio juego. Ahora debía seguir su camino, ahora... tenía que volver a ser el radiante e intrépido Adam que todos conocían.

—Bien, comencemos. —entró en el estudio, saludó a todos los presentes, y comenzó a trabajar en lo que más le apasionaba: La música.

Debía seguir adelante, de otro modo, sólo conseguiría lastimarse a sí mismo.

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