Capitulo 18.

34 5 2
                                    

  Sus pies descendieron al suelo, titubeantes, temerosos e inseguros, se extrañó de su propia actitud, tragó salida cuando sus purpúreos ojos admiraron la gran casa de los Takashima. Ahora que las detalladas lentillas confeccionadas para ella habían desaparecido en aquel desconocido lugar que había sido para ella el mismo infierno y sus ojos se mostraban expuestos, temía la reacción delas castañas, aquellas que realmente eran Takashima, aquellas que llevaban la sangre de esa familia corriendo por sus venas. Debía admitirlo, ya no debía engañarse a sí misma más, les tenía cierto miedo.

— ¿Sucede algo, Mystikó? —la voz de su hermano mayor la distrajo de sus pensamientos temerosos.
—Nada... es sólo que es raro pensar que todo acabo, que tanta tristeza y desolación... desaparecieron —el más alto le pasó un brazo sobre sus hombros, atrayéndola hacia sí.
—Pues va siendo momento de que te lo creas —se separó y abrió la cajuela del automóvil, sacando una bolsa donde le había llevado ropa a la pelinegra. Mystikó suspiró con pesadez y comenzaron a caminar hacia las puertas dobles de la entrada principal, dejando que uno de los de servicio llevara el automóvil a la cochera.

Los holanes de la blusa de Mystikó ondearon con el movimiento de la joven al subir los escalones y con la leve ventisca que había. Sus manos rodearon las manijas y abrieron una de las puertas. Shima entró detrás de ella.

— ¿Por qué no lo dices? —la joven se volvió hacia él, extrañada.
— ¿Decir qué?
—'Estoy en casa' —la menor sonrió, como si no tuviera más de 10 años, volvió su mirada al frente, complacida.
—Estoy en casa —su voz salió firme y fuerte, pero aquello no llegaba a ser un grito.
— ¿Y? —escuchó la voz de Masaki desde arriba, ambos dirigieron su vista hacia las mujeres que estaban recargadas en el barandal ocre.
—Masaki, por favor —dijo el más alto, frunciendo el entrecejo.
— ¿Eso en qué nos beneficia a nosotras? ¿Sabes? Hubiera sido mejor que nunca hubieras vuelto, todos estábamos muchísimos mejor sin ti —dijo la de los ojos miel, Kizumi sonrió con sorna.
—No les hagas caso —le sugirió el castaño. Mystikó le sonrió.
—Sabía que esto podría pasar, o algo peor.
—Hey, Masaki ¿Qué tal si nos contactamos con el tipo ese? ¿Cómo se llamaba? Bueno, eso no importa, hay que hablarle para que vuelva a--
— ¡Déjate de estupideces Kizumi! ¡Es suficiente! —Ordenó el castaño, aquel grito había dejado aturdidos a todos— Las veo en mi estudio, a ambas —les dedicó una mirada que parecía mortal. Tragaron saliva. Shima se adentró en el cuarto detrás de las enormes escaleras flotantes. Masaki y Kizumi bajaron con rapidez, miraron a Mystikó de forma despectiva y murmuraron algunos insultos entre ellas.

Vaya, eso había ido mejor de lo que esperaba, al parecer no habían notado que no llevaba las famosas lentillas.

Subió a su habitación, dejó la bolsa en un sillón y se echó sobre la cama. Aquello le resultó una exquisitez, nada como su propia cama, pese a la hostilidad de las castañas, no podía negar que había extrañado de sobremanera aquella casa, no por los lujos, simplemente porque ese lugar vacía era mil veces mejor que aquel cuarto donde tanto abusaron de ella. Porque en ese casa había conocido a Yutaka un par de años antes de que el castaño se convirtiera en su profesor. Yutaka, saboreó el nombre con cariño. Sonrió mientras se despojaba de las zapatillas deportivas y caminaba hacia el cuarto de baño, fue ese día cuando entendió la manía de las familias adineradas por poner teléfonos en los baños, ahora que no tenía celular, y necesitaba un baño urgente, aquel artefacto en aquel cuarto resultaba bastante conveniente.

Llenó la bañera, tecleó un número telefónico que se sabía de memoria y mientras se sumergía en el agua caliente, esperó a que respondiera aquella persona.

.
.
.

El mayor salía de una buena ducha cuando escuchó que comenzaba a sonar una de sus canciones favoritas desde su móvil, mientras se secaba el cabello con una toalla con una mano, tomó el artefacto con la otra, rodeó su pequeño sillón de noche mientras contestaba. Sintió el cuero de su asiento adherirse a su piel húmeda.

—Diga —contestó.
—Necesitaba escuchar tu voz —sonrió al reconocer la voz de la menor, fluida y dorada como la miel, así él la describía.
—Buena hora para llamarme, si lo hubieras hecho hace unos cuantos minutos me habrías encontrado en plena ducha.
—Bueno, ahora mismo yo estoy tomando un baño —escuchó un sonido de relajación.
— ¿De verdad?
—Sí. —sonrió.
—Cuánto quisiera estar allí. —escuchó la delicada risa de la joven.
—Yo también.
— ¿Eso es una provocación?
—Tal vez —respondió cantarina, se estremeció. Dejó la toalla a un lado y se rascó la parte trasera de la oreja.
—Mystikó...
—Dime.
—El próximo sábado... te... —tragó saliva— ¿Te gustaría ir a cenar?
— ¿Acaso es una invitación a una cita? —bromeó.
—Sí, eso mismo —sintió cómo la respiración de la joven se cortó por un momento acompañada de un respingo de sorpresa.
— ¿H-Hablas en serio, Yutaka?
—Completamente. No hay, no hay problema si no quieres, es sólo que---
— ¡Sí! ¡Definitiva y absolutamente sí! —su corazón dio un vuelvo.
—Entonces... nos vemos en el parque cerca de la Universidad.
—No, es mucho riesgo... ¿En casa de Nozomi?
— ¿Ella ya sabe de...? —la menor guardó silencio por unos segundos.
—Sí... lo sabe.
—Entonces, en casa de los Murasaki.
—Ahí mismo.
—Nos vemos, entonces.
—Nos vemos.
—Voy a colgar.
—Espera. —lo detuvo la menor.
— ¿Pasa algo?
—Sí.
— ¿Qué cosa?
—Te amo, sólo quería recordártelo —escuchó el brusco movimiento del agua, seguramente la menor se había estremecido con sus propias palabras.
—Yo también. —cortó la llamada y soltó el aire ¿Desde hace cuánto que estaba conteniendo la respiración? Suspiró aliviado y sonrió.

'Te amo'

Se deleitó con las palabras de la menor.

.
.
.

El mayor conducía, en un rumbo que resultaba desconocido para ella, por más que miraba por la ventana no reconocía aquel sitio lleno de edificios altos, de residencias, departamentos... el sol se ocultaba y el cielo estaba salpicado por tonos rojizos y violetas.

— ¿A dónde vamos? —preguntó, ya sin poder aguantar más la curiosidad. Yutaka sonrió arrogante.
—Ya lo verás. —se limitó a contestar.
— ¡Dime!
—Sólo tienes que esperar unos minutos más. —Mystikó hizo una clase de puchero con los labios, Yutaka rió leve.

La camioneta se adentró en uno de los estacionamientos de aquellos grandes edificios, apagó el motor, Mystikó le miró extrañada mientras Yutaka bajaba del auto y caminaba hacia su lado, abrió la puerta.

—Anda, baja —el mayor le dio la mano ayudándola a bajar, pese a que no era necesario.

Subieron al cubículo metálico y este comenzó a subir piso por piso, hasta que las puertas se abrieron y dejaron a la vista varias puertas, considerablemente distanciadas entre sí, el mayor salió del elevador y ella le siguió, cada vez más nerviosa, el castaño tecleó algunos números en el teclado numérico a un costado de una de las puertas y esta se abrió dejando a la vista un pequeño y amplio pasillo y una sala sofisticada pero no demasiado lujosa.

—Bienvenida, Mystikó.

Se quedó aturdida, sin palabras, y con sus hermosos ojos abiertos por completo, Yutaka la tomó de la mano y la adentró en la vivienda. Cuando al fin Mystikó pudo articular, preguntó algo estúpido y obvio.

— ¿Es... es tu casa? —Yutaka, detrás de ella, la abrazó y le besó el hombro. Mystikó suspiró de placer.
—Ahora, contigo aquí, debería decir 'Nuestra' —Mystikó miró más que atónita al mayor mientras él le sonreía con sumo cariño —Te amo.  

KowaretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora