Capitulo 29.

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  El morocho entró a la habitación, una nueva estancia con hermosas vistas al mar, fresco, perfectamente iluminado y bastante espacioso. Miró alrededor del cuarto, sin encontrar a la menor, dejó el par de carpetas en la mesa de cristal y se dirigió hacia las grandes ventanas, Mystikó se encontraba recargada contra el barandal observando el horizonte con una suave sonrisa dibujada en sus labios, su cabello largo, ahora teñido de un tono plata matizado con reflejos amoratados, era revuelto por la relajante brisa del viento.

—Así que estabas aquí. —Mystikó lo miró con cariño, asintió lentamente con la cabeza.
—Me gusta este lugar, es muy relajante y tranquilo, puedes poner tu mente en blanco y simplemente disfrutar de las maravillas que la naturaleza nos ofrece —la menor cerró los ojos con suavidad, sonriendo.
—Sí, lamento decirte esto...
—Oh, no, Yuu, deja de hablarme de trabajo por un momento ¿Quieres? —el mayor se rió con suavidad de ella.
—No sabes cuánto quisiera poder hacerlo, pero siempre te puse en claro que la industria de la música, y no sólo de la música, sino en general, del espectáculo, es muy exigente y los artistas casi no tienen tiempo para relajarse, aun así aceptaste mi propuesta.
— ¡Cielos! —La menor alzó los brazos— Ya entendí ¿Qué sucede?
—Quería saber si estabas de acuerdo con la fecha designada por la televisora que quiere entrevistarte.
— ¿Qué fecha es, entonces?
—El 28 de Octubre —se hizo un silencio glacial— ¿Y bien?
—Cancélalo, entonces. —el pelinegro casi se va hacia atrás.
— ¿Estás de broma, cierto? Esa una televisora muy importante y es una gran oportunidad para tu carrera--
—Que cambien la fecha, entonces.
— ¡Cómo si fuera tan fácil! Y deja de decir tanto 'entonces', me irrita.
—Sabes, que ese día es... especial...
—Mystikó... —se acercó a la joven.
—Ya lo dije, diles que cambien la fecha, también les conviene tenerme en su programa.
—Qué engreída.
— ¡Qué! ¿Acaso no tengo ya suficiente fama como para exigir un par de cosas? —el de los ojos gris oscuro suspiró resignado.
—Está bien, está bien, pero no te olvides que mañana sí tienes que cumplir con tus actividades.
—Claro, sólo necesito ese día sin tener que ver con entrevistas, grabaciones... sólo te pido un día. —el mayor le dio un cálido beso en la mejilla.
—Sí, lo entiendo.

Se adentró en la habitación de nuevo, dejó sólo una de las carpetas que había llevado en la mesa y tomó la otra, tomó un pedazo de papel adhesivo, escribió algo en él, lo pegó a la carpeta y se retiró de la estancia, tranquilo.

Hacía poco menos de un año que habían comenzado su aventura, desde que ambos habían abandonado su tierra natal a la que tanto amaban, y hacía poco más de medio año que Mystikó había logrado afrontar gran parte de todo lo ocurrido, muy de vez en cuando volvía a llorar y a gritar como un ser errante, pero había dejado de hacerse daño, ya no temía mostrarse con blusas de tirantes, o shorts demasiado cortos. Volvía a ser la Mystikó que habían conocido, aunque, claro, con un vacío interior que sólo podría ser llenado por una persona.

Él mismo se había sorprendido con la rapidez con la que se había extendido la fama de la joven, con letras escritas por ambos, melodías en su mayoría compuestas por él. Hasta ese momento, el talento de la menor había llegado a todos los programas de alguna u otra forma.

Himitsu.

Ese era el nombre con el que el mundo conocía a la menor, una artista con un pasado misterioso y distante, con una mirada cautivadora y la perfecta representación de la belleza japonesa estaba impresa en ella. Siguió recorriendo los pasillos, un hotel bastante lujoso, cruzó varias puertas, hasta que llegó a una rojiza, al abrirla se encontró con varios pares de ojos expectantes.

—Aceptó la invitación, sólo que le gustaría cambiar la fecha al día siguiente —el hombre maduro lo miró, arqueando una ceja.
— ¿Se puede saber a qué se debe?
—Es sólo que ese día es muy especial para ella, no le gustaría tener que trabajar ese día... —no dio más explicación, habló acerca de los horarios, de las canciones que se presentarían...

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Dejó caer su peso sobre un sillón, suspiró con pesadez y bebió un poco de sake, miró a su alrededor, nadie más que él en la habitación, echó su cabeza para atrás mientras se despeinaba un poco. Miró el techo, sin ganas de nada realmente.

En un día más sería su cumpleaños, no podía creer que había pasado ya un año desde todo lo ocurrido con la pelinegra, bueno, que ahora ya no era pelinegra.

El timbre sonó, se levantó con pesadez y se dirigió a abrir, detrás de la puerta apareció la figura de Takanori.

— ¿Qué sucede? —le cedió el paso al rubio.
—Sólo quería decirte que mañana definitivamente no puedes quedarte encerrado en tu casa, vas a ir conmigo y Nozomi a un restaurante para festejar tu cumpleaños.
—Sí, sí, lo que digas —el rubio se acercó amenazador a él.
—Y no se te ocurra intentar escapar —el castaño sonrió con timidez.
— ¿Cómo crees que puedo siquiera pensar en eso? —el rubio soltó un carcajada.
—Cómo no.

Al día siguiente, no paró, Takanori y Nozomi lo llevaron desde temprano a una tienda de ropa, donde Takanori se dispuso a comprarle un conjunto al mayor, Nozomi también. Terminó cargando un par de bolsas pesadas llenas de ropas que se vio obligado a vestir ese mismo día.

Al llegar la tarde, Yutaka se duchó una segunda vez en el día, se vistió con lo que la pelirroja le había comprado y salió de su apartamento, se encontró con la pareja en la entrada, los saludó amablemente y les sonrió con agradecimiento.

— ¡Sí que te sienta bien un cambio de look! —exclamó el rubio.
—Definitivamente, debo decirle, Yutaka-san, que se ve realmente atractivo —comentó Nozomi.
—Gracias, a los dos, de verdad...

Se dirigieron al restaurante, caminaron varias cuadras, Nozomi iba tomada del brazo del rubio, ataviada con un vestido verde que contrastaba con el rojo encendido de su cabello, Takanori iba vestido con un peculiar traje de gala, con sus propios toques en él. Los miró con cierta envidia y añoranza ¿Por qué no había podido ser así de feliz con Mystikó? ¿Por qué todo se les había puesto en contra? Simplemente no lo entendía, aún después de un año entero.

Llegaron a su destino, los meseros les dispusieron una mesa en un lugar bien ubicado, sirvieron los platillos, al terminar los mismos, llevaron un exquisito pastel acompañado con una bebida alcohólica de lujo.

—Oh, Taka, no debiste. —agradeció el castaño, mientras les regalaba una hermosa sonrisa.
— ¿Qué es un cumpleaños sin un pastel? Vamos, apaga la vela. —hizo lo que le pedían, Nozomi le deseó un feliz cumpleaños, Takanori la imitó, pero al momento de soplar la vela, su mente susurró:

'Feliz cumpleaños Mystikó.'

Lo que no sabía, era que en ese momento, en otro lugar para él desconocido y lejano, la menor también soplaba una vela, solitariamente, nostálgica, sonreía con cariño y recordaba sus abrazos, sus besos, y susurraba, temblorosa y sollozante, inundada en incontables recuerdos de ese escaso mes que fue perfecto:

—Feliz cumpleaños, Yutaka. 

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