Observó a la pelinegra con dolor, cariño y, sobre todo, culpabilidad.
Ni siquiera tuvo que recurrir a sus dones para ver a través de los ojos de la menor para saber la verdad, para poder ver la inmensa tristeza que estaba ahogándola, bastaba verla desde la simple y compleja perspectiva de un humano común y corriente, era evidente que Shima había llevado su plan a cabo, y que él no había podido hacer nada para protegerla, pero que no había salido como el más alto había planeado, la fuerza de voluntad y el amor que Mystikó sentía por Yutaka habían sido más fuertes que las macabras intensiones del ojimiel, le dolía tanto lo ocurrido, pero sabía que no le dolería tanto como a la joven.
Echó un segundo vistazo a través del profundo y claro púrpura de los ojos de la menor, se sorprendió con lo que encontró en el fondo, la menor se odiaba, tanto, que ese odio estaba neutralizando lo que su propia presencia había comenzado a despertar en ella, Mystikó se repugnaba, no se atrevería a hacerse un solo elogio en un buen tiempo, el autoestima de Mystikó era mínimo, sino es que nulo.
No sabía cómo debía sentirse por eso, porque ese hecho hacía que la naturaleza de la joven se viera suprimida increíblemente, poniéndola a salvo de Reita, pero... eso la destrozaba como la persona humana que en esos momentos era.
Vio las manos aprestadas sobre la tela de la falda que llevaba puesta, pudo observar unos cuantos rasguños en las piernas por la tela que se había fruncido con la presión de los finos dedos. No dijo nada, eran heridas sumamente superficiales que se borrarían y no dejarían ni una sola marca y sabía que no era quién para consolarla, después de todo parte de lo que había pasado, de la desgracia que cayó sobre la joven, había sido su culpa.
¿Cómo es que no se había dado cuenta de que Shima poseía aquel artículo? ¿Cómo no sintió la magia antes de que se sellara alrededor de su muñeca? Observó la marca rojiza que había dejado la esclava cuando se desvaneció como agua hirviendo, evaporándose.
Escuchó un sollozó, volteó a ver a la pelinegra y vio cómo trataba de contener el inminente llanto, se acercó un poco a ella y la atrajo hacia sí, la rodeó con sus brazos y esa simple acción bastó para hacer que la menor se quebrara por completo. Le acarició el largo y revuelto cabello con delicadeza. Mystikó parecía tan fuerte, tan decidida, como si su cuerpo y emociones estuvieran protegidas por una muralla, pero en realidad esa muralla era frágil e inestable, si la pieza adecuada se removía, esa fortaleza caía por completo, y Masaki y Shima habían removido en ella esa pieza clave.
Él no creía que irse del país fuera la mejor forma de resolver las cosas, de superar lo sucedido, pero sabía que la joven no podría superar nada en un buen tiempo, que lo único que quería era alejarse tanto como fuera posible, huir.
El automóvil se detuvo, ambos bajaron y se encontraron con dos chicas del servicio de la casa Takashima, con una maleta cada una, Mystikó les agradeció, tomó las maletas, se despidió de ellas y se adentró en el aeropuerto, el chofer del automóvil en el que la menor y el morocho habían viajado sacó de la cajuela el equipaje del mayor, se lo entregó y le deseó buen viaje.
Cuando subieron al avión y tomaron asiento por un momento le pareció ver al rubio ceniza observarlo desde la pista.
— ¿Reita? —murmuró para sí mismo, temeroso. Mystikó no lo escuchó. Volteó a ver a la menor, quien aún dejaba escapar algunas lágrimas, regresó su mirada hacia la ventana y dirigió su vista al lugar donde había visto al rubio pero este último ya no estaba— ¿Fue mi imaginación?
Pronto, la aeromoza anunció el despegue, no tardó mucho hasta que sintieron el movimiento de la monstruosa ave mecánica y comenzaron a sobrevolar Japón, alejándose de todo lo conocido.
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— ¿Estas segura... que no sabes a dónde fue? —la voz temblorosa del mayor invadió los oídos de la pelirroja una vez más.
—No.... Esta vez de verdad que no lo sé...
— ¿Has logrado contactarte con Shiroyama, Shima? —el ojimiel sintió cierto remordimiento al ver cómo Yutaka se dirigía hacia él con cariño, suplica... si supiera que por su culpa Mystikó se había ido...
—No, mira, no te miento, he estado llamándole con insistencia —le mostró la pantalla del móvil, lo que decía era cierto, pero ninguna llamada había sido respondida.
— ¿Por qué habrá tomado esa decisión? ¿Por qué? —se dejó caer sobre un pequeño sillón rojo, digno del estilo de Takanori. — ¿Por qué? —repetía constantemente.
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Las semanas pasaron, lentos y tortuosos días en los que intentaron seguir su vida como normalmente lo hacían, sin saber nada ni de Aoi ni de Mystikó, sabían que habían salido del país, pero no sabían a dónde se habían dirigido. Llegó la temporada navideña, las calles de Tokio estaban repletas de ese ambiente, luces parpadeantes, de colores vibrantes, los conocidos villancicos, los árboles de navidad adornados preciosamente en cada plaza se podían apreciar. Los deliciosos olores de distintos platillos y postres podían ser percibidos desde todas partes.
Takanori le invitó a su casa, lo acompañaría a él y a su querida pelirroja en la noche buena, festejando juntamente el cumpleaños de Nozomi que había sido el día anterior, el 23 de Diciembre, se mostró amable pero le rechazó la invitación de la misma forma.
Llegó la noche buena, él la pasó solo en su departamento, admirando el comedor donde una vez estuvo cenando algo ligero con la pelinegra, dónde había tenido su primera cita. Esa noche recordó el cuerpo de la menor unirse con el suyo en un puro y tierno acto de amor, la primera vez que hizo el amor con la joven, porque habían tenido sexo muchísimas veces antes, pero era eso, sólo sexo, en cambio, aquella vez, la primera vez que la menor había visitado su hogar habían hecho el amor con cada roce, cada caricia, susurro y pensamiento.
Esa navidad fue la más solitaria y triste que jamás hubiera tenido. El 25 de Diciembre decidió salir a caminar en la noche, las calles estaban llenas de gente, animada y vestida alegremente, con los colores que se habían predestinado para esa navidad, observó a las parejas felices que se tomaban fotos junto a un cómico Santa Claus, junto al conocido Reno Rodolfo... observó los espectaculares que mostraban a diversos grupos desearles una feliz navidad a todos sus seguidores y las familias de los mismos, que reproducían canciones especiales lanzadas por artistas, canciones destinadas a encajar perfectamente con esa temporada.
Se sentó, solitario, en una de las adornadas bancas de una plaza, contempló su alrededor y todo le siguió pareciendo vacío, indiferente, sabía que esa navidad hubiese sido diferente si Mystikó hubiera permanecido junto a él, y él, después de un mes, aún no podía siquiera imaginarse la razón por la que ella había, de una u otra manera, huido de Japón.
Sus ojos se pasearon por los enormes y coloridos anuncios que los espectaculares no dejaban de reproducir, uno de ellos terminó de mostrar una de tantas canciones, los presentadores aparecieron en la enorme pantalla, hicieron un par de comentarios acerca de la melodía y presentaron otra. Su corazón dio un vuelco, sus ojos se abrieron por la sorpresa y se sintió agitado. El maquillaje jugaba mucho con las facciones, las sombras aplicadas en los ojos eran un poco pesadas, el labial era de un morado quemado y el cabello negro estaba peinado con una trenza francesa en un moño, y pese a que los ojos estaban cubiertos por un par de lentillas de fantasía, pudo saber que era ella, pareciendo una diosa grecorromana, vistiendo ropas de ese mismo estilo, la tela delgada caía por su cuerpo, delineando una perfecta escultura, con hermosos pliegues que se arrastraban en el suelo. El vídeo comenzaba con una escena que enfocaba algún árbol escarchado, la escarcha derritiéndose poco a poco, dejando caer algunas gotas, la escena cambió, se mostraba un escenario en tonos fríos, un piano blanco y la menor tocando el instrumento, dando inicio a una melancólica melodía, no pudo hacer otra cosa que no fuese prestar atención a cada detalle del vídeo, a la letra, a la melodía: "Lluvia Torrencial [Niwaka Ame —Tsukiko Amano.]"
'El sonido de la repentina lluvia, de las nubes que lloran...
¿Por qué?
Debí acostumbrarme a los días sin ti.
Un demonio escondido en mi corazón, asoma su cabeza así.
¿Es éste mi castigo por no dejar nada atrás?
En ese abismo, bajo el cielo azul, respiras junto a alguien más.
¿Eres feliz ahora?
¿Fue mi soledad la que te echó abajo?
Lloraba, reía, reía y caminaba.
Junto a la suave lluvia, como el blanco y difuminado paisaje, quería desaparecer.
Si me voy lejos, muy lejos de ti ¿Se detendrá esta lluvia?
En la torrencial lluvia, te espero...
Dos tazas iguales, palillos de tu color favorito.
Ninguno perdió su color, mientras siguen durmiendo.
En el balcón debajo de la basura, tus restos se balancean.
Ese sentimiento de no tener a dónde ir, si tan sólo pudiera tirarlo...
Lloraba, reía y reía mientras caminaba.
Buscando el floreciente arco iris en el cielo, el cual no podías alcanzar, allí quería ir.
Estoy corriendo bajo la torrencial lluvia.
¿Puedes oír el sonido de mis tacones?
Estoy camino a casa, a la cual nunca volveré.
Estoy perdida...
Lloraba, sonreía y sonreía mientras caminaba.
Junto a la suave lluvia, como el blanco y difuminado paisaje, quería desaparecer.
Si me voy lejos, muy lejos de ti ¿Se detendrá esta lluvia?
En la torrencial lluvia, te espero...
Aún te espero.'
¿Continuara?
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Kowareta
FanfictionNadie sabía... y nadie debió saberlo. Debía guardárselo para sí. Era la hermana menor de su mejor amigo. Era el mejor amigo de su hermano mayor. Había algo que ninguno de los dos sabía. Era un secreto... como su nombre.