Capitulo 8.

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Observó a su amigo hablar por teléfono en el balcón del estudio, mientras él seguía escribiendo indicaciones de esto y aquello en lo que el más alto parecía no entender, y así, sentado y con las carpetas sobre sus piernas podía disimular la erección que había sufrido al ver a Mystikó de la forma en que la vio.
—Bueno, Yukkun, con eso será más que suficiente para que yo pueda seguir con mi trabajo— dijo el más alto, adentrándose en el estudio mientras finalizaba la llamada. —tengo que salir y no quisiera dejarte trabajando aquí solo
—No te preocupes por eso, tú ve a donde tienes que ir, yo termino de hacer las anotaciones y aclaraciones que mencionaste, no hay problema— le sonrió con amabilidad mientras volvía a poner la pluma sobre el papel.
—Tú siempre tan servicial, ¿Estás seguro?
—No es la primera vez que hago esto ¿Verdad?— miró con sorna a Takashima y éste se llevo una mano a la nuca rascándose la misma, rió con discreción.
—Ya... Bueno, como quieras— caminó hacia el sofá donde tenía su campera negra, la tomó, se despidió del Yutaka y salió de la vivienda. Se quedó terminando lo que había empezado y al cabo de diez minutos su móvil vibró, un nuevo mensaje.
"Olvide decirte, que posiblemente no llegue a casa hasta mañana, así que si quieres puedes irte, no es necesario que me esperes, ¿Sabes? Tengo que ir a los estudios porque hubo un error de grabación ¡Ya sabes cómo son esas cosas! Nos vemos, Yukkun.
Posdata. Cuida de Mystikó mientras estés en casa, bueno, no es como que no sepa cuidarse, pero si hay alguien en casa que pueda hacerlo, mucho mejor. Gracias."
Suspiró con pesadez y se guardó el móvil en el bolsillo, cerró la carpeta y la colocó en el escritorio, en el lapicero dejó la refinada pluma, despeinó su cabello y salió del estudio.
Caminó por los pasillos, buscando la habitación de la menor, cuando su vista encontró la puerta que tantas veces antes había visualizado sin explorar el interior su pulso se aceleró con ligereza. Tocó la madera pintada de blanco y de inmediato se escuchó un 'Adelante'.
Hizo desaparecer la puerta delante de él y dio un paso al frente, adentrándose en la habitación, se sorprendió con lo ordenado que el dormitorio estaba, la cama perfectamente tendida, los libros ordenados alfabéticamente, la computadora y la impresora apagadas y en un ángulo adecuado para la ventilación necesario del equipo, una muda de ropa limpia colocada con cuidado sobre un pequeño sillón beige. Y todo eso, desapareció cuando sus ojos se encontraron con Mystikó.
— ¿Esto es lo que vino a buscar, cierto?— el fino y desnudo brazo se extendió hacia él, con un sobre y un paquete de un disco. Él no logró reaccionar. La miró, con la boca abierta. Y observó la mirada cínica de Mystikó— Disculpa el atuendo, estaba a punto de meterme a bañar— le sorprendió aún más el tono de la joven. Tragó en seco, le arrebató lo que ella le entregaba y giró sobre sus tobillos, dio algunos pasos hacía la puerta— Yutaka— la voz de la pelinegra sonó como un canto seductor que sus oídos no pudieron ignorar, se detuvo— ¿Seguro que va a irse así?— el que le hablara de 'usted' solo lograba agitarlo más; la miró por sobre el hombro.
— ¿A qué te refieres?—vio como la menor se acercaba, lo abrazó por la espalda y sus manos acariciaron con rapidez el firme torso, se estremeció y ahogó un gemido cuando sintió la mano derecha de Mystikó en su entrepierna.
—A esto...—sintió más presión ejercida sobre su entrepierna, una caricia descarada que le arrancó un suspiro de placer. Sin poder detener su deseo se volvió hacia la joven y con cierta brusquedad la besó, con dominio, como había hecho desde el primer momento en que sus labios se tocaron. Creó nuevas marcas, pequeñas y rojizas, en la piel pálida. Sus manos desataron la cinta que rodeaba la delgada cintura y que sujetaba la bata de baño (lo único que le cubría el cuerpo a la joven) y arrebató el bordado pedazo de tela, dejándola vulnerable.
El contraste de temperaturas entre los cuerpos provocó un espasmo en la pelinegra, pero la temperatura no tardó en subir y hacer desaparecer la frialdad de las manos de Yutaka. Se giró y el mayor la pegó contra la puerta, buscó la manija con cierta torpeza y puso el seguro de la misma, impidiendo el paso de alguien (aunque sabía estaban solos en la gran casa), sus pasos se dirigieron con urgencia hacia la cama, donde el mayor hizo que el cuerpo de la joven cayera estrepitosamente, con la bata ya más apartada de su cuerpo que cubriendo el mismo.
Besó cada milímetro de la pálida y suave piel que se le ofrecía. Acarició el pecho de la menor, la cintura, el abdomen, las piernas y sus manos se escondieron entre las piernas de Mystikó, acariciando la intimidad, saboreando los gemidos casi ahogados que emergían de la garganta de la menor.
Sus manos se aferraron a los fuertes brazos del castaño, enredó sus dedos en el cabello ajeno y pegó más su cuerpo al del mayor, besando el hombro y maniobrando como podía para desnudarlo, la camisa y el pantalón se perdieron en algún lugar del suelo, formando un inútil bulto. La piel caliente chocaba con la suya, en besos y caricias profundas y placenteras.
Su ropa interior resultaba una tortura para la excitación que sentía, sintió a los pies de la joven bajar el mismo, y las finas manos tomar su erección entre ellas, masturbándolo con habilidad, caricias que arrancaban de él fuertes sonidos guturales, mordió el cuello dejando una notable marca en el mismo, mirando con deseo cada parte del cuerpo de Mystikó, como si fuera el más exquisito manjar a consumir en el mundo, y sólo él pudiera probar de él. Cuando sintió que su deseo ya no podía ser controlado más, buscó con desesperación su pantalón, pero parecía que se había perdido en algún lugar de la habitación, la menor suspiró, estiró el brazo, abrió uno de los últimos cajones de su buró y de dentro sacó un par de paquetes rojos, le entregó uno al castaño.
— ¿Debería preguntar por qué tienes de estos en tu cuarto?— la miró con asombro y cierta furia mezclados. La menor rió.
—Hace un par de semanas los repartieron en la Universidad ¿Recuerdas? Sólo los conserve porque son de buena marca y... por si acaso, algo como esto pasaba— dijo y luego de una pausa continuó— No me mires así, eres el único hombre con el que tengo relaciones sexuales, Yutaka, el único— y lo besó, con pasión, disimulando el cariño que ya sentía por el mayor, se separaron sólo para que el castaño se colocara el preservativo correctamente, y cuando ello sucedió, sus cuerpos se unieron de una sola estocada.
Las embestidas fueron lentas y certeras, acompañadas de sonidos de puro placer, rasguños que dejaban ardiendo la piel, mordidas que dejaban notables marcas en la pálida piel, caricias profundas y más estimulantes, espasmos y contracciones provocados por el infinito placer que aquel acto les provocaba a ambos. La joven notó algo, ahogó su voz e hizo que el mayor quedara debajo de ella, su cuerpo se negó a detener los movimientos y continuó subiendo y bajando con cierta lentitud, atrás, adelante, arriba y abajo, le cubrió la boca al mayor y colocando su dedo índice sobre sus apetecibles labios le indicó al mayor que guardara silencio. Se escucharon un par de golpes en la puerta y luego cómo intentaban abrir la misma, el terror invadió en menos de un segundo a Yutaka y el nerviosismo a Mystikó.
— ¿Mystikó?— se escuchó la voz de Masaki del otro lado de la puerta, no supo cómo estaban haciendo para ahogar sus gemidos— Parece que no está— se escuchó la voz de la castaña alejarse, el retumbar de los escalones y la puerta de la entrada cerrarse se alcanzó a escuchar con lejanía. Después de unos segundos el móvil de la menor comenzó a sonar con el tono de llamada, tuvo que detener sus movimientos para no delatarse a sí misma.
— ¿Diga?— se mordió el labio inferior con fuerza.
—Mystikó, no volveré a casa hasta mañana, tengo... una cita con mi novio así que, por favor, avísale a Shima, no quiero que se enfade conmigo por no avisar— le avisó Masaki.
—Claro, yo le digo— no fue capaz de agregar nada más, pues sabía que si lo hacía, algún sonido que la delataría saldría de su boca.
—Bueno, nos vemos— se despidió Masaki.
—Adiós— y con desesperación finalizó la llamada y aventó el celular hacía el sofá beige, sin dejar que el mayor dijera algo, sin hacer caso de la expresión nerviosa del mismo volvió a moverse, y sus voces no tardaron en volver a fluir con libertad.
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La bata de baño volvía a cubrir su cuerpo, el castaño buscaba en el piso su pantalón y cuando lo encontró caminó hacia él. Mystikó le observó con cierta curiosidad.
—Yutaka— le llamó.
—Dime— contestó el mayor con resentimiento.
— ¿No preferirías ducharte antes de irte?— el mayor se volvió hacia ella y la observó con la intención de lanzarle una respuesta irónica, pero como un imán atrayente los ojos de aquel castaño artificial centraron su atención. — ¿Pasa algo?
—Quiero hacerte una pregunta, si me lo permites— admitió, la menor lo miró con confusión, luego sonrió y asintió.
—Pregunta— pronunció con suavidad.
— ¿Por qué usas pupilentes?— la pregunta tomó por sorpresa a la menor— no tienes que responder.
—Lo haré, solo que rara vez una persona me pregunta acerca de eso, me sorprendió un poco.
—No tienes que responder si no quieres— repitió. Mystikó sonrió.
—Ya te dije que responderé... es por algo... para evitarme problemas con Masaki y con Kizumi... son un poco especiales respecto a mi apariencia...— se dirigió hacia el buró, se limpió las manos con una toalla de bebé, sacó de un joyero un estuche de pupilentes, se inclinó y con cuidado retiró las lentillas de sus ojos, mientras lo hacía se cuestionó ¿Por qué estaba dispuesta a mostrarle eso a Yutaka? Sólo sabía que quería que él supiera todo de ella; cerró los parpados y se volvió hacia Yutaka, él la miró con curiosidad, Mystikó abrió los ojos con lentitud y miró fijamente al mayor.
—Génesis de Alexandria— susurró el castaño, Mystikó asintió con suavidad, mirándolo con aquellos ojos purpúreos y hermosos, cautivándolo, una mirada que era tan intensa, tan pura, tan transparente— ¿Por qué ocultar algo tan hermoso?— se acercó con lentitud, atraído por un imán invisible hacia la joven— ¿Por qué intentar reprimir toda la belleza que posees, Mystikó?— su pulso se aceleró ante las palabras del mayor— Eres hermosa, de verdad hermosa— todo el calor de su cuerpo se concentró en su rostro, provocándole un notable sonrojo, no era la primera vez que le decían aquello, de hecho estaba acostumbrada a oírlo, pero no era creída y... que Yutaka lo dijera resultaba completamente diferente, especial. Sintió los labios ajenos hacer presión sobre los suyos, y las manos masculinas abrazar su rostro con delicadeza, Yutaka movió sus labios con lentitud disfrutando del contacto de una forma que no se había dado la libertad de sentir, dejando que algo que se empeñaba en ocultar fluyera débilmente, abrazó el cuerpo femenino con fuerza, como protegiéndola, dejó que el beso tomara el rumbo y durara lo que aquello que no quería aceptar eligiera. Con Amor.

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