Capitulo 45.

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  — ¡Qué divertido! —exclamó el de la máscara. Todos lo miraban expectantes, confundidos y temerosos— Resulta —caminó hacia Yutaka, Mystikó retrocedió, Yutaka se puso delante de ella, encarando al rubio— que no eres un humano común y corriente, sí que eres un humano, gran parte de ti lo es pero —sintió el filo de las uñas del rubio en el cuello— tus antepasados se remontan hasta el nacimiento de la antigua Roma ¿No te parece interesante?
—Estás loco, completamente loco —dijo el castaño, Reita le sonrió.
—Eh, que los antepasados de los Takashima y los Shiroyama no son los únicos que han renunciado al cielo, eso se viene haciendo desde tiempos inmemoriales ¿Sabes? Y tus antepasados son de esos, de los primeros que renunciaron a sus alas, tal vez con un poco de sangre de un demonio puro puedas... —sintió la mano fuerte del pelinegro sostenerle el brazo y alejarlo del castaño.
—Tú no tienes derecho a eso —el rubio oscuro miró la mano que lo sostenía, miró al morocho despectivamente y se soltó de su agarre.
—No me vengas con esas, Aoi —se alejó, hizo ademán de dejarse caer en el suelo, pero en el momento preciso una silla estilo Reina Ana apareció. — ¿Desde cuándo un hibrido le da órdenes a un demonio puro?
—No te estoy dando órdenes, sólo te recuerdo tu lugar —se defendió el de los ojos grises.
—Ajá —miró a Takanori— Oye, tú, el ángel —Takanori frunció el entrecejo al escucharlo referirse a él— ¿Por qué mierda estás en el mundo mortal? —el ojo azul no respondió. — ¿Alguna clase de misión? ¿Renunciaste a tus alas por esa humana?
—Aún tengo mis alas, demonio. —Al fin habló, todos miraron con extrañeza a Takanori, este cerró los ojos con fuerza— Soy un...
— ¡Claro! ¡Un ángel custodio! ¿Cómo no se me ocurrió antes? ¿Eres el custodio de esa humana?
—No.
— ¿Entonces?
—Soy un custodio, sí, pero no estoy asignado a Nozomi —atrajo a la pelirroja hacia él—, ni siquiera tengo a alguien asignado, pero sí tengo que vigilarlos.
— ¿A quiénes? —preguntó el rubio oscuro, su pupila se hizo más grande.
—A todos los aquí presentes, excepto, claro, a ti, demonio —declaró.
—Entonces... —se levantó de su silla— ¿Puedes explicarme qué hace ella aquí? —Caminó hacia la pelirroja— Es una simple humana, nada de especial —hizo ademán de agarrar un mechón de cabello de Nozomi, Takanori le detuvo, tomándole del brazo, en ese instante fue como si algo se evaporara, el rubio oscuro hizo un gesto de molesta— ¿Tienes algo que decir?
—Me enamoré de ella, así que apártate —Reita soltó una gran carcajada— no sé qué tiene de divertido.
—Supongo que ya han tenido sexo —Nozomi se ruborizó, Reita sonrió— ¿No tienes noticias que darle, querida? —Nozomi lo miró con sorpresa— Si no es eso, no encuentro otra razón por la que alguien sin poderes o algo sobrenatural pueda estar aquí.
— ¿De qué habla? —preguntó Takanori.
—Yo... —la pelirroja titubeó. El rubio oscuro puso los ojos en blanco.
—Joder ¿Por qué son tan lentos? Tu querida humana está encinta, por eso está aquí, de otra forma se hubiera quedado en el mundo mortal, esto es algo así como una sala especial para gente como ustedes, así que el bebé debe de tener algo de especial.
— ¿Encinta? —Takanori miró a la pelirroja, ella asintió con timidez, el ojo azul sonrió— Nozomi...
—Ya, ya, luego tendrán tiempo para demostrarse su felicidad —refunfuñó el de la máscara. — Verán, hay un par de asuntos que tengo que arreglar en estos momentos —miró al ojimiel— Uruha, estás asegurado —le sonrió, el más alto lo miró incrédulo.
— ¿De verdad? ¿De verdad?
— ¡Claro! ¿Recuerdas esa noche? —señaló con la mirada a Mystikó— lo hiciste bien, no cumpliste con todo pero... lo hiciste bien, por eso decidimos valorar tu esfuerzo, aunque poseer a un ángel y arruinarle la vida es un gran logro —lo levantó de un jalón, le arrebató la esclava que tenía en la mano— Te pedimos de la manera más cordial que no robes ni hagas uso de las Alysída para fines tan cobardes y egoístas —le apretó el brazo con demasiada fuerza.
—S-sí, así lo haré.
—Me da risa que seas tan temeroso, Uruha, nunca había visto a un demonio tan... —lo miró de arriba abajo— tú... bien, el segundo y más importante— se dirigió hasta donde Mystikó y Yutaka estaba, el castaño se interpuso entre él y la pelinegra— ¿Me permites?
—Estás loco —dijo Yutaka, Reita volvió a sonreírle.
—Dije ¿Me permites? —Yutaka se puso regio al ver la mirada siniestra del rubio, este último al ver que no se quitaba, lo tomó del cuello y lo hizo a un lado con una fuerza sobrehumana, se acercó a la menor quien retrocedió a medida que él avanzaba. — Tenemos que irnos, Mystikó.
— ¿Irnos? No sé de qué estás hablando —el labio inferior le temblaba.
—Escucha, tú no eres una humana, toda tu vida ha sido una farsa, absolutamente todo, eres un ángel o un demonio, como tú lo decidas, bueno —rió— no es como tú decidas, es como nosotros lo hagamos, deseo que te unas a nosotros, los demonios, créeme, los ángeles no son tan buenos como los pintan, además de que son unos aburridos.
—Estás loco —dijo la menor, Reita respiró hondo.
—Comienzan a hartarme ¿Saben? ¡Responde de una vez!
— ¡Que te den por culo! —le gritó la pelinegra, giró levemente la cabeza y luego, violentamente, tomó a la joven del cuello. Aoi intentó acercarse pero Reita se lo impidió, tomándolo del cuello a él también, Takanori se aproximó hasta Reita y le miró a los ojos.
—Suéltalos.
— ¿Quién me lo ordena, tú? ¿Quién eres para obedecerte?
—Soy un ángel.
—Un simple ángel custodio, largo de aquí —emanó una especie de ventisca pero Takanori no se movió ni un segundo— Resulta que eres bastante molesto, Uruha, has lo tuyo —el ojimiel tomó al ojo azul del hombro.
—No lo hagas —le advirtió.
— ¿No hacer qué? ¿Esto? —el castaño claro había tomado cierta confianza con la noticia que Reita le había dado, apretó con fuerza el hombro del de menor estatura, sus uñas crecieron y se tornaron negras, se las enterró en la pálida piel, lo doblegó.
—Suéltame —dijo, apenas aguantando el dolor que se extendía por cada miembro de su cuerpo, Nozomi se abalanzó hacia el más alto, lo tomó de los largos cabellos castaños y tiró de ellos, Uruha gruñó levemente, con su brazo libre aventó lejos a la pelirroja. — ¡No! —Nozomi tosió al caer, se abrazó el vientre. Reita hizo lo mismo con Aoi, lo doblegó.
—Miren, de verdad que están hartándome —miró a ambos pelinegros, sintió las manos de Mystikó intentando zafarla de su cuello. — Hey, que no estaba en mis planes hacerte daño, si fueras obediente y —la menor le enterró las uñas en la piel, la soltó más por reflejo que por el dolor. — ¡Mierda! ¡Cómo son molestos! —Miró de reojo Yutaka y se le ocurrió una idea— Ya sé cómo hacer las cosas más fáciles —dio un paso y en el siguiente ya se encontraba en frente del castaño— Si lo hago como yo ¿Querrás ir conmigo también, cierto?
—No lo toques —se apresuró a decir la menor.
—Sí, seguro que así es —tomó del cuello al mayor y le enterró las uñas de la mano derecha, con la izquierda se hizo un corte en el brazo derecho, la sangre fluyó rápidamente, untó sus dedos con ella, quitó unos cuantos dedos del cuello y comenzó a embarrársela al castaño— con eso será más que suficiente.
— ¿Qué mierda hiciste? —Mystikó se inclinó junto a Yutaka, Reita se incorporó, triunfante— ¿Estás bien, Yutaka? —el mayor iba a contestar pero un intensó dolor se lo impidió, la venas se la saltaron y él soltó un gritó de puro dolor— ¿Qué pasa? ¿Qué tienes? —la voz le temblaba.
—Lo llamamos metamorfosis, no tardará mucho hasta que sea como yo, o como Uruha —eso era todo lo que necesitaba saber para tomar una decisión. Las venas del castaño comenzaron a ennegrecerse, desgarrándolo por dentro, se revolvía en su sufrimiento, Mystikó le tomó las manos con fuerza.
—Tranquilo, Yutaka, tranquilo, no voy a permitir que eso suceda, nunca serás algo tan abominable como Shima, te lo prometo.
—Hey, Uruha, eres abominable para ella —dijo, burlón, Reita.
—Te lo prometo —cerró los ojos al sentir las lágrimas en los ojos, le apretó más las manos— lo juro... no me volverás a dejar ¿Recuerdas? Y yo no lo voy a permitir ¡Lo prometo! —algunas lágrimas le recorrieron las mejillas, Chihiro lo sintió, algo dejó de funcionar en su interior, algo que se rompía como cristal, Takanori intentó acercarse a la pelinegra pero dos grandes figuras se lo impidieron: alas, de plumaje inmaculado y majestuoso, alas, con reflejos rojizos, alas, que salían de la espalda de la menor, la espalda le sangraba, pero poco le importó. — Así que es verdad —imágenes dispersas y bastante claras fueron procesadas por su mente, sus lágrimas fluyeron, volvió en sí con bastante rapidez y miró a Yutaka, quien no notaba lo que acababa de pasar, lo miró con vehemencia y un infinito amor. Reita estaba rebosante— Tú no vas a ser como ellos, de eso me encargo yo —respiró hondo, consciente de que lo que haría sería más que doloroso, la negrura de las venas de Yutaka comenzó a desaparecer, pero las manos de la menor comenzaron a ennegrecerse más rápido, Yutaka sintió alivio, respiró profundamente— Te lo prometo —repitió, el castaño abrió los ojos al escuchar la voz de la menor, marchita— Esto duele...
— ¿Qué---qué mierda está haciendo? —preguntó el de la máscara.
—Absorbe tu sangre —respondió el ángel custodio.
—Eso... ¿Se puede?
—Ella puede.

La menor sollozó.

— ¿Qué haces? —Mystikó se apoyó en el pecho del castaño. — Respóndeme, ¿Qué haces? ¿Qué está pasando?

Yuu se acercó, intentó tocarla pero le quemó.

—Ella...
—Así que decidiste convertirte en un demonio, buena elección —dijo Reita, incrédulo. La menor rió.
— ¿Convertirme en demonio? ¿De qué hablas? Jamás elegiría ser como él —se refirió a Shima— prefiero ser un aburridísimo ángel a hacer cosas como las que él hizo ¿Sabes cuánto daño causó?
—Sí, eso es lo que todo demonio hace, el mal.
—Yo no pienso hacer tal cosa.
— ¡Pero si los ángeles ni hacen nada!
—Exacto, eso es mucho mejor. —miró a Yutaka con cariño — Después de todo, parece que no estamos destinados a estar juntos, mi amado.
— ¿De qué hablas? Claro que sí —su voz temblaba. Mystikó le sonrió, le acarició la mejilla con la mano sangrante, negó con la cabeza.
—Creo que no, Yutaka.
—Deja de decir estupideces, por favor, Mystikó —puso su mano sobre la de la menor.
—No tengas miedo a enamorarte de nuevo, aunque te hayan hecho daño, aunque alguna vez te hayan roto el corazón, porque cuando llega el amor te tu vida, como por arte de magia todo ese dolor se olvida [—Sergio de Sa.] —dijo la pelinegra, llorando y sonriéndole.
— ¿Qué...? —comenzó a decir, pero una luz lo cegó, ya no vio a la menor, ya no sintió su calor, sintió un enorme vacío, sólo eso, para cuando la luz despareció, estaba en su habitación, sobre su cama, solo.   

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