Capitulo 22.

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Una joven de melena espesa y oscura corría tan rápido como podía por las calles, sin importarle ir o no sobre la acera o incluso correr en la avenida, expuesta al peligro de ser atropellada.

Las piernas comenzaban a arderle pero se forzó a seguir corriendo, más rápido aún, los pulmones ardían pero siguió respirando inadecuadamente, también había comenzado a sentir su respiración dificultosa y entrecortada. Las lágrimas contenidas le escocían los ojos, lágrimas de puro enojo y furia. Las uñas ya comenzaban a atravesar la piel de las palmas de sus manos.

Al fin divisó la casa Takashima a un par de cuadras más adelante, aceleró aún más su paso, provocando más ardor en sus piernas, no le importaba nada, sólo quería llegar a esa maldita mansión. Sólo eso le importaba. Cruzó el umbral de entraba con tal brusquedad que provocó un gran estruendo, caminó con suma rapidez hacia el comedor y allí la halló, aquella castaña de ojos marrones, cuando la vio pareció como si le hubieran incendiado todo su cuerpo.

—Masaki ¿Qué te hemos hecho? ¿Qué te he hecho yo? —la voz apenas le salió, le faltaba el aire y sentía su garganta insoportablemente raposa.
—No entiendo a qué te refieres —contestó la adulada, alguien debería decirle que sus dones de actuación eran patéticos.
— ¿Cómo te atreves? ¿En qué te afecta a ti mi relación amorosa? ¡En qué mierda te afecta! —Mystikó se abalanzó hacia la castaña, perdiendo completamente su raciocinio, sumida en la desesperación y la furia. Mordió su labio inferior con fuerza.

Comenzó a golpear al azar, pero en realidad los golpes resultaban bastantes certeros, soltaba puñetazos y patadas con fuerza y precisión, de vez en cuando bofetadas o arañazos.

Esa no era la Mystikó que todos conocían, esa Mystikó estaba completamente perdida en un abismo oscuro, sumida completamente en el enojo, ahogándose en su desesperación. Recordando cada roce, beso, caricia, susurro, cumplido efectuado por Yutaka. Recordando la primera vez que sus miradas se encontraron, cuando se conocieron, la primera clase que el mayor le impartió, el primer saludo, el primer roce 'accidental', las primeras miradas que ocultaban un furtivo deseo por el otro, la primera vez que estuvieron juntos en aquel albergue, la primera vez que Yutaka la notó, la primera vez que le mostró sus ojos al desnudo, cuando le dijo que lo amaba, cuando la rechazó por miedo de sus propios sentimientos, cuando lo vio pelear contra su opresor para protegerla, para tenerla de nuevo con él, cuando él admitió sus sentimientos, cuando le dijo que la amaba, cuando lloraron de alegría juntos, su primera cita, la primera vez que hicieron el amor, su primer paseo, su primera visita a la Torre de Tokio juntos, su primer mes juntos como una pareja... y último.

Las lágrimas fluyeron como muestra de un remolino de emociones que crecía cada vez más en su interior, su labio inferior sangraba, pero no por algún golpe de la castaña, sino por sus propios dientes, volvió en sí, más o menos, y contempló a la mayor sangrante, su labio inferior estaba sangrando abundantemente, y las gotas de sangre que brotaban de su ceja derecha le estaban nublando la vista de ese mismo ojo, su brazo presionaba su abdomen mientras respiraba con dificultad a la vez que tosía.

Sintió la presión de unos brazos masculinos sosteniéndola para que cesaran sus golpes, volteó a ver a aquel que la tenía prisionera y se encontró con la mirada grisácea de Yuu, quien la miraba con confusión y susto. Volteó a ver a Masaki, aun tosiendo, que era sostenida por Shima. Cuando había llegado al comedor no había notado a nadie más que a Masaki, a sus oídos llegaron los sonidos de unos gemidos y gimoteos en algún lugar de la estancia, volvió su mirada hacia el origen del sonido y divisó a Kizumi con las manos sobre la cabeza, como escondiendo su rostro de aquella escena tan violenta, esa actitud de la ojimiel la irritaba más ¿Cómo podía comportarse tan inmadura siendo ella mayor que la pelinegra?

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