Mystikó abrió los ojos, sentía cierto cansancio que se extendía por cada fibra de su cuerpo, pero estaba irritada de estar tanto tiempo en cama, sentía la garganta rasposa y seca. Se levantó y se dirigió a la cocina por un vaso lleno de agua fresca, cuando el líquido se deslizó por su garganta sintió cierto alivio, pero el malestar no se iba, supuso que de nuevo la tos volvería. Llenó de nuevo el vaso, esta vez con un poco de té frío, volvió a su habitación y se sentó frente al monitor, prendió la computadora pero sus ojos se desviaron a un engargolado, un cuaderno de pasta dura y tamaño mediano, lo tomó extrañada y sintió que su corazón daba un vuelco, por la gira había olvidado el cuaderno que Yutaka le había entregado, con palabras tan duras y una mirada llena de desprecio.
Suspiró, echó la cabeza hacia atrás y decidió darse un baño, dio un pequeño sorbo al té, puso música un tanto escandalosa y se adentró en el cuarto de baño, no logró relajarse en absoluto, la imagen de aquel cuaderno y de Yutaka tomaron partida en sus pensamientos y ganaron mucho terreno, de nuevo; salió secándose el cabello, se puso unos vaqueros cafés y una blusa de vestir blanca, de manga larga, se secó y cepilló el cabello, observó cómo se ondulaba en algunas zonas y luego las acomodó, tomó sus llaves, se cruzó por el pecho la cuerda un pequeño bolso, metió allí su cartera y sus llaves, su mirada se topó de nuevo con el conjunto de páginas, se acercó al escritorio, pasó sus dedos por el lomo y lo tomó con firmeza, salió de su habitación, en el umbral se puso una ballerinas café con blanco, escuchó pasos y el mayor no tardó en aparecer detrás de ella, cruzaron miradas.
— ¿Al fin decidirás qué hacer con eso? —Preguntó el mayor, Mystikó miró el encuadernado y asintió silenciosamente— Ten mucho cuidado —volvió a asentir.
Salió del departamento sin dar previo aviso.
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.Yutaka revisó la lista que tenía en las manos, tenía escrito todo lo que hacía falta en su despensa, asintió al comprobar que había escrito todo, dobló el papel y se lo metió en el bolsillo, cuando se puso los zapatos y abrió la puerta, encontró a una mujer adulta perfectamente conocida para él a apunto de tocar la puerta.
—Mamá, qué sorpresa —la mujer le sonrió, una sonrisa idéntica a la suya propia.
—He venido a visitarte —notó el bolso de viaje que llevaba en una mano, la mujer lo alzó— sólo unos días —el castaño asintió y le dio el paso a su progenitora.
—Iba de salida, voy al supermercado por unas cosas que necesito y vuelvo ¿Vale? Cuando regrese te ayudaré a desempacar, no voy a tardar mucho.
—Tómate el tiempo que necesites, puedo instalarme sola, como si fuera la primera vez que vengo, Yukkun —se sonrieron.
—Bueno, entonces, ya vuelvo —la mujer asintió, salió y cerró la puerta.Bajó hasta el estacionamiento, subió a su camioneta y salió del edificio, notó el cielo increíblemente nublado y agradeció que fuera en automóvil, condujo con tranquilidad, respetando cada señalamiento, cuando llegó a una de las calles cercanas al supermercado notó una silueta solitaria caminando cerca del parque que había a no más de 20 metros, el andar se le hizo conocido y le pareció extraño que alguien saliera a pasear con la lluvia que sin duda se avecinaba, el viento sopló con fuerza y notó las primeras gotas de lluvia en el parabrisas, volvió de nuevo su vista a la solitaria figura, la observó con curiosidad, descubriendo que la había visto antes, de esa forma, caminando alejándose más y más de él: Era Mystikó.
Giró la cabeza, ceñudo al darse cuenta que su corazón había acelerado su pulso, manejó otros diez metros, frenó y se dirigió al supermercado, intentando no pensar en la menor.
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.Mystikó sintió una que otra gota fría caerle en el rostro y en la cabeza pero no le importó, con toda tranquilidad se sentó en una de las bancas del espacio abierto, dejó de abrazar el cuaderno y lo puso sobre sus piernas. Recordó el momento en que el mayor de lo había entregado, las palabras que había usado, la mirada con la que la había mirado, tosió un poco.
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Kowareta
Fiksi PenggemarNadie sabía... y nadie debió saberlo. Debía guardárselo para sí. Era la hermana menor de su mejor amigo. Era el mejor amigo de su hermano mayor. Había algo que ninguno de los dos sabía. Era un secreto... como su nombre.