Capitulo 38.

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  — ¡Yuu! —sus ojos grises divisaron de inmediato a la dueña de aquella voz, tan fluida y cantarina. Sus labios no tardaron en curvarse en una amplia sonrisa.
—Chihiro —dijo, aliviado al ver a la mujer adulta pero hermosa acercarse a él.
— ¿Cómo has estado? —sus miradas se encontraron, llenas de cariño, el pelinegro no dijo nada, se limitó a estrecharla entre sus brazos, se sintió más aliviado cuando la mujer correspondió el contacto.
— ¿Qué tal tu viaje? —le quitó la maleta de las manos, comenzaron a caminar hacia la salida.
—Pues... bien, supongo —se encogió de hombros— pero me gustaría saber la razón por la que me llamaste tan agitado y querías que viniera a Japón lo antes posible. —el más alto cerró los ojos.
—Ha comenzado.
— ¿Qué ha comenzado? ¿Te refieres a...? —se detuvo en seco. — No, eso es imposible, por algo nosotros... —sintió su pulso acelerarse, el de los ojos grises le colocó una mano sobre el hombro.
—Tranquila, no te agites, no es bueno para ti. —reanudaron su caminata, la mujer, cuyos ojos eran de un azul oscuro, miraba todo su alrededor, inquieta, miraba al pelinegro interrogante.
— ¿Pero cómo? ¿Cómo?
—Te lo contaré en cuanto estemos en mi departamento, mamá. —Chihiro sonrió al escucharlo pronunciar esa última palabra.
—Con lujo de detalles. —el pelinegro sonrió.
—Por supuesto.

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— ¡Listo! Hemos terminado la grabación —dijo el hombre con aspecto excéntrico, mientras tomaba una botella de agua y los demás asistentes atendían a la pelinegra, quien les regalaba amables sonrisas por sus atenciones.
—Gracias por el arduo trabajo. —hizo una reverencia al frente, se volvió hacia la izquierda y luego a la derecha, haciendo el mismo gesto de gratitud, salió del set dirigiéndose a su camerino, se tumbó en la silla echando la cabeza hacia atrás para descansar un poco. — Así que... Himitsu vuelve a escena —sonrió— ¡Genial! —no pudo reprimir el grito lleno de emoción, la puerta se abrió y tras ella apareció la figura del pelinegro.
— ¿Han terminado con la grabación del PV? —preguntó, sentándose frente a la joven, ella le sonrió.
—Así es. —se estiró— No sabes cuánto espero porque este álbum sea del agrado de todos, sobre todo la canción principal —la sonrisa no se iba de sus labios.
—La última que escribiste... ¿Sabes?
— ¿Qué cosa?
—Es el primer álbum donde las canciones son completamente tuyas —le sonrió.
—Así es. —tocaron la puerta, el morocho se apresuró a abrir.
—Señorita Himitsu, mañana estará lista la edición del vídeo, le enviaremos una copia, por el momento, puede retirarse del estudio.
— ¿No sería posible que estemos presentes en la edición?
—Bueno, sí, sólo es que pensamos que estaría demasiado agotada para...
—Nada de eso —la interrumpió la menor— sólo me cambio y vamos hacia el estudio ¿De acuerdo? —la joven que estaba en la puerta le sonrió.
—Como desee. —se apresuró a informar a los demás.
— ¿Me ayudas? —Se levantó de la silla, le dio la espalda al morocho, mientras se recogía el cabello sobre un hombro, sintió como la presión del corsé desaparecía a medida que el morocho iba desatando los cintos— Ah, qué alivio —suspiró. Caminó hacia el pequeño vestidor y se despojó del largo y pesado vestido, cuyas faldas simulaban estar desgarrados o hechos jirones, salió con una blusa negra sin mangas y un bonito short blanco, se cepilló el alborotado cabello. — Vamos al estudio de edición, Yuu —sin esperarlo cruzó el umbral de la puerta.
—Esto es extraño. —declaró el mayor.
— ¿Qué es extraño, Yuu?
—Tú casi nunca te quedas a las ediciones, sólo lo haces cuando quieres mantener la mente ocupada en algo... —pareció darse cuenta de algo al pronunciar aquello en voz alta. La pelinegra se llevó una mano al cabello y revolvió un poco el mismo— Así que es eso, no creo que sea por lo de Adam, ¿Pasó algo más? ¿Algo con Yutaka? —la joven apaciguó su paso, se dio media vuelta, quedando de frente al mayor, y caminó hacia atrás.
—No, no ha pasado nada —le sonrió y se volvió, abrió la puerta del estudio y comenzó su labor.

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¿Qué era ese sonido? Era tan irritante.

[Tick-Tack]

Cerró los ojos con fuerza, tirando ligeramente de su cabello castaño.

[Tick-Tack]

Cada segundo se volvía más irritante. Unos más y...

[Tick-Tack]

Explotaría, soltó un grito gutural, miró el reloj y lo apagó, sin poder soportar más el irritante sonido de las manecillas, ése era el único sonido que se escuchaba en su cálido departamento, cálido pero vacío. Todo quedó en silencio, y eso le resultó aún más insoportable. Gruñó al tiempo que se levantaba de su sillón, abría los cajones de su cómoda bruscamente, sin lograr recordar en qué cajón había guardado lo que buscaba. Estaba furioso, más que eso, y le dolía la cabeza de una forma casi insoportable.

Se quedó en cuclillas, viendo el cuaderno mediano de pasta dura que tenía entre las manos, el cual estaba en el primer cajón, con resentimiento, tomó una decisión: No podía seguir teniendo aquello.

Se levantó del suelo, tomó sus llaves y salió de su departamento, del edificio de viviendas, del estacionamiento, y condujo hasta el edificio de los Takashima, seguramente allí la encontraría, la encontraría y le entregaría aquel cuaderno.

Apenas puso un pie fuera de la cabina metálica y la vio salir de su oficina, no divisó al pelinegro recargado —y tal vez oculto a propósito— en una de las paredes laterales, entre un par de columnas estilo dórico. Se aproximó a la menor, la tomó del brazo sin hacer caso de la mirada extrañada y tal vez atemorizada, y le colocó el cuaderno en la mano.

—Esto es tuyo.
— ¿Disculpe? No entiendo lo que quiere decir. —dijo Mystikó, apenas si logrando controlar sus temblores.
—Lo que dije, no quiero tener nada que tenga que ver contigo, ni que haya... Bueno, yo no lo necesito más, tú decidirás qué quieres hacer con esto. —se dio la vuelta y se introdujo en el pasillo que daba a las escaleras.

Mystikó se quedó inerte por unos momentos, observó el cuaderno que el castaño le había entregado, suspiró con pesadez y se encaminó de nuevo hacia el elevador, cuando estuvo dentro se estremeció al ver al de los ojos grises entrar tras ella, el mayor se recargó en una de las paredes.

—Así que... ¿Vas a seguir diciendo que no pasó nada?  

KowaretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora