Capitulo 14.

38 5 1
                                    

  Yutaka despertó más agitado de lo común, el pecho le subía y le bajaba al ritmo de su incontrolable respiración, el mismo movimiento realizaban sus hombros.

¿Qué es lo que había hecho? ¿Por qué no había aceptado sus sentimientos por Mystikó?

Si lo hubiera hecho, aquel día, aquella fatídica tarde Mystikó no hubiera salido corriendo, la hubiera besado y hubieran pasado la noche juntos, hubieran hecho el amor por primera vez, se hubieran susurrado celestialmente lo mucho que se querían... tenía que admitirlo, había sido un egoísta de quinta al rechazarla de aquella forma, porque en ese momento y todos los demás previos a la desaparición de la menor, sólo había pensado en sí mismo, en cuánto lo iba a afectar a él si fueran descubiertos. Porque sólo pensó en sí mismo, sin importarle la advertencia de aquel hombre, de aquella llamada, que más que advertencia era un aviso, una amenaza.
Todo, absolutamente todo hubiera sido diferente si él al igual que hizo ella se hubiera abierto a sus verdaderas emociones. Quería volver a ver los preciosos ojos purpúreos de Mystikó, volver a verla en clase, sorprenderse por lo ridículamente inteligente que ella era. Volver a ver esa sonrisa pícara, pretenciosa, juguetona, inocente. Quería volver a sentir su piel, sus cuerpos unidos, los suspiros. Daría cualquier cosa por volver el tiempo atrás, decirle lo mucho que él también la amaba, sostenerla sobre sus piernas y besarla.
Aún no podía, ni él ni nadie, asimilar el hecho de que los profesores ya no mencionaran su nombre cuando pasaban la asistencia porque bastaba con un sólo vistazo a toda la clase para darse cuenta de que alguien faltaba. Todos estaban resignándose, ya nadie mencionaba el asunto, parecía como si el nombre de Mystikó Takashima estuviera desvaneciéndose entre los pasillos de la Universidad. Y eso le daba más miedo que cualquier otra cosa, el hecho de que Mystikó Takashima desapareciera.

Cuando llegó a clase, no vio a Nozomi en ella y eso sólo lo hacía sentir peor, porque la clase se sentía aún más vacía y llena de sin sentido. Cuando la clase terminó, tenía una hora libre, se dirigió hacia la cafetería, que estaba más vacía de lo usual, y se encontró con la imagen de Nozomi llorando, con los ojos rojizos, la misma expresión que tenía Mystikó en aquel sueño que había tenido, sólo que no era Mystikó y no era él quien besaba a una menor. Sabía lo que pasaba centre Takanori y Nozomi y nunca juzgó mal a su amigo, porque al menos ellos estaban juntos porque se amaban no por el estúpido deseo carnal. Simplemente cuando el rubio le pidió su opinión respondió que no tenía tal al respecto.
Los ignoró, porque sólo lograba sentirse peor. Caía, más profundo, más abajo, más oscuro, más, más, más.
Peor, peor, peor, mierda, mierda, mierda.
La vista se le nubló y sintió un fuerte tirón, dejó caer el vaso de cristal que contenía agua, el estrepitoso sonido llamó la atención de los 5 o 6 estudiantes, incluidos su amigo y la mejor amiga de Mystikó, quienes se apresuraron a ayudarlo a sostenerse de algo.

— ¿Estás bien, Yukkun?— preguntó el rubio, pero Yutaka escuchó la pregunta ralentizada y lejana.

.
.
.

— ¿Dónde mierda está Ryu?— gritó uno de los hombres, sosteniendo la cabeza de la menor.
— ¡No está aquí! ¡Está en Okaido!— contestó un rostro desconocido. Ella apenas recibía la información. Estaba encerrada en el inmenso malestar que estaba sintiendo y en el hermoso sueño, o alucinación, que había tenido.
— ¡Debes estarme jodiendo!
— ¡Quisiera!— ambos estaban frenéticos, y cómo no, si la chica de la que más dinero habían sacado estaba a punto de colapsarse y sufrir un verdadero infarto. Sí, ellos tenían uno que otro capacitado para atender ese tipo de cosas, pero resultaba que en aquel momento todos estaban en otro país o en un periodo vacacional, qué mala suerte.
— ¡Piensa en algo! ¡No podemos dejar que muera!
— ¡No se me ocurre otra cosa que el que la llevemos a un hospital!
—Debes estarme jodiendo de nuevo, eso es demasiado riesgo.
—Es eso, o vamos a perder muchos, muchísimos miles de dólares. — el otro se mordió la lengua, pensándose las escasísimas opciones. Listo, la llevarían y la identificarían con un nombre falso, los sedantes y la desnutrición harían el resto del trabajo para que nadie pudiera reconocerla. Podía funcionar, si vigilaban bien, porque Mystikó había bajado al menos unos 10 kilogramos, su piel había perdido bastante color y... bueno, era evidente dónde recaía la mayor parte, en su ojos, ahora, por la apagados que estaban, podían pasar como grises, un gris lúgubre, glacial y fantasmal. Tenía que salvar su mercancía. Y no tenían tiempo que perder, en un par de días, Mystikó tendría un cliente— el que mejor había pagado por esa peculiaridad de ojos que ella tenía— y no estaban dispuestos a perder ese dinero.

.
.
.

Se levantó de la camilla del hospital, sin sentirse realmente mejor, el suero se había terminado y los médicos le habían dicho que podía retirarse apenas eso sucediera, se sentía más enfermo permaneciendo en un hospital. Cuando salió de la sala de emergencia el pequeño rubio lo esperaba, dormitando, pobre, seguramente él también había trasnochado intentando consolar a la pelirroja. Le tocó el hombro y lo movió con delicadeza para despertarlo.

—Taka, vámonos— dijo, el más chico no tardó en despertarse y removerse de la silla.
— ¿Te sientes mejor?— preguntó, mientras caminaban con pesadez por los inmaculados pasillos.
— ¿Física o emocionalmente?
—Ambas.
—La primera, se podría decir, la segunda, no estoy seguro, de hecho, creo que voy empeorando.
—Sigo sin entender por qué la rechazaste, si también la quieres— hubo un silencio incómodo. A Yutaka se le hizo un nudo que fluyó desde el estómago y se quedó estancado en la garganta. Las lágrimas le escocieron los ojos. — Oh, no, por favor, sabes que me rompe el corazón ver llorar a mi amigos— dijo, preocupado y sin saber exactamente qué hacer. Yutaka se limpió los ojos con el dorso de la mano, Takanori le dio unas cuantas palmaditas en el hombro, aquello terminó en un amistoso abrazo.

Mientras los dos amigos se consolaban en aquel pasillo, una camilla entraba por la entrada de urgencias, con una joven de cabello negro reposando sobre ella, que sólo era separada de ellos por una pared de grueso cristal limpio y por el cual se podía apreciar perfectamente ambas escenas desde ambos lados.

¿Continuará? ¡Déjenme sus comentarios!   

KowaretaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora