Nico abrió los ojos aspirando. Tardó en acostumbrarse al color y al sonido, y su cuerpo tardó en reaccionar al sentido. La luz del sol incidía directamente en su cara y quiso taparse los ojos pero no recordaba cómo mover su brazo. El dolor era tal que entumecía cada nervio de su cuerpo, pero el de su cabeza era especialmente insoportable, como si estuviera a punto de estallar.—Agh... —Achinó los ojos y debió hacer una mueca.
—No te muevas. —Había una mano en su hombro y otra en su muñeca y de inmediato fue tapado por una sombra por la cabeza de alguien—. Debes mantenerte quieto.
—¿Will? —farfulló Nico.
—Aquí estoy. —La presión en su hombro aumentó—. ¿Recuerdas qué ocurrió?
Nico parpadeó, haciendo otra una mueca de dolor.
—No...
—¿Qué es lo último que recuerdas?
—No... no lo sé.
—Pero me reconoces. Sabes quién eres ¿verdad?
—N-Nico...
—Está bien, no te sobresatures. –Will le ofreció una cálida sonrisa a contraluz. Tenía raspones en la cara, y el labio roto e hinchado, pero su sonrisa fue tan encantadora que por un momento para Nico no había nada más que ella—. Dime, ¿puedes ver bien? ¿Escuchar bien?
Nico comenzó a asentir, pero el dolor lo detuvo y optó por hablar.
—Sí.
—Me alegra escuchar eso chico —dijo otra voz, la de una señora con bata al lado de Will—, te diste un golpe severo en la cabeza. Tienes que permanecer despierto, ¿sí? La ambulancia está en camino.
Nico empezó a relajarse, con la imagen de la sonrisa de Will fresca en mente. Se sentía tan cansado... mareado. El mundo se movía en círculos, como si se lo estuviera tragando un vórtice. La imagen de Will se distorsionó y se inundó de manchas cafés. Luego se oscureció, hasta ser más negra que la brea. Nico ya no podía ver más color que ese, ni en la periferia, ni en ningún otro lugar.
—¿Nico? Aprieta mi mano. ¿Puedes hacerlo? ¿Estás escuchando?
Su voz vino como por detrás de una pared que aumentaba progresivamente de grosor. Nico sintió las cuerdas vocales dormidas, los músculos dormidos, el cuerpo dormido. Recordó los insultos de Harold Pane, los abucheos de sus compañeros, la voz de Will diciéndole que todo iba a estar bien, y por último su sonrisa, radiante como el sol detrás de ella. Pero estaba tan cansado, mareado y adolorido. Sus párpados se cerraron y por fin el dolor terminó y el mundo se calmó y todo quedó en silencio.

ESTÁS LEYENDO
Es curiosa la manera en que juegan los azares del destino. Dos personas peculiares entre los demás y afines entre sí pueden convivir en un mismo espacio por una hora cada semana y ser ignorantes de la existencia del otro. Hasta que existe una ruptur...