En cuanto vio la expresión de Will, Nico supo que tendría que haber seguido derecho hasta su casa. Pero estaba tan mareado, empapado y helado...Will lo adentró al calor de su casa sin pensárselo un segundo, resultando incluso brusco. Lo abrazó por los hombros, conduciéndolo directamente hasta su habitación, donde le ordenó que se quitara la ropa mojada, habiéndole cedido un conjunto cálido de pijama de lana para reemplazarla, además de una manta azul para que se arropara con ella y entrara más rápido en calor.
Cuando volvió con una bolsa de hielo, povidona, gasa y una toalla de manos, Nico estaba listo. Le pidió que sostuviera la bolsa de hielo con sus dedos hinchados, allí donde sintiese mayor inflamación. Luego tendió la toalla sobre sus rodillas e hizo sentar a Nico al borde de la cama, con la cabeza inclinada hacia ellas. Nico no pudo evitar fijarse en que ella olía a él. Antiséptico y jabón de miel y manzanilla.
Will comentó en un murmuro tangiblemente aliviado que la herida era superficial. Nico se preguntó si lo habría dicho para él, para sí mismo, para el cosmos, o para nadie en realidad.
También se fijó en otros detalles. Los brazos de Will temblaban ligeramente. Tenía la respiración agitada. Cuando hablaba, su voz sonaba forzada, como si estuviera siendo estrujada antes de salir.
Will terminó de limpiar la herida y le levantó el mentón. Sus labios, a escasos centímetros no tenían la menor intención de robarle un beso. Nico no supo si sentirse decepcionado o halagado. Will estaba verdaderamente preocupado por su salud.
—¿Cómo te sientes?
—Mejor —dijo Nico, y se cubrió la nariz para no estornudar en la cara de Will—. Perdón.
—Papá tiene medicinas que te podrían ayudar con eso, pero no es recomendable administrarse nada sin consultar a tu médico. —Le sonrió, culpable—. Esa vez que te recomendé una medicina, había acertado y me sentí orgulloso, pero mi papá me regañó. ¿Qué hubiera pasado si tu cuerpo hubiera reaccionado mal a uno de sus componentes? Hay que tener cuidado con esas cosas.
Nico se limpió la nariz con el antebrazo.
—Meh, he estado peor.
Will frunció un poco el ceño.
—Sigue mi dedo.
Nico lo hizo y notó una punzada detrás de los ojos que le arrancó una mueca de dolor.
—¿Te duele la cabeza?
—Sí.
—Describe el dolor. ¿Late o punza?
—Ambas, creo...
—¿Te sientes mareado?
—Sí, un poco.
Will le revisó las pupilas, y luego le pidió que le apretara la mano, con ambas de las suyas, una por una.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
Nico puso los ojos en blanco.
—Ocho de abril.
—Todo indica que tienes una conmoción cerebral —susurró Will—. No es mucho, pero...
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Es curiosa la manera en que juegan los azares del destino. Dos personas peculiares entre los demás y afines entre sí pueden convivir en un mismo espacio por una hora cada semana y ser ignorantes de la existencia del otro. Hasta que existe una ruptur...