Viernes, 15 de abril del 2016.
La mamá de Johnny entró a su habitación, con el teléfono convencional en la mano.
—Tienes una llamada.
—¿De quién? —preguntó mientras agarraba el teléfono.
La señora sacudió con la cabeza.
—¿Puedes dejarme solo y cerrar la puerta?
Ella puso cara triste, pero obedeció. Johnny colocó la llamada en altavoz y dejó el teléfono sobre la cama.
—¿Aló? ¿Con quién hablo?
—Hola, soy Will... Will Solace. Me llamaste hace una semana exacta. Somos compañeros de...
—Ah, ¿qué onda Will? ¿A qué debo el honor de tu llamada?
—Bueno, yo... me enteré de lo sucedido y... quise saber cómo estabas.
Johnny enarcó una ceja.
—Mejor, supongo. Al menos tengo descanso médico por una semana, y mi mano izquierda está inmovilizada, así que no tendré que escribir por un merecido tiempo. Dejando de lado que no puedo moverme por culpa del yeso, no pinta tan mal, ¿no crees?
A Will le sorprendió la soltura con la que Johnny le hablaba, como si fueran amigos de toda la vida y no dos completos desconocidos. Podía comprender por qué era amigo de Nico. Ni si quiera alguien como él podía resistirse a la buena vibra que desprendía Johnny. Sus tripas formaron un nudo.
—Por cierto, me dijeron por ahí que mañana es tu cumpleaños, mis felicidades adelantadas.
—Oh, gracias. —Las palabras de Will fueron en degradé, y luego se quedó sin ellas.
Pero para Johnny, eso era imposible. Lo que más tenía eran cosas que decir. Tomó las riendas de la conversación, como lo haría un jinete experto en una carrera de caballos.
—No me llamaste solo para eso, ¿verdad?
A juzgar por el silencio de Will tenía razón. Bah, tonterías. Will y Nico eran tan obvios como las tetas falsas de Salma Hayek.
—No —admitió Will, mordiéndose el labio inferior por dentro. Tenía ganas de decirle todo, pero no sabía ni cómo empezar.
«Nico es mío, perra.»
No, demasiado agresivo. Ese pensamiento ni siquiera concordaba con su modus operandi.
—Hey, si crees que me puede afectar en algo lo que tienes que decirme, hace rato sé que te gusta Nico. —Will abrió los ojos como platos—. Lo pude ver en tus ojos cuando te acercaste a nuestros pupitres este martes.
—La carta... —balbuceó Will.
—¿Carta? —Johnny frunció el entrecejo—. ¿Con que eso fue lo que botaste a la basura? ¿Una declaración de amor?
—Yo... —Will comenzó a respirar con dificultad—. ¿La leíste?
—No. —Ese «no» sonó como una maldición—. Ni si quiera supe qué era. No voy a mentirte, sospeché que era algo importante y lo busqué después de clases, pero cuando lo hice ya no había nada.
Will no sabía si alegrase o preocuparse por eso. Decidió dejarlo de lado mientras no importase.
—Y... ¿qué piensas?
—¿Qué pienso yo? ¿Qué tiene que ver lo que piense yo con ustedes?
—Bueno... se ven tan unidos que... yo... —se rascó detrás de la oreja— parece que se gustaban o algo así.
Johnny se echó a reír.
—Sí, en pasado. La verdad es que Nico es muy... ¿Nico? como para no gustar de él.
—Hablas como si aún te gustara.
—Mmmm, no sé cómo explicarlo, Will. Hablo de él con el debido afecto que le tengo. Fuimos pareja y terminamos como amigos. A veces las personas simplemente no funcionan de esa manera. —Se quedó en silencio por un par de segundos, organizando sus ideas—. Mira, sé cuánto vale Nico, mierda que vale mucho, pero no es para mí. Por eso, cuando tú apareciste vi la oportunidad perfecta. Quiero que él sea feliz con la persona adecuada. De verdad quiero que sea feliz. Y sé que tú lo harás feliz, porque ya has empezado a hacerlo. Diga lo que diga, sé que él te quiere.
Will estaba sonriendo de oreja a oreja.
—Cuídalo por mí, ¿sí? —agregó Johnny, antes de tragar saliva—. Cuídalo mucho.
Will asintió.
—Lo haré, lo prometo.
Johnny se sintió más tranquilo después de esa llamada. Ya había cumplido su trabajo, podía marcharse en paz. Y podía disfrutar de su logro hasta que eso pasara.
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Es curiosa la manera en que juegan los azares del destino. Dos personas peculiares entre los demás y afines entre sí pueden convivir en un mismo espacio por una hora cada semana y ser ignorantes de la existencia del otro. Hasta que existe una ruptur...