Nico encontró lo que buscaba. Unos dedos bronceados que ya conocía de memoria taparon su boca para arrastrarlo hacia el cuerpo de su portador, quien lo acorraló por los hombros contra una de las paredes externas y más abandonadas del bloque de estudio. Exactamente el mismo lugar donde lo habían acorralado dos días atrás.—¿Qué crees que haces? —cuestionó Will. Parecía realmente angustiado por la reputación de Nico, tanto que a Nico le dio risa.
—Estoy saliendo del closet —dijo Nico, haciendo una seña hacia su camiseta.
—No es gracioso.
Nico se quitó las manos de Will de encima.
—Pues para ellos sí. Y esto no lo es todo. Mañana aparecerán fotos nítidas de «mis cosas muy personales» en la página. Mis secretos quedarán tan descubiertos como los tuyos.
—¡¿Estás demente?! —gritó Will, tan alto que por más lejos que estaban de todos, alguien pudo haber escuchado; los pájaros que se hallaban posados sobre las cornisas del edificio de estudio y la bodega salieron volando. Traslucía consternación, real consternación y enfado como Nico nunca antes había visto en él. No obstante, Nico no era una persona fácil de intimidar, menos cuando se le metía algo firme a la cabeza. En ese sentido era acérrimo.
—No están tan mal. Además, si de esta manera desvían su atención de ti...
Will se alborotó el cabello, tan fuerte que se arrancó unas greñas rubias.
—No quiero que dejen de burlarse de mí para que lo hagan de ti. Eso era lo que menos quería. Al menos tenía el consuelo de que tú estabas a salvo. Ahora...
Nico resopló y se cruzó de brazos.
—No puedes decidir por mí. No me interesa estar a salvo mientras tú no lo estés. Si vas a pasar por esto, no lo harás solo, ¿entiendes? No te dejaré. Lo atravesaremos juntos y lo superaremos juntos. Así es como funcionan las cosas entre los novios.
Fue como si le hubiera pegado un zape en medio de los ojos a Will. Era la primera vez que Nico decía esa palabra con tanta soltura.
—Nico... —Will bajó la mirada hasta que casi por completo cerró los ojos. Tantos sentimientos encerrados en una sola palabra.
Nico había bajado la cabeza. La voz le tembló al hablar.
—Solo... déjame ayudarte, mierda. Estoy harto de perder a quienes quiero. Estoy harto de verte sufrir y solo poder sentirme impotente.
—No tienes que sentirse así —murmuró Will, abstraído—, solo ignóralo y sigue con tu vida.
Nico lo fulminó con la mirada. Tenía los ojos inyectados en sangre.
—No es algo que pueda decidir, stronzo.
Will siguió el sonido de las pisadas del chico que amaba hasta que se alejaron lo suficiente para perderse con los ruidos escolares. Quería detenerlo, pedirle disculpas, hacerle promesas. ¿Pero de qué serviría? Ya no era saludable para Nico. Todo lo que tuvo alguna vez para ofrecerle se había esfumado. Si Will acudía a Nico, su relación moriría de forma más tortuosa de lo que haría estando separados.
Porque Nico nunca conoció al verdadero Will. Solo lo bello, solo lo luminoso. No se enamoró de sus defectos sino de sus virtudes, y no fue culpa suya sino de Will, por ocultarle información por temor al rechazo. Y ahora, irónicamente, era Will quien rechazaba una y otra vez a Nico, no solo por protegerlo, sino por aquel temor al rechazo que siempre se mantenía latente en su ser. No quería ser rechazado por la única persona que jamás lo había hecho. No quería si quiera arriesgarse, porque por mucho que Nico dijera lo que dijera, sabía cuáles serían los resultados. Porque todos en algún momento de su vida lo rechazaron, todos, y Will quiere mantener vivo el idilio de que Nico sea el único que no. Además, por más que Nico insistiese de todas las maneras posibles, no podía abrirle el paso para que llegara a hundirse con él. Menos sabiendo que Nico sentía lo mismo que Will sentía por él. Amor, ese maldito amor que paradójicamente los unía y los separaba.
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Es curiosa la manera en que juegan los azares del destino. Dos personas peculiares entre los demás y afines entre sí pueden convivir en un mismo espacio por una hora cada semana y ser ignorantes de la existencia del otro. Hasta que existe una ruptur...