01/04/2016, Campeonato de Basketball.

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Nico llegó a tiempo para ver todo el partido. Ocupó asiento en las gradas más cercanas a la cancha, sujetando debajo del brazo una botella de agua y con los dientes el envoltorio de una barra energética de arándanos azules que había comprado en la entrada. Cada vez que la tensión del juego aceleraba su pulso, también aceleraba la velocidad con que masticaba su barra, hasta que terminó mordiendo el envoltorio, escupiendo y enjuagándose la boca.

Efectivamente, tras una reñida competencia, el equipo de Will salió victorioso. Y él encestó por tercera vez en los últimos cinco minutos de juego, marcando la diferencia de puntos decisiva para la victoria de su equipo.

Perder una apuesta no significaba gran afección para Nico, después de todo estaba acostumbrado a tener mala racha. El problema era que tenía que cumplir con lo que él mismo estableció como condición y hacer cualquier cosa que le pidiera Will.

«A mí no me da pereza pensar, prepárate psicológicamente para lo que viene».

Nico entró en pánico.
Y se le ocurrió una idea.

Mientras los jugadores se hidrataban y los entrenadores discutían sobre quiénes eran los que tenían mayor potencial, Nico bajó de las gradas y se acercó a Will, quien estaba sacando hasta la última gota de su botella de agua.

—Gané —jadeó el rubio, antes de que Nico pudiera llegar a su lado. 

Nico efectuó un ligero encogimiento de hombros antes de lanzarle su botella prácticamente sin tomar. Will la atrapó con perfectos reflejos.

—Gracias.

—¿Te atreverías a hacer una segunda apuesta? ¿Todo o nada?

—Te escucho. —Will entrecerró los ojos, divertido, y bebió de la botella a largos tragos. Nico no podía entender cómo alguien podía tomar tanta agua tan rápido. Él, ni si quiera cuando estaba físicamente extenuado, lo hacía. Prefería tomar agua por sobre las demás bebidas, sí, pero una botella de quinientos mililitros le alcanzaba para medio día.

Will tenía el uniforme empapado de sudor y los rizos rubios pegados a la cabeza, de modo que se apercibía menos alto. Toda su piel estaba enrojecida, en especial la de su cara. A pesar de toda el agua que se había mandado, le faltaba el aliento. Pero éste era uno de esos cansancios que mientras más extenuantes parecen más vigorizantes resultan. Will sonreía ampliamente. Derrochaba energía, y de la positiva. Nico sonreía también, pero de una manera tan limitada aparentemente y exigua de emoción, que en conjunto con sus intensos ojos oscuros podría tomarse por un gesto siniestro.

—¿De aquí ya no practicará nadie más, verdad?

En ese momento, el encargado de limpieza pasó a su lado arrastrando su carrito de trabajo, el cual contenía una funda grande y negra de basura. Will depositó las botellas vacías en la funda mientras le agradecía al hombre con amabilidad. Luego se volvió para responderle a Nico.

—De aquí apagan las luces y el lugar queda vacío y cerrado.

—¿Y es el entrenador quien siempre cierra el lugar?

—¿Qué tienes en mente, Di Angelo?

Nico le explicó su idea. Una jugada libre entre ellos dos. Quien encestara primero, ganaría lo que habían apostado antes, más tener que pagar por los gastos completos en el siguiente «plan de viernes».

Will convenció al entrenador de que le confiara las llaves y lo dejara cerrar. Debía ser un jugador ejemplar, porque no le costó mucho.

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