2ª Carta de Nico a Will

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No era un buen día para Will.

Muy aparte de que fuera lunes (de por sí los lunes son bastante tediosos). Muy aparte de que hubiera llegado tarde al colegio y lo hubieran dejado afuera en su primera clase. De que a su mamá se le hubieran quemado sus waffles en la mañana y hubiera tenido que aguantar los rugidos de su estómago hasta que llegase el descanso. De haber sacado B- en su última prueba de matemáticas.

Nada de eso hubiera importado si no hubiera sucedido aquello otro. Una sola cosa hizo que el lunes de Will y tal vez su semana entera se fuera en picada hacia el Inframundo.

Le habían robado.

Todos sus ahorros, fruto de ventas de segunda mano, trabajo de verano y actuaciones musicales en parques abiertos, simplemente se esfumaron de la noche a la mañana. Cuando lo descubrió, Will quiso llorar. Preguntó a todos en la casa y nadie sabía nada. Presa de la desesperación, buscó hasta en lugares de lo más estúpidos, como dentro de los zapatos. Como si su dinero hubiera desarrollado patitas mágicas y hubiera decidido jugar a las escondidas. A buena hora que después de revisar algunos pares entró en razón.

En el último mes, Will había estado haciendo registros electrónicos de los pacientes de su papá y su mamá para conseguir más dinero. Le habría bastado trabajar el resto del año lectivo para conseguir lo suficiente para comprar un celular.

Will realmente quería un celular.
Ahora ya no tenía nada.

Abrió la puerta de su casillero con rabia. Se dispuso a coger sus libros, pero notó que un papel se había desprendido de la puerta en el momento en que la zarandeó. Se agachó para recogerlo del suelo. Era un sobre color humo en cuya cara principal se leía Will, con caligrafía manuscrita clara y armoniosa... ¿Dónde había visto algo así antes?

Lo metió rápidamente en su maleta. Luego agarró sus libros y corrió a su siguiente clase. Llegó con diez minutos de antelación, por lo que su única compañía era el sonido del aire acondicionado. No terminaba de acomodarse en su pupitre, cuando sacó el sobre y lo abrió. Desdobló el papel de adentro y lo leyó, moviendo los labios con cada palabra.

«Querido Will,

Sé que no esperabas esto, y siéndote sincero tampoco yo. Pero, si te has dado cuenta, yo escribo cartas cuando me nace, y ahora me nació hacerlo.

Llámame anticuado, pero creo que nunca será lo mismo escribir una carta que tipear un correo. Hotmail, Outlook, Gmail, todas esas son herramientas universales. Millones de usuarios alrededor del mundo las usan, con exactamente el mismo formato. Las cartas van más allá. Tienes que escribirlas con tu puño y letra, en el tipo de papel que desees, doblado de la forma en que mejor te parezca, con los detalles extras que más te caractericen. Casi sin notarlo, plasmamos en ellas nuestra identidad. Son algo físico y tangible con lo que, dependiendo de lo que su contenido te haga sentir, tú decides qué hacer. Ya sea abrazar, arrugar, guardar, romper, mojar con lágrimas, pisotear o hacer un avión.

No espero una respuesta. Joder, siempre eres muy lindo. Solo quisiera que leas atentamente lo que sigue.

Te debo unas disculpas. El correo que te envié el jueves fue una desconsideración de mi parte. Tú estabas siendo amable como siempre. No debiste lidiar con mi amargura, cuando ésta ni si quiera iba dirigida a ti.

La verdad, es que como lo mencioné en el cementerio, el tema de mi mamá es muy delicado en casa. Sobre todo en vísperas de su aniversario de muerte. A Perséfone, mi madrastra, le molesta que papá aún no pueda superar a mi madre. Discuten mucho y luego ella se descarga conmigo. Me dice cosas que me llevan a pensar que soy una basura, un error que no debió haber nacido.

Entiendo que ella se sienta herida por la actitud de papá, y que vea en mí una ladilla, porque soy el hijo de esa mujer que ella nunca podrá ser. Pero dime, ¿crees que eso le da derecho a discriminarme y tratarme mal?

No, ¿verdad? Pues, yo tampoco tenía derecho a hacer contigo lo que ella hace conmigo.

Mierda, a veces soy un imbécil.

Mis hermanas hacen su mejor esfuerzo por evitarme estas molestias, pero Perséfone siempre encuentra un momento en el que estemos a solas para ir al ataque. Si te soy sincero, creo que ella no se siente mejor hasta hacerme sentir mal a mí. 

Pero no te preocupes mucho. Eso pasa desde que ella llegó a la vida de papá, o sea cinco años. Estoy más que acostumbrado.

Te debo dar las gracias. A ti y al tarado de Johnny. Cuando apareciste en el cementerio... fue como si una pequeña luz se hubiera encendido en la penumbra.  "Creo que lloras porque no puedes extrañarla", no supe hasta entonces cuánto necesitaba oírlo.

Después de comprenderlo, gran parte de la impotencia que llevaba acumulando durante todos estos años se aplacó. Sentí que un tremendo peso se me iba de encima.

Por primera vez, mi cumpleaños fue una experiencia agradable. Todo gracias a ti.

Nico.»

Will bajó el papel lentamente y lo volvió a meter dentro del sobre. Agradeció haber buscado un lugar privado para leer, porque en su cara se evidenciaron una retahíla de sentimientos. Tristeza por la situación que Nico tenía que vivir cada año. Vergüenza por no haber reparado antes que el viernes había sido su cumpleaños. Curiosidad de cómo le habría hecho para dejar la carta en su casillero. Pensar en Nico introduciéndola por la ranura con cara de esfuerzo le sacó una risa ahogada.

Entonces recordó que había escrito «Querido Will» en vez de solo «Will», como la vez anterior. Y cada parte de su ser, tanto física como espiritual, estalló en dicha. Su ánimo salió disparado del Infierno como un cohete.

De verdad estaba enamorado de Nico.
Él tenía que saberlo.

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