Estreno de agenda 2.0, por Will Solace

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Domingo, 24 de abril  del 2016.

Hacía apenas una semana fue mi cumpleaños, parece increíble. Es que ha pasado tanto en estos días que el recuerdo de mi cumpleaños tiene un sabor antiguo. Tú fuiste uno de los mejores regalos, Charlie siempre sabe atinar en el blanco.

Solía tener una agenda muy parecida a ti, de pasta azul marino con bordes dorados, pero la extravié hace un mes y todavía estoy en proceso de superarlo. No tengo nada en contra de tu tapa negra o de tus páginas en blanco, pero antes de profundizar en ti, debo dejarte en claro que ella y yo compartimos secretos y momentos críticos de mi vida que jamás podrás contener. Intento convencerme a mí mismo de que esos escritos dolorosos desaparecieron por mi bien. Tú llegaste para registrar otro tipo de sucesos, sucesos más bellos. Lo preciado es irreemplazable, pero eso mitiga la capacidad de preciar algo nuevo.

Entonces, aquí estamos, tú a mi disposición, y yo a la tuya. Es un gusto, señora agenda 2.0.

La verdad, aunque extrañaba escribir para mí mismo, no ha constituido una necesidad prioritaria últimamente. He estado ocupado con el colegio, el hogar, el baloncesto y las clases particulares de canto, pero principalmente con Nico. Aunque creo que decir que yo he estado ocupado en ese último ámbito es una imprecisión, porque mi mente es la que ha estado y sigue estando ocupada.

No, no lo parece, es increíble. Lo que existe entre nosotros es tan poderoso que desafía al tiempo. Me hace olvidar el pasado, degustar cada gota del presente y fantasear con el futuro. Expande los segundos, minutos y días, convirtiéndolos en pequeñas muestras de la eternidad.

¿Cómo si no explicar que me he enamorado tan profundamente de alguien en un mes?

Bueno, aquí es donde debo confesar algo que nadie más que Charlie sabe aún. Estuve observando a Nico desde antes del incidente de mi agenda.

Observar chicos era algo que solía hacer a menudo desde que mis deseos sexuales despertaron y comenzaron a buscar blancos donde satisfacerse. El problema fue que, en lugar de sentirme atraído hacia personas del sexo opuesto, me sentía atraído hacia personas de mi mismo sexo. No creía que fuera muy prudente de mi parte acercarme al chico que me gustaba y preguntarle «Hey, guapo, ¿quisieras salir a dar una vuelta con este otro guapo?». Entonces me limitaba a observar desde lejos a los chicos que me parecían atractivos para recordarme al final la triste realidad de que probablemente ninguno de ellos podría estar a mi alcance jamás.

Las esperanzas de encontrar gente homosexual además de Charlie y yo se volvían cada vez más desalentadoras.

No me sentía orgulloso de lo que hacía. Les veía todo, absolutamente todo. De haber tenido una amiga que no fuera lesbiana hubiéramos podido calificar entre ambos a los chicos sin problemas (lastimosamente, las mujeres y yo nunca nos hemos llevado bien por motivos que entran en la parte desagradable de esta historia que prefiero omitir por ahora). Tenía la ganga de poder ingresar a los vestidores con todos mis compañeros de equipo después de las prácticas de baloncesto. No sé cómo le hice para disimular mis erecciones por años.

Eso hasta que encontré a Nico arrimado a su cuaderno en las bancas finales, sin ser de esos que están allí para comportarse como los reyes y señores del salón o para dormir toda la clase. En realidad, el chico estaba atendiendo y tomando apuntes desde donde lo veía.

Atendiendo y tomando apuntes en la última banca.

Wow.

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