Nico no recordaba con claridad la última vez que se había sentido tan solo. Antes de Johnny, estuvieron sus hermanastras y antes de ellas su padre. Pero, de una u otra manera, la vida sin Will era distinta. La soledad que lo oprimía solo podía compararse con la que sentía cada vez que visitaba a su madre en el cementerio, examinando con ojos como rendijas su fecha de perecimiento, que coincidía con la de su propio nacimiento como una maldición indeleble. De la misma manera, se instalaba en su pecho un sentimiento de magnificada frustración e impotencia, y también de desolación, más una pizca candente de desesperanza que lo tentaba a rendirse en todo momento, sin llegar a apagarse jamás. Aunque Nico estaba decidido por sobre todo a no rendirse con Will Solace y la fuerza del amor era su sustento. Esa fuerza, aunque de manifestación silenciosa, parecía ser más fuerte que todo lo demás. Esa única fuerza lo mantenía en pie en sus convicciones.La clase de Biología parecía suceder en un plano alternativo del cual Nico no formaba parte. Y dentro de todas las manchas grises y difusas y los sonidos ininteligibles, estaba Will. Su figura era nítida e hipnotizante al nivel de arrastrar a los ojos de Nico hacia ella. También pertenecía a un plano alternativo, pero a uno diferente al de Nico. Por más que gritara su nombre en silencio, Will no lo escucharía.
Estaban separados cuando hasta hace lo que parecía solo un parpadeo estuvieron juntos. Will había saltado a un tercer plano y Nico no sabía por qué. Le dolía la cabeza de darle las vueltas a las mismas preguntas que llevaba formulando desde hace tres semanas. Will, Will, ¿qué te ocurre? ¿Por qué insistes en evitarme? ¿Por qué no me contestas? ¿Por qué no te comunicas conmigo de ninguna manera? ¿Por qué no confías en mí? ¿Sigues con la idea de protegerme o es algo distinto? No te entiendo. Háblame.
Si le dieran a escoger cualquier súperpoder, Nico escogería el que implicara ser capaz de entender a su novio en cualquier situación. Seguramente así no dolería tanto. Así sabría exactamente qué lo llevaba a aislarse así de Nico y tal vez podría arreglarlo. No le importaba que Will descargase parte de su carga emocional sobre él, aceptaría gustoso el honor de compartir su dolor. Lo prefería antes de tener que soportar su lejanía.
Mr Smith pasó hojas de evaluación por todo el salón y Nico maldijo para sus adentros. Había olvidado la estúpida lección sobre las estúpidas fases de la mitosis y meiosis. Clavó sus ojos en la hoja con dificultad. Intentó escarbar su memoria en busca de información, pero allí no halló nada más que cerraduras sin llave. Se dispuso a entregar la hoja vacía cuando un roce ajeno en el antebrazo le electrificó los vellos.
Era Will, con una expresión indescifrable. Se sentó a su lado con su hoja y se puso a desarrollarla. El primer candor de una hoguera se encendió en las entrañas de Nico al notar que hacía un esfuerzo por trazar letras claras y grandes, y empujar la hoja hasta la esquina del pupitre. No había necesidad de ser un copión profesional para leer las respuestas. Y no hubo necesidad de copiarlas, porque Nico se encontró recordándolas con solo leer las primeras palabras, como el pequeño empujoncito que se necesita para desempolvar un conocimiento antiguo. Las cerraduras de su mente se abrieron y por los siguientes diez minutos todo fue claridad. Will nunca lo miró, estaba tan concentrado en la prueba que la punta rosada de su lengua asomaba entre sus labios. Terminaron la evaluación juntos y entregaron la hoja el uno seguido del otro.
Will no regresó a su banca original después de eso. Volvió a sentarse junto a Nico, y esta vez sí que lo miró. Había tanto que explorar aún en esos ojos azules, pero se lo denegó, bajando la mirada. De repente, Nico pensó que ya no lo conocía. Pero la mano de Will se posó sobre la suya justo cuando la campana sonaba y él se dejó arrastrar por aquella calidez fuera del salón de clases, del edificio, de la vista de cualquiera.
Will se detuvo en el callejón más refundido de la institución, por detrás del edificio de los salones de los grados mayores de secundaria y una bodega abandonada. Agarró su otra mano y apresó a Nico contra la pared, respirando agitadamente en su oído. Los latidos de los corazones de ambos se dispararon en una carrera infinita.
—Lo siento —musitó Will, vacilando en sus acciones—. Lo siento, lo siento, lo siento.
Nico supo que había leído su carta y experimentó un aleteo de esperanza en el pecho.
—No lo sientas —replicó, antes de girar la cabeza y atrapar sus labios con un gemido; con sus siguientes palabras se sintió como las típicas zorras de las novelas televisivas pero no le importó—. Hazme lo que quieras.
El cuerpo de Will tembló ligeramente.
—Nico...
El italiano volvió a besarlo, absorbiendo extasiado el sabor de la realización de aquella experiencia que tanto había anhelado. Will respondió. Sus manos se despegaron de las de Nico para aferrarse a sus mejillas, atrayéndolo más hacia sí. Su cuerpo se apretó más hacia adelante, arrinconándolo en la pared sin dejarle escapatoria. Pero a última estancia, justo cuando las consciencias de ambos se deshacían, se detuvo bruscamente.
—Esto está mal —susurró Will, separándose lo justo como para que Nico pudiera notar que estaba llorando.
—No seas tonto —replicó Nico, jadeando—. Está bien porque los dos nos queremos y queremos estar juntos.
Will negó con la cabeza, sorbiéndose la nariz. Tenía los ojos vidriosos y no cesaban de lagrimear.
—Pero yo no quiero estar contigo. Quiero que te alejes. Y que ya no me busques. Quiero que te mantengas distante.
—No lo haré. Nunca.
—Bien, entonces lo haré yo.
—¡Will, esto es una tontería! —gritó Nico.
—¿Lo es? —Will habló con filo, entrecerrando los ojos. A Nico se le cortó la respiración, porque escuchar a Will Solace hablar con filo era como ver las garras de un minino salir por primera vez— ¿Qué harías tú si alguien robara tu caja de «cosas muy personales» y divulgara todo su contenido por las redes sociales? ¿Cómo te sentirías siendo el blanco de burlas, bromas y odio del colegio entero? ¿Cómo reaccionarías tú, quien no pudo soportar ni que su novio la revisara?
Nico no respondió.
—Eso pensé.
Nico observó cómo Will daba media vuelta y se alejaba, sus pisadas retumbando en sus oídos como cañonazos. Cuando desapareció por completo, le flaquearon las rodillas y tuvo que apoyar una mano en la pared. Creyó que se desmayaría, pero solo fueron las lágrimas que nublaban su visión y la impotencia de saber que tenía razón que comprimía el aire que intentaba meter a sus pulmones a bocanadas atropelladas.
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Es curiosa la manera en que juegan los azares del destino. Dos personas peculiares entre los demás y afines entre sí pueden convivir en un mismo espacio por una hora cada semana y ser ignorantes de la existencia del otro. Hasta que existe una ruptur...